El pasado día 13 de noviembre pude leer un artículo en El País, en la sección de salud, de Joan Carles Ambrojo, sobre el arte de consolar.
Este artículo hace referencia a la obra de Irmtraud Tarr, «El consuelo. El arte de hacer bien al alma» y a Christophe Andrés, «Los estados de ánimo. El aprendizaje de la serenidad».
Un artículo muy interesante, en todo lo que dice, para aquellos que necesitamos consuelo o que queremos consolar, a veces, con poca fuerza pero con mucha empatía.
Este artículo y la revisión del material de años pasados sobre el día de las víctimas de accidentes de tráfico me hacía recordar a aquellos que en años pasados se han acercado hasta El Retiro y han escrito el nombre de sus víctimas.
Así encontraba un recorte de periódico sobre Noemí Guillén Planella, de Badalona que escribía » Muertes gratis», relacionada con su novio muerto en un siniestro de tráfico; Víctor de 19 años, que alguien pego su foto en una de las cruces; “Andrés y Carlos, los amigos de papá, siempre”, escrito con letra temblorosa; y «Ojalá se pudra en la cárcel el asesino de mi hermano, Miguel A. Ramírez. Fuenlabrada”. ¿Qué habrá sido de todos ellos? ¿Habrán encontrado consuelo?
El próximo día 21, nuevamente nos juntaremos aquellos que seguimos buscando consuelo, aquellos que no nos conformamos con «no estés triste» o «no llores», frases que según ese artículo que da título a este post se deben evitar. Aquellos que hemos encontrado consuelo en luchar para que otros no tengan que buscarlo.
Apoyar y escuchar a quien sufre, sin juzgar ni atosigar, es tremendamente curativo. No hay recetas mágicas, pero se puede aprender a hacerlo. Tenemos un cerebro social y para sobrevivir nos necesitamos los unos a los otros.
Si ha perdido el trabajo o a una persona amada o ha sufrido una injusticia, la pérdida suele estar acompañada de sentimientos de aislamiento, soledad y vacío interior. Amortiguar los golpes de la vida puede ser más complejo de lo que parece, pero menos difícil si alguien nos consuela. Este bálsamo para el alma que tienen los seres humanos tranquiliza y reanima y ayuda a recuperar la confianza en el futuro.
… No hay recetas exactas para el consuelo, pero se puede aprender. En primer lugar, es importante escuchar al otro, prestarle atención sin juzgarle. Familia o amigos. «Muchas veces, el mejor consuelo que podemos dar a una persona afligida es decirle que nos importa mucho, que queremos lo mejor para ella…»
No limitéis el consuelo, no dejéis de buscarlo, no permitáis frases como: el tiempo todo lo cura, no llores, ha pasado y ha pasado, al que le toca le toca… Y no dejéis de impartir el consuelo. No hay que decir nada. Simplemente en silencio, acompañar.
Algunas frases o consejos:
«Quererse a uno mismo»
«Primero bañarse, después llorar y luego rezar», decía un filósofo
«la lectura, la naturaleza, la música, la creación artística, los animales domésticos, todo vale para masajear el alma»
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
(Mil gracias para el periodista Joan Carles Ambrojo, que ha persistido hasta que ha sido puesto el artículo en Internet y me ha hecho llegar el link)