Querida Hija: Ya son dieciocho “fin de año” sin brindar, sin pedir deseos, sin felicitarnos, sin buscar algo rojo, sin vestirnos de gala, sin disfrutar, y sin poder besarte y sin recibir esos besos tuyos que daban vida.
Este debería ser mi resumen decimoctavo, pero ya no puedo. Ya no me consuela escribir. Y tampoco sé si tiene sentido. Cada día es peor; cada año es más duro; cada vez es más difícil intentar transmitir normalidad y sentido de continuidad en este mundo. Ya no disimulo, para qué; ¿para no estropear la felicidad de los demás?
Y siempre habrá quien diga que hay que ser feliz por ti, que tú así lo querrías; que en recuerdo de lo que a ti te gustaban estas fechas. ¡Qué sabe nadie!
Nos faltas tú y nuestro mundo; la sociedad en la que vivimos, ya no tiene nada que ver con nosotros, está terminando. Y esa es nuestra sensación de futuro. Un futuro cada vez más incierto, más triste, más inhumano, menos solidario, más artificial, más irreal.
En resumen, cada año que pasamos sin ti, siguen muriendo familiares, famosos, cantantes, escritores, que nos duelen porque conocimos, disfrutamos con ellos, pero el día que te perdimos fue nuestro mayor dolor y ya nada nos producirá mayor dolor.
Querida hija, este año te mando esta canción; y, aunque yo nunca te llamé ángel, porque tú eres mi hada, me ha recordado a tus ángeles, esos que compraste en Roma y que nunca te dio tiempo de enmarcar, como querías. Se titula “Ángeles que nadie ve”, de Paco Damas y Diana Navarro, esa cantante que encontré cuando tú te marchaste y que puso lera y música a nuestro dolor.
Querida hija, te queremos, te añoramos, te necesitamos…no podemos vivir sin ti, porque estar vivos no es vivir.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, a la que mató un conductor borracho