A veces, me sorprendo de cómo puedo ser capaz de leer las noticias, que cada fin de semana, describen la muerte de nuestros hijos dentro de un amasijo de hierro.
No me sorprendo de que, siempre, antes de terminar de leer la noticia esté llorando.
En cada una de esas noticias revivo mi pena y mi dolor.
La noticia dice «Muere una mujer tras empotrar su coche bajo un remolque en Leganes«. Una mujer, igual decía en la noticia de mi hija. Una mujer. ¡Una niña!. ¡Son 19 años!
El final de una noche feliz. Ella muerta, su amiga en muerte cerebral y 3 chicos más heridos, cada uno de diversa consideración.
Dicen que la velocidad. La velocidad, el alcohol, falta de experiencia ¿Quién sabe? El resultado es siempre el mismo. La muerte de personas que no han comenzado a vivir y el rastro dejado igual para todas las familias: dolor.
Pero como convencer a estos jóvenes de que bailan con la más fea: «La muerte«.
Cada día que leo una de estas noticias, además de llorar, siento una impotencia tremenda. Siento que nosotros, los padres, somos los culpables. Que no lo estamos haciendo bien o que no sabemos hacerlo.
¡Con lo que cuesta sacar adelante a un hijo! ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos traer al mundo seres para que su vida sea tan corta? Digo yo que algo habrá que hacer.
Siempre pensé que lo de salir de noche sería una costumbre pasajera. Aunque, da igual, mi hija murió a las 4 de la tarde y el culpable iba de alcohol hasta el culo.
A los padres de esta chica y a los de los compañeros heridos no les va a consolar la causa por lo que se produjo este fatal golpe. Da igual. El exceso de juventud trae esto, pero nosotros, los que ya no tenemos juventud y los que perdemos la poca que teníamos después de una historia como esta, tendremos que hacer algo. Todos. A la vez. Porque no sirve de nada que unos padres se nieguen a que sus hijos conduzcan por la noche, beban o malgasten su vida si hay otros que no hacen nada por impedirlo.
No me canso de repetir esta frase: Vuestro dolor es también el mío, porque, antes, ya fui yo. Y no es prepotencia, es sólo que voy por delante en este camino de dolor.
Queridos padres de Laura ¡Cómo me gustaría que no tuvierais que pasar por esto! Pero, desgraciadamente y a mi pesar, os tengo que dar la bienvenida.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
te espera aún con amoroso afán,
y vendrás o iré yo, bien de mi vida,
allí donde nos hemos de encontrar.
Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
………….que no morirá jamás,
Rosalía de Castro