María es la única abuela que sobrevive a Helena. La abuela Margarita, su otra abuela, nos dejó en Marzo de este año.
María es una mujer que llegó a esta ciudad en los años 60 y que toda su vida estuvo marcada por el trabajo y que nunca pudo ir a la escuela. Hace unos años, cuando casi tenía 80 años, decidió que era el momento de ir a la escuela.
Desde entonces, todos los lunes va a una clase, en el centro del jubilado cercano a su casa y recibe clases de Manoly, su maestra.
Manoly es una mujer que realiza esta labor por puro voluntariado y cada lunes se une a un grupo de mujeres, que por sus edades más tendrían que ir a acompañar a sus nietos a la escuela que no ellas, pero que intentan aprender aquello que no aprendieron en su momento.
Manoly tiene que adaptarse a las que por fin han aprendido a escribir y a las que comienzan a conocer las primeras letras. ¡Este sí que es un trabajo duro!
No tiene que luchar con los adolescentes contestones y violentos que más de un profesor se encuentra, pero, en contra, tiene delante a unas personas con un cerebro ya saturado de experiencias duras de esta vida y que les queda poco espacio para almacenar más letras y palabras.
Aún así, ella no abandona, no pierde la esperanza, aunque cada curso una de estas alumnas haya aprendido a reconocer las letras, ya se da por satisfecha. Pero no crean que no es una maestra exigente, tal como dice mi madre, les exige y sobre todo en la lectura.
María, cuando vivía Helena y tenía alguna duda, la llamaba y le preguntaba. Era curioso, nunca me lo preguntaba a mí, siempre preguntaba por Helena y le hacía a ella la consulta. A veces, Helena tenía que ir hasta su casa para verle y explicarle algo que ella no entendía. Supongo que pensaría que su nieta tenía los conocimientos más recientes que su hija.
Y siempre le hacía la misma confidencia: ¿Tú crees que aprobaré?
Desde que Helena no está, ya no pregunta a nadie sus dudas y no dice lo de ¿Tú crees que aprobaré? Esa frase que para ella era como un juego, la forma de relacionarse y ponerse a igual altura que su nieta, ya no tiene ninguna gracia.
Como Manoly hay muchas personas en esta ciudad que realizan una gran labor. No sé si conseguirán que sus alumnos lleguen a aprobar algo, porque no tienen por qué hacerlo, pero en el caso de Maria, han conseguido que lea mejor, todavía con dificultad y escriba, cosa que no hacía.
Gracias, Manoly, por hacer que cada lunes un grupo de mujeres tengan la ilusión de ir a tus clases y recoger tus enseñanzas.
Quizás nunca llegues a tener la satisfacción de que una de tus alumnas llegue a realizar unos estudios de gran envergadura, sobre todo porque, desgraciadamente, no les dará tiempo, pero creo que te sentirás satisfecha con el sólo hecho de tenerlas delante de ti, esperando que les eches la bronca porque no han leído demasiado desde el último día de clase. Tú sigue insistiendo, que algo queda.
Es admirable tu labor.
Flor, madre de Helena, hija de María.
Publicado domingo, 16 de diciembre de 2007 18:08 por FZ_madredHelena