Querida hija:
Este es el sexto verano que pasamos sin ti. ¡Tan distinto al último! ¿Recuerdas? Estabas a punto de marcharte a Holanda, faltaban pocos días, pero ese verano fue de los más completos: Llevaste a tu amor a la playa y a las fiestas del pueblo. Era una forma de oficializar tu relación, o de decirnos: mamá, papá, me voy pero Álvaro se queda aquí.
Este año hemos estado en la playa. En otra. En la que te confundieron con Nuria Fergó ya casi no vamos. Han sido demasiados años y recuerdos para volver de vacaciones allí.
También hemos estado en el pueblo. No era nuestra intención coincidir con las fiestas porque eso es más doloroso aún, pero ha sido inevitable.
Todos quieren que bajemos a la feria, que veamos la “vaquilla”, pero eso es imposible. Nada es, ni será, igual, y es muy difícil compartir la alegría de los demás.
Los días de verano nunca volverán a ser igual. En la playa, bronceándote y después, luciendo ese moreno con tus vestidos tan bonitos en la verbena. Esa verbena que disfrutamos contigo desde pequeñita cuando bailábamos llevándote en brazos. Cuando llorabas porque no querías que nos fuéramos pronto a casa o cuando te quedabas dormida.
Después, te hiciste mayor pero seguías viniendo con nosotros a la verbena. Decías que te gustaba más que la discoteca y no te avergonzabas, con tu edad, de bailar conmigo o con papá, o con toda la chiquillería que seguía tus movimientos, como si fueras una profesora, con “Macarena”, “Que la detengan”, “Aserejé” (que nunca conseguí aprender su letra) o “no rompas más” (que tampoco llegué a aprender los pasos).
Cómo podríamos volver a esa verbena en donde no estarías tú para bailar conmigo “La ventanita”, o recibir los pisotones de papá con uno de los pasodobles. Cómo podríamos salir a bailar “Viva lo español”, ese pasodoble con el que papá quería siempre lucirse dándome esas vueltas de locura para después pegarme a su cuerpo con un tirón.
Ni siquiera tu prima es capaz de ir los días que actúa “la orquesta latinos”, los que más te gustaban con su música y su puesta en escena. O con ese pasodoble del que tú pensabas tenía una doble lectura.
No, no podemos, querida.
¿Cómo se puede seguir viviendo y disfrutando de las cosas que nos hacían felices juntos?
Lo malo de perderte es tener que hacer la mismas cosas pero sin ti.
No, los días de verano ya nunca serán igual, aunque los demás lo quieran. Es bueno el deseo de los que quieren que todo se normalice, pero muy doloroso de realizar. Supongo que lo comprenderán.
Tengo el alma en pedazos
ya no aguanto esta pena
tanto tiempo sin verte
es como una condena. (La ventanita)
Mi amada hija, la vida continúa. Para los demás, todo sigue igual. Y los veranos se repiten, y las fiestas vuelven, y la gente disfruta y lo pasa bien. Y nosotros hacemos lo que podemos. Que es mucho si se piensa en lo que nos ha sucedido.
El culpable de tu muerte nunca sabrá cuánto dolor sembró, cuánto nos arrebató, cómo nos sumió en esta negra pena.
No sé, puede que algún día volvamos a la verbena.
Mi querida hija…Si pienso en ti,
siento que esta vida no es justa,
No quedan días de verano
para pedirte perdón,
para borrar del pasado
el daño que te hice yo.
Sin besos de despedida
y sin palabras bonitas,
porque te miro a los ojos
y no me sale la voz.
Si pienso en ti,
siento que esta vida no es justa,
Si pienso en ti y en la luz
de esa mirada tuya.
No quedan días de verano,
el viento se los llevó
y un cielo de nubes negras
cubría el último adiós.
Y fue sentir de repente tu ausencia,
como un eclipse de sol,
porque no vas a mi vera.
Si pienso en ti,
siento que esta vida no es justa,
si pienso en ti
y en la luz de esa mirada tuya.
Desde esos días de verano,
vivo en el reino de la soledad.
Y nunca vas a saber cómo me siento,
nadie va a adivinar cómo te recuerdo.
Si pienso en ti,
siento que esta vida no es justa,
si pienso en ti y esa mirada tuya.
No quedan días de verano.
(Helena y los del Rio)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por un conductor borracho.