Si hay una época del año en la que no me gusta faltar a mi cita con este blog esa es el 1 de noviembre, fiesta de los santos y difuntos, y para mí, “Truco o trato”, pero este año todo se confabuló para que no pudiera escribir ese día.
Desde hace 7 años, creo que todos he escrito sobre Halloween, los jóvenes o los difuntos. Y este año quería hacerlo sobre las víctimas del Madrid Arena, pero no fue posible.
Por eso, con un poco de retraso, este es mi post de este año en la fiesta de los difuntos, porque desde el año pasado, esta fecha, además de recordarme a Helena, mi hija, y su “Truco o trato”, me recordará a Rocío, Katia, Cristina, Belén y Teresa, las cinco jóvenes que perdieron la vida en Madrid Arenas, un lugar que debía haber sido de diversión y que terminó siendo una trampa mortal.
Ha pasado un año y para los familiares de estas jóvenes se ha conseguido poco, salvo que sus vidas cambió por completo y la pena y la rabia apareció en sus hogares. Pero es que la justicia es lenta, muy lenta, y un año es muy poco para conseguirla. Algunos se tiran años y jamás la consiguen.
Isabel, la madre de Cristina, lo intenta con todas sus fuerzas, y aunque para ella se avance poco, siempre, por poco que sea, las víctimas van por delante de la justicia: ha impulsado una campaña para recoger firmas para un cambio en la “Ley de espectáculos”.
También hay una campaña para conseguir que el estadio Madrid Arenas cambie de nombre para recordar a las víctimas. Y en Madrid se ha dado el nombre de dos de las víctimas a una plaza.
Son testimonios, eventos, homenajes y acciones que sirven para el recuerdo de las víctimas y para que sus familiares puedan sobrevivir, porque cuando se pierde a un hijo por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos, tienes que inventarte una nueva vida, tienes que buscar justicia o intentar que aquello que produjo la muerte de tu hijo no se lleve a otros. Al menos, a mí me sirvió. Pero ni calles, ni plazas, ni monumentos nos devuelven a nuestros hijos o nos restan dolor.
En este suceso hay más implicados de los que aparentemente hay. Son muchos los culpables por omisión, pero en este país la palabra dimitir no existe, tampoco la de reconocer la culpa. Nadie se considera culpable, y muchos utilizarán la palabra accidente para algo que pudo haberse evitado, uniéndolo a la palabra fatal, desgraciado, triste, etc.
Será difícil cambiar el nombre del lugar en el que el egoísmo de unos y la negligencia de otros hicieron perder la vida a cinco jóvenes que apenas habían comenzado a vivir. No sería justo que pusieran el nombre de sólo una de ellas, y el de las cinco juntas tampoco es posible.
Por mí, que desaparezca, que no vuelva a abrir su puertas. Y seguir llevando el nombre de Arena es, también, la marca, el estigma que portará para siempre. Algo como sucedió con «Alcala 20», otra tragedia y otra ergüenza.
Pero si me piden un nombre yo le pondría “Truco”. Sí, “Truco”. Esa noche no hubo trato y sí mucho truco: de entradas, de seguridad, de responsabilidad. La vida hizo truco y los culpables tienen la facilidad de hacer un trato, algo que nunca podrán hacer las víctimas. Porque, para empezar, los culpables no están en la cárcel, y el dinero y el poder lo pueden todo.
Un fuerte abrazo a todos los familiares de las víctimas. Sé por lo que estáis pasando. Mi solidaridad y mi afecto.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.