Lo único bueno que tiene abril, este mes aciago para mí, es que florecen las calas de Helena.
Helena llegó de Ámsterdam el 8 de abril de 2005, venía a pasar 15 días, y en casa había abierto la primera cala. Cuando lo vió dijo: «¡Ay, mi cala!». Después, mi casa comenzó a llenarse de calas. Aparecieron donde yo no las había sembrado. Mi terraza se llenó de ellas, repartí a mis amigas, me encontré otras madres que habían perdido también a sus hijos a los que les gustaban o ellas mismas tenían calas.
(En el jardín de Manuela, en recuerdo de su hijo Edu. Al fondo aparecen las calas que plantó su hijo)
Comencé a encontrar calas en los lugares donde iba. Me comenzaron a enviar calas para Helena. Y en decoración, las calas se pusieron de moda.
Ayer recibía las fotos de las calas de mi amiga Maribel, que también se las regalé yo:
(Las calas de Maribel)
Helena tiene en su morada la primera maceta que este año tuvo flor, y mi terraza está hoy llena de flores.
Esas flores de cala que iban a ser el ramo de novia de Helena, si un conductor borracho no hubiera acabado con su vida.
Gracias, Maribel, amiga, por tus fotos, son preciosas. Helena está por todos los rincones de nuestras casas y en nuestros corazones, y yo os lo agradezco.
(Azulejo de la artista pacense Victoria Navarro)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.