Monte Sur

(Tarayes de Las Tablas de Daimiel)

Cuando se ha perdido un hijo, ya con cierta edad, es difícil volver a hacer los caminos recorridos, porque los recuerdos te asaltan en cada recodo, porque las piedras las sientes sobre tus pies como si fueras descalzo, porque el viento trae murmullo de risas y la brisa del viento tiene ausencia de besos.

Pero la vida no se para por tu dolor ni con tu dolor, y te empujan a seguir, a veces, con el mayor de los cariños, otras, porque si tu te paras los demás no pueden avanzar, se lo impides, y así vuelven los viajes, con menos equipaje, con mucha añoranza, con el macuto lleno de recuerdos.

Así he vivido estos días mi regreso a caminos recorridos, a «Monte Sur», una comarca desconocida para muchos pero no para nosotros. Y Helena estaba en cada parada, en cada árbol, en cada laguna, en cada casa o en cada piedra. porque como ella decía, desde pequeña, estaba acostumbrada a ir a visitar iglesias y piedras con sus padres.

Recuerdo, por ejemplo, siendo muy pequeña, ese recorrido por los monasterios cistercienses desde Navarra hasta Galicia, o ese viaje por Italia donde descubrió los ramos de novia de calas o Venecia, y la visita a La Alambra, mi último viaje preparado con apuntes, porque en él y después de las palabras de mi hija me di cuenta que lo que hacía era dar esa clase de historia de arte que nunca pude realizar desde mi licenciatura. Helena tenía unos dieciséis años y dijo algo así: Sí mamá, esta noche miraremos los apuntes, haremos un resumen y después un esquema. Eran demasiados años escuchando las clases de su madre.

Los viajes nunca han vuelto a ser igual y no sé si volverán a serlo pero tengo que admitir que igual que seguimos comiendo, respirando, sobreviviendo, los viajes siguen existiendo y que para muchos padres esos viajes es una forma de que sus hijos sigan viendo, a través de sus ojos, este mundo.

Y este año, en la tierra, las Tablas de Daimiel estaban más llenas de agua que nunca, y los campos verdes, exultantes, floridos, preñados de flor y fauna. Y en el subsuelo, las minas de mercurio de Almadén llenas de historia, trabajo, sacrificio y espíritu de los forzados. Y en el descanso, La Casa de los Fúcares, llena de encanto, historia y aroma de tiempos pasados, pero con la comodidad de hoy en día.

Y los amigos…

Dedicado a los amigos que te empujan para seguir por el camino.

  

 (Complejo minero de Almadén)

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

Publicado sábado, 27 de marzo de 2010 8:36 por FZ madredHelena
Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
Esta entrada ha sido publicada en Amistad, Correo sin entregar, Historias, Sentimientos y etiquetada como , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *