Se cumplen dos años de la pérdida de Juan, en esa famosa curva, que la lucha de una madre ha conseguido modificar.
Pero lo que no hay forma de modificar es el dolor por su pérdida.
Juan, un joven sano, alegre, deportista, iba a controlar un partido, perdió su vida por las cosas mal hechas, por la desidia de muchos, por el abandono de una carretera, y será más difícil conseguir justicia que cuando el siniestro se produce por la culpa de otro conductor.
Pero eso no es impedimento para una madre. Esther comenzó su guerra particular hace dos años cuando nunca se resignó a pensar que su hijo había tenido la culpa o que las circunstancias atmosféricas habían causado la desgracia. Ella ha tenido la fuerza y el coraje de levantar cabeza y luchar para que otros hijos no se queden en este punto, y ahora quiere seguir con otros puntos negros.
También es verdad que recibió mucha ayuda de su hijo.
Ahí está la esquina, todavía en peligro
detrás de los cubos de basura
que enfría el cielo
cerca de una farola que aguanta en su puesto
como un centinela que dejaron abandonado
después de una batalla perdida
y ahí está la esquina, su increíble calma
su olor de miedo, su devota condición
de escenario que busca sus últimos personajes
ahí está la esquina, como un estallido de vacío
que ya no tiene otra cosa que hacer que dormir
en el reino nocturno de los silencios.
Esquina. Manuel Juliá. «Sobre el volcán la flor»
Éste es el poema que me ha salido hoy cuando he abierto el libro. Salen solos. No sé quién hace la marca.
Querida Esther, sabes que hoy también estoy contigo.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.