La Carta de Virginia (Dedicado a los moteros)
Hace tiempo que quería escribir algo sobre los quitamiedos de las carreteras, tenía pensado hasta el título “Los Quitamiedos ¡Qué miedooo!». Pero quería hacer algo bien, quería ilustrarlo con fotos, para que se viese que, aunque ahora los soportes verticales que sostienen la banda horizontal, ya no es un raíl, siguen siendo un elemento con el que golpearse no debe producir nada bueno.
Pero sobre todo me llama la atención las terminaciones de los quitamiedos. Si tienen que estar sujetos al suelo, en la mayoría lo que hacen es poner encima cemento, con lo que se crea otro elemento de peligro, una especie de montículo con el que es fácil golpearse.
En otros, el final de la banda se dobla sobre su extremo, con lo que parece que ya evitan el peligro, no queda un filo cortante, pero da igual, en la mayoría este doblez no está sujeto con nada y al final queda al aire el filo de la navaja.
Sé que los moteros se reirán de mi forma de contar esto, disculpadme yo no sé decirlo de otra forma.
Pero lo que podéis estar seguros es que siempre que voy en coche y desde que me surgió esta idea, me voy fijando en los guardarraíles, creo que es así como vosotros lo llamáis.
Siempre soy yo la que escribo una carta a alguien hoy será al revés. Publicaré una carta de una persona que ha perdido a su amor por estos guardarraíles.
Leyendo su carta me ha recordado mucho las que yo he ido escribiendo. Son las mismas cosas, los mismos sentimientos, la misma pérdida.
El pasado día 4 hubo una manifestación de moteros aquí en Madrid y entre sus manifestaciones y reivindicaciones leyeron “la carta de Virginia”.
Sólo en una cosa no estoy de acuerdo con Virginia:
Dices que los padres de tu amor se han quedado sin la posibilidad de ser abuelos. Yo no lo creo así. Tú eres muy joven, puede que algún día seas madre, no cierres la puerta, tus hijos pueden ser los nietos de los padres del que durante mucho tiempo ha sido tu amor.
Nosotros no tenemos más hijos. Era nuestra única hija. Ella mantenía una relación casi desde niña, aunque para nosotros, sus padres, seguía siendo “su amigo”. Álvaro se llama su amor.
Yo tampoco tengo posibilidad de ser abuela, pero estoy convencida, que si él algún día tiene hijos y quisiera traérmelos, para mí serían como los nietos que no he podido tener de mi hija.
Virginia, nunca vas a querer a nadie como a él, pero tienes que crear futuro, por él y por todos los padres que ya no podremos tenerlo.
Un beso.
A continuación, la carta de Virginia:
“¿Cuántos muertos hacen falta?
Leo llena de rabia e impotencia en el periódico del domingo y del lunes las noticias de las muertes de Martín e Isidro con sus motos contra los malditos guardarraíles, y la opinión de Fernando Sanz (con la cual estoy de acuerdo totalmente), y no puedo reprimir las lágrimas. ¿Por qué? Porque yo, el 11 de diciembre pasado perdí a Jesús, el amor de mi vida, de la misma manera.
Se cayó con su moto y un maldito guardarraíl asesino le mató en el acto y acabó con su maravillosa vida con sólo 33 años… y acabó con nuestros planes de pareja y todos nuestros proyectos e ilusiones. Acabó con nuestro amor, porque aunque yo vaya a estar enamorada de él toda la vida, no lo tengo a mi lado… y eso hay que vivirlo para saber lo que es.
Y hay un padre y una madre que nunca más podrán disfrutar de ese hijo y de las alegrías que les iba a dar (entre otras cosas, ya no podemos hacerles abuelos) Y hay tres hermanos que toda la vida han sido cuatro y ahora son sólo tres (y eso es como cuando a una silla le falta una pata y cojea) Y hay toda una inmensa familia que nunca más verá a su primo, su sobrino, su tío, su ahijado, su nieto, su cuñado, su yerno. Y una empresa que sin él no tiene el mismo sentido, tiene la pena de sus compañeros: su padre, su cuñado y Ramón.
Y hay una cuadrilla de amigos maravillosos que ya no somos 20, somos 19 (yo soy la impar) con mil historias vividas, y las que quedaban por vivir, que ya no pueden ni tomarse una caña con él, ni reírse con él y disfrutar de la vida como lo han hecho hasta ahora. Y cuento todo esto porque yo le prometí a Jesús que iba a hacer todo lo que pudiese por conseguir que se cambiasen los malditos guardarraíles asesinos, porque él es el seis mil y pico muerto por ese motivo, Martín e Isidro son también el seis mil y no sé cuánto y no hay derecho.
¡Ya está bien! No son números, son personas. Y pierden su vida, y sus familias y amigos pierden parte de su vida con ellos (yo, personalmente, ya no tengo mi vida tan feliz, tengo una vida rara que no sé cuánto durará) Por eso me pregunto: ¿cuántos muertos más le hacen falta a la Administración y sus responsables para evitar esta auténtica sangría? Y esto sin contar los 5.000 y pico amputados y a los ciclistas, de los cuales no tengo cifras pero sé que son muchos. Yo me he movilizado porque no me da la gana de que nadie pase por esto (tengo ya 1.000 firmas, pero hace falta que la gente se conciencie) Todas mis fuerzas para las familias de Martín e Isidro y, si queréis uniros a mi lucha, tenéis todo mi apoyo.”
Esta carta la encontré en el blog de Javier Costas. Un joven, que áun siendo joven, se dedica también a la Seguridad Vial.