(El hada Helena, según Pilar)
Llegaron a las puertas de urgencias como llegan casi todos, nerviosos, corriendo, con la cara llena de horror, pidiendo que les confirmen una frase, un pensamiento, “dígale a la de negro que se vaya que aún no me ha llegado la hora”
En un segundo, un revuelo de médicos, enfermeras y camilleros, ayudaron a la mujer que pedía auxilio para su marido. Y sin haber llegado a dar los datos ni información sobre lo sucedido, corrió como la pólvora que era un accidente de tráfico.
-Rápido, rápido, no tiene apenas pulso- decía la enfermera.
-El desfibrilador, rápido, el desfibrilador- gritaba un médico.
-Córtale la ropa, no te entretengas en quitársela- le decían a un enfermero.
Y Samuel, el hombre que había entrado y que todos suponían que había tenido un accidente de tráfico, escuchaba, pero no podía pronunciar palabra.
Mientras, su mujer, que casi no había visto cómo desaparecía por la puerta de “críticos”, esperaba que le diesen información. Nunca había visto tanta rapidez en urgencias. Pensaba que su marido iba mal, tal como él mismo le había dicho pero no esperaba una respuesta tan inmediata. Sí que debía estar mal para que los médicos hubieran reaccionado tan rápido.
Por fin vino un médico y le preguntó cómo había sido el accidente, dónde se había golpeado.
-¿Qué accidente?
-Alguien nos ha dicho que era un accidentado de tráfico. Concretamente un accidente por alcance.
-No, no señor. Ha comenzado a sentirse mal, a marearse y el pecho le dolía mucho.
-¡Ah! Es igual, lo importante es que nos hemos puesto enseguida con él y todo apunta a que es un infarto. Pero no se preocupe, está bajo control y de esto no se va a morir. Ya está en la UCI y le iremos informando.
A su mujer no le extraño el diagnóstico, aunque sí le preocupó mucho. Su marido tenía siempre demasiada tensión, prisas, y casi era previsible que esas prisas le pasaran factura.
A la hora de conducir también mostraba esa mismas prisas. Parecía que siempre le faltaba tiempo para llegar. Se pegaba al culo del coche que le precedía y no paraba de arrimarse hasta que podía adelantarle, o el otro coche se apartaba y le dejaba pasar.
-¡Venga lento!- Era su frase más habitual.
Acababa de realizar uno de esos adelantamientos cuando se tropezó con un accidente de tráfico. La vía estaba prácticamente cerrada y ocupada por los coches de la policía, la ambulancia y los coches siniestrados. Un agente de tráfico gesticulaba para dar paso a los coches por el pequeño espacio que quedaba libre. Iban pasando de uno en uno y se demoraban en hacerlo para observar el accidente.
Los sanitarios de la ambulancia estaban en ese momento atendiendo a uno de los heridos que parecía estar en un estado muy crítico. Samuel pasó muy cerca. Demasiado para no reconocer a la persona que estaba en el suelo.
-¿Qué? ¡Dios, no puede ser! Me estoy volviendo loco.
El agente hacia ademán de que siguiese pero Samuel había parado y con cara de pavor, no apartaba su mirada de la camilla. Después, se fijo en el coche que había perdido su morro introduciéndose en el coche que le precedía.
-¡No, no puede ser! Gritaba con verdadera desesperación a punto de romper a llorar.
Unos repetidos golpes sobre su hombro, casi zarandeándolo, lo hicieron reaccionar.
-Samuel, Samuel. Despierta, vamos, despierta.
Samuel reconoció la voz de su mujer.
-En el hospital te recomendaron mucha calma y tranquilidad, si sigues tan alterado te va a repetir el infarto.
-¡Gracias a Dios! Era un sueño. ¡Qué horror!
-¿Qué sueño?
-Soñaba que había tenido un accidente. Me había empotrado contra otro coche y veía como me recogían del suelo, en muy mal estado. ¡Era yo! ¡Veía mi propia muerte!
-Eso ha sido por la confusión que tuvieron en el hospital. Estás obsesionado con el tema. No lo pienses más.
Aún estaba inclinada tratando de tranquilizar a su marido, cuando vio, apoyada en el cabecero, una mariposa.
– ¿Y esta mariposa, de dónde ha salido? Fuera, largo. Lo que nos faltaba que se llene la casa de estos bichos.
(Mariposa de un dibujo de Helena)
La mariposa salió por la ventana que la mujer abrió. Era diciembre, casi Navidad, no era tiempo de mariposas, de dónde habría venido. Tampoco encontraba explicación a la confusión en urgencias, esa que había producido la pesadilla de su marido.
-No crees que te has pasado con el sueño, Helena. Por poco le da otro infarto a ese pobre hombre.
-¡Qué va! Recuerda que le he salvado la vida, no iba a quitársela después de haber cambiado un accidente mortal por un infarto. Pero tenía que hacerle ver lo que puede producir con sus prisas.
-¿Y crees que con el sueño va a dejar de pegarse al coche que se le ponga por delante? ¿Crees que va a dejar de correr?
-Tú encárgate de extender tus alas sobre los que están bajo tus cuidados que de los violentos viales ya me encargo yo.
(Hada, según Virtu)
Samuel, en la siguiente revisión, refirió el angustioso sueño que había tenido a su cardiólogo, y éste le dijo –Creo que le hemos salvado la vida por dos veces. Y, por consiguiente, también la de otros. Espero que, a partir de ahora, “rápido, rápido”, le recuerde al día que llegó aquí, para nosotros, por un accidente de tráfico.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
Alcobendas, 24 de Diciembre de 2011
Nota del autor:
Este cuento de Navidad, este año, está dedicado al personal de Urgencias, UCI y cardiología, del Hospital “La Moraleja”.