Querida hija, feliz cumple sin velas.
Otro más. Una más que se acumula en el corazón en, en la piel, y que suma, y suma, en la pena.
Seme acaban las palabras como se me acaban las lágrimas, y aún doy gracias que no se me acaben los recuerdos, aunque me produzcan dolor,
Hoy un día de profunda alegría, por haberte tenido, se transforma en tristeza, por no tenerte, por no disfrutarte, por haber podido hacerlo tan poco tiempo, solo veinte años.
Si los que producen muerte fueran conscientes de dolor que causan a los que siguen vivos, no serían capaces de ellos mismos seguir vivos. Pero lo llaman accidente y siguen tan frescos, como el que da un golpecito al aparcar.
No puedo escribir. No me deja la pena.
EL DOLOR
¿Cuánto dolor se puede aguantar? Nunca lo sabrás.
¿Cuánta pena se puede soportar? Nunca lo sabrás.
¿Cuánto puedes sobrevivir?
¿Cuánto, cuánto, cuánto?
Tanto como logres vivir.
¡Cómo te quiero, como te echo de menos!
Mi niña, mi niñita, mi vida entera.
Mi compañera, mi equipaje, mi vida, mi coraje.
Mi Helena.
Flor, madre de Helena.
Publicado viernes, 03 de noviembre de 2006 22:06
Hoy no me habléis de ganadores y perdedores; de vencedores y vencidos.
Vosotros no sabéis lo que es perder. Esto sí que es perder.
Querida hija, te quremos. Siempre, siempre. Hasta el día en el que no recordemos, o nuestros huesos estén junto a los tuyos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por culpa de un conductor borracho.
Como ni un millón de palabras serían suficientes para disminuir ese dolor, os quiero enviar un abrazo desde la distancia, con los ojos cerrados y en silencio…sólo eso.
A Helena, que hoy cumpliría los treinta y todos, besos al cielo.