Hoy he tenido un nuevo sueño. No, no se trata de que mi nueva situación me haya hecho plantearme un nuevo sueño en mi vida, es algo más cotidiano, más habitual, es que he tenido un nuevo sueño en el que aparecía mi hija.
Era ella pero más pequeña, empequeñecida, delgadita.
Sabía que desde el día en que habíamos tenido ese tremendo susto, a ella le había afectado de tal forma que había desmejorado considerablemente, pero es que en ese momento observaba que el deterioro era mayor de lo que yo pensaba.
De repente me daba cuenta que antes, cuando ella me abrazaba, me rodeaba con sus brazos, casi en totalidad todo mi cuerpo y su cara quedaba por encima de mi cabeza, dándome capones con su barbilla. Aunque ella quería que fuera yo la que siguiera abrazándola, eso era ya imposible porque ella era más grande que yo.
Esto no podía seguir así, tenía que ir al médico y contárselo. Mi niña estaba menguando. Desde ese día estaba más pequeña. Tenía que hacer algo porque algo no funcionaba ¿Qué le estaba pasando…?
Y así, angustiada, me he despertado.
No, no puedo ir al médico con mi niña. No puedo porque no está aquí y lo que al principio parecía que era angustioso y algo que tenía que resolver, se ha convertido en un verdadero problema, imposible de solucionar.
«Era apacible el día
y templado el ambiente
y llovía, llovía,
callada y mansamente;
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría»(Rosalía de Castro)
(Este sueño se convirtió en un cuento titulado «baño nocturno» y fue publicado en una revista, junto con otros cuentos de alumnos de Espido Freire)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.