Vitina es el nombre por el que conocen en el mundo motero a una mujer que hace muy poco se quedó viuda. Aún no sé en que circunstancia porque el dolor de las dos nos impide hablar de las circunstancias.
Vitina viene del nombre como se le conocía a su marido «Vito» y al igual que yo he adoptado el de «madre de Helena», ella lo ha hecho con «Vitina».
Pero en su historia hay una diferencia muy importante en relación conmigo. Las dos hemos perdido a un ser muy querido, pero ella tiene un gran tesoro, además de mucha juventud. Es madre de 4 hijos.
Un tesoro sin fondo en el que podrá meter todo lo que tenga y todo lo que pueda, más que sacar, pero un tesoro que le ayuda a vivir y seguir adelante.
A pesar del dolor, tiene mucha fuerza, aunque ella piense que no.
IKEA debería darle un premio porque en su persona se ha cumplido lo de «redecorar su vida» y ha sido la protagonista y la receptora de una historia de solidaridad que muchos periódicos habría sido felices de publicar.
Vitina quiso poner un poco de luz y alegría a esa casa llena de niños. Adaptarla a su nueva situación y estas Navidades, envió a sus niños con sus abuelos y pidió ayuda a un grupo de moteros, sí moteros, esos que cuando nos cruzamos con ellos le decimos improperios porque no hemos visto de donde han salido y a los que adelantamos y nunca pensamos que el aire que provocamos los puede mandar al garete, pues esos.
Muchas asociaciones y grupos deberían tomar ejemplo de los que han hecho entre todos.
Este grupo que pertenece a Lucha Motera, ha ayudado y está ayudando a Vitina y esos niños se han encontrado una casa con cosas nuevas, que aunque no les hará olvidar a su padre, les hará felices, porque son muy pequeños, tan pequeños como de nueve años para abajo.
Vitina, por tu fuerza, por ser madre con futuro, por tus cuatro estrellas, te quiero.
