Creo que esta noche he dormido menos que el famoso «día después». Sí, siempre he dicho que el día que murió mi hija hasta dormir. No recuerdo si me dieron algo o si dormí porque estaba convencida que cuando me enseñaran a mi hija yo les diría: no, no señor, esta no es mi hija.
No pudimos ver el cuerpo de mi hija hasta el día siguiente porque cuando conocimos su muerte, ya estaba en la sala de autopsias, y los domingos no hay forense de guardia, y el lugar donde la tenían ya estaba cerrado. Sí, en el tanatorio de Colmenar Viejo no hay posibilidad de poder pasar la noche con tu muerto. No he sido la única a la que le ha pasado.
Hasta el día siguiente no pude ver el rostro de mi hija. No pude besar ese rostro frío como el mármol, ver por primera vez un rostro que siempre estaba lleno de alegría, triste, muy triste. Es la tristeza de la muerte.
Hoy, otro día siguiente, con más cordura que hace diez años, más consciente de lo que nos había pasado que aquel día, me he despertado triste, muy triste y nuevamente con necesidad de escribir. Porque cuando el dolor arrecia la mejor forma de llorar es escribir. y como ya no es necesaria tinta, las lágrimas son la nueva tinta. Ellas se mezclan con las teclas y forman un pegamento.
Quizás ese pegamento sirva para recomponer los trozos de este corazón partido
Frío como el mármol,
dulce como el azúcar.
Bello, tierno, deseado,
inalcanzable y perdido,
tu rostro en mis manos.
“Al día siguiente” Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
Mi querida hija, la preferida, porque no tengo otra, «tu mamy» no te olvida. Y como yo hay muchas personas. Te queremos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por el alcohol que otro tomó.
Una vez más, lo siento mucho. Mucho ánimo. Admiro tu fortaleza. Cada vez escribes mejor, se notan los años de escritura. Un beso (virtual) muy fuerte.
Gracias, Sonia.
Flor, madre de Helena, gracias por tu fortaleza y por este regalo de amor y entrega. Eres grande como persona, gigante como madre, un bálsamo entre tanto dolor. Abrazo desde el corazón.
Gracias, guapa. Un besazo.