Hoy, la tumba de Helena se quedaba llena de calas y «siempreviva azul». Llamada también capitana o siempreviva de arenas.
Las hemos traído de ese lugar que no llegó a ver terminado. Ese lugar que ella esperaba para poder compartirlo con sus amigos. Pero cuando nos llamaron para decir que estaba terminado, la acababan de matar. No tuvimos fuerza para ir a recoger las llaves. Ni siquiera las queríamos ¿para qué? Después, pensamos que ella lo estaba esperando, que a ella le hubiera gustado, que ella lo quería, y decidimos verlo con sus ojos. Ponerla al frente.
Y yo no he visto nunca un sitio igual: Las flores de la «siempreviva» se encuentran por todos lados. Silvestre. Al borde de los caminos.
Mezclada con otras flores.
A pocos metros del mar.
Y en esta época, el mes de Helena, se nos hace presente como si fuera una señal: «siempre viva»
Tendría que escribir sobre las dieciocho personas que se han quedado este fin de semana en las carreteras, sobre los heridos en Pontevedra, otra vez por culpa de un borracho, sobre esos dos niños que han encontrado la muerte a manos de su madre, pero no puedo. Ya no puedo más con tanto dolor.
Los accidentes los pongo en la página de «Nuevos accidentes de tráfico», el recuerdo a tantas víctimas lo suelo llevar en los widgets de la sección de Aniversario de ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!, porque no tendría tiempo de estar escribiendo cada día sobre tantas y tantas muertes. Pero están en mí tan presentes como Helena y como me decía, hace unos días, otra madre¡ es tan doloroso estar cada día renovando su muerte!
Por eso hoy quiero hablar de siempre viva, (Limonium Sinuatum), la flor. Como ella.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.