El día 18 de mayo, Almudena Grandes titulaba su columna en El País «Maternidad». Yo me permití contestar con una carta que se publico en la sección de «cartas al director» titulada «Victimas de la carretera».
Hoy, traigo hasta aquí ambos textos, en recuerdo de los 62 militares muertos en el Yak -42.
Para todas esas madres que perdieron a sus hijos.
ALMUDENA GRANDES
Maternidad
ALMUDENA GRANDES 18/05/2009
Primero, suspender los anticonceptivos. En ese instante de responsabilidad, comienza la angustia. ¿Podré? ¿No podré? Luego, una rayita azul, una palabra en un papel, una angustia distinta. ¿Tendrá cinco dedos en cada mano, en cada pie? ¿Nacerá con hígado, con pulmones, con todos los órganos en su sitio? La legendaria dulzura de la espera es en realidad una infinita serie de pequeños y amargos sobresaltos. ¿Por qué está tan quieto, por qué no da patadas, por qué me duele aquí? Entretanto, la prodigiosa maquinaria de la naturaleza cumple su función sin equivocarse. Y nace un niño, una niña.
Un instante de paz, porque tiene 20 dedos, y sigue otro con los ojos, y responde a los estímulos previstos, y muchas más preguntas sin respuesta. ¿Por qué no anda, por qué no habla, por qué llora, por qué no duerme bien, por qué no gana peso? Y el niño, la niña, anda, habla, deja de llorar, duerme, engorda, crece, pero la angustia no se disuelve. ¿Por qué no tiene amigos, por qué nunca aprueba todas, por qué está tan rebelde? Hasta que llega un momento en el que el fruto de tantos temores acumulados se convierte en una persona autónoma, con ideas, con sensibilidad, con sentido de la responsabilidad. Una persona que se sube a un tren, o queda con un ex novio, o abandona a su pareja, o se enfrenta al portero de una discoteca, o va a una manifestación, y muere asesinada en un instante, en un instantáneo y supremo acto de maldad que corta de un tajo un hilo tejido con todo el amor, toda la angustia del mundo.
He pensado muchas veces en escribir esta columna. La escribo hoy porque no consigo arrancarme de la cabeza las imágenes grabadas dentro de un vagón de metro. La escribo pensando en la madre de Carlos Palomino. En las horas que faltan para que se publique, no sé cuántas madres más compartirán la desgracia de habérmela inspirado.
Víctimas de la carretera
FLOR ZAPATA RUIZ (Madre de Helena, que murió en un mal llamado accidente, por el alcohol que otro tomó.) – Alcobendas, Madrid – 22/05/2009
El día 18 de mayo, Almudena Grandes titulaba su columna Maternidad. Y, como madre, desgranaba las alegrías y las angustias que supone tener, criar y educar a un hijo. Aún sin experimentarlo, se ponía en el lugar de las madres que por diversas circunstancias los hemos perdido.
Pero me ha llamado la atención que la autora no recordara un motivo muy habitual, casi diario, aunque a veces sólo se nos informa en fin de semana.
Sí, me estoy refiriendo a los muertos en las carreteras. A esas víctimas de violencia vial. A esos que mueren por el alcohol que toman otros, por la velocidad excesiva de otros, por la falta de respeto a la propia vida y a la de los demás. Esas víctimas de violentos que producen la muerte con un arma también letal: un coche.
En lo que va de año, más de 600. Pero a estos muertos la sociedad los sigue viendo como accidentes de tráfico. Casi nadie se plantea que detrás de un mal llamado accidente de tráfico suele haber un culpable que, muchas veces, será declarado culpable de homicidio cuando en realidad, con sus acciones, es un asesino.
Aun así, querida Almudena, gracias. Como tú bien dices, me considero una más de esas madres que te han inspirado tu sentido artículo.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena
Publicado martes, 26 de mayo de 2009 20:00 por FZ_madredHelena
ALMUDENA GRANDES 18/05/2009
FLOR ZAPATA RUIZ (Madre de Helena, que murió en un mal llamado accidente, por el alcohol que otro tomó.) – Alcobendas, Madrid – 22/05/2009