El pasado día 26 se presentó el libro de Manuel Juliá «Cuarenta Latidos. Una fábula sobre la vida y la muerte». Editorial Endymion Narrativa.
Manuel Juliá es el poeta del que me valgo para poner palabras a los sentimientos de solidaridad y recuerdo en muchos de los aniversarios de nuestros hijos. Su libro «Sobre el volcán la flor» se abre cada vez que hay un aniversario y de él salen esos poemas que una mano invisible elige para ese día.
Creo que he exprimido cada uno de sus poemas, y así han ido apareciendo: «Todo lo que recuerdo», «Olvido» «Epitafio» «Valle sagrado» «Años previos«, «Obstinación«, «Esquina«, «Origen», «Galerías olvidadas», «Alguien llama«, «Serenidad«, «El universo de las piedras«, «Brindis» y otros que ahora mismo no recuerdo.
Este nuevo libro, que es de prosa, sigue siendo un camino por la vida en todas sus etapas y aporta algún otro poema que nuevamente me ha sorprendido:
Estar muerto es mejor que escuchar el mar
un día de niebla, mejor que esperar la lluvia
una mañana de luz confundida,
con las ventanas detenidas en la aurora
porque no se escucha el viaje de la noche.
Estar muerto es mejor que ver las hojas del abedul
acumulando un grito que se esconde entre las piedras,
mejor que ver el esqueleto del almendro
pidiendo volver detrás de las estrellas.
O que ver el asfalto encendido hasta la garganta
de una mañana de verano que sale de las cuevas
donde viven los escarabajos amargos.
Estar muerto es mejor que mojar los pulmones
en una ciénaga que acumula avaricia
de un vino pagano y una sombra sin brazos
que levanta su ausencia al aire para poder respirar
las primeras rayas del dolor de la ceniza.
Estar muerto es mejor que estar vivo
con las manos llenas de noches
y con los ojos llenos de destellos que explotan en un muro
donde nadie escribe ya
todos los colores que existen
detrás de sus piedras y en el silencio frío.
Manuel Juliá, El triunfo de la muerte. “Cuarenta Latidos”
Suerte, poeta. Gracias, paisano, por poner palabras a mis sentimientos. Tendrás que seguir escribiendo más poemas porque no se agotan los aniversarios.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.