Llevo diez años, haciendo y deshaciendo una labor, realizada con los restos de un poncho que le hice a Helena.
Lo llevaba el día que la mataron. Lo recuperé del coche. No creo que lo llevara puesto, porque la ropa que llevaba puesta, me la devolvieron, junto con su reloj roto y parado en las 16:15, su alianza, sus pendientes y la gomita del pelo. El poncho lo recuperé del coche, junto con sus zapatillas ”Merceditas” que acababa de estrenar, y su bolso que me lo entregó el de la grúa. Que digo yo que, cómo los efectos personales no los custodia la guardia civil, en lugar de dejarlo en depósito al señor de la grúa.
El poncho estaba todo agujereado. Lo deshice, y no consigo hacer nada con él que, cuando lo termino, me guste.
Hoy, he encontrado el cuaderno donde tenía apuntado cómo hice esa labor, la cantidad de lana, los puntos echados, y hasta lo que me costó la lana. Es una antigua agenda de Helena que me pasó a mí.
Alguien me dijo que no se debe hacer una prenda de lana a alguien que se quiere, porque trae mala suerte. No sé si este dicho estará fundamentado, pero la verdad es que no he vuelto a hacer nada de lana para nadie, sólo para mí.
El poncho, lo disfrutó muy poco Helena, sólo un par de meses, y sigo deshaciéndolo.
Esa dichosa manía mía de apuntarlo todo, y no tirar nada.
(Helena con su poncho)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
Pues yo creo que a esa hadita que yo te hice, con las telas que tú me regalaste, le quedaría bien un poncho en miniatura de esa lana… El color es perfecto.
Un abrazo fuerte fuerte mi querida Flor!
Uf, está muy guapa como está. No quiero estropearla.
Abrigarla un poco para el frío invierno 😉