Hay personas a las que no podemos denominar como amigos, pero a las que tratamos, vemos, con las que hablamos y compartimos, más que con los propios amigos.
Así sucede con la panadera, el frutero de la esquina, la farmacéutica, la óptica de toda la vida a la que acudimos cada vez que tenemos un problema con las gafas, los camareros de la cafetería debajo de casa, o los dueños del restaurante en el que tantas veces comemos.
Como en estos tiempos de pandemia he dejado de tener vida social, hay personas a las que ya no veo con tanta frecuencia.
Ayer me encontré con la hija de una de estas personas, y me enteré que había fallecido, en estos días de pandemia, por complicaciones después de una intervención quirúrgica, y debido al estado en el que se encuentran los hospitales hoy en día.
Ella decía que estaba convencida que existía un protocolo para las personas de más de setenta años, y su madre había tenido y cumplido todas las fases. Ella decía que no son dioses, pero es muy triste perder a nuestros padres porque son mayores y los más vulnerables.
Y yo digo que ya les hemos evitado a los sanitarios tener que escoger a quién salvar la vida. Ya lo han hecho los que siguen negando esta pandemia y lo justifican como una gripe más; los que no quieren vacunarse, poniendo en peligro la vida de los demás; los paranoicos que creen que todo esto es para tenernos controlados; los que dicen que la vida tiene que seguir con bicho o sin bicho, que es lo mismo que los que tenemos que vivir, después de perder a nuestros hijos, porque está claro que la vida sigue, no espera. Pero los que más culpa tienen y los que más han facilitado esta situación son los gobernantes y gestores que han decidido no aumentar el personal sanitario.
Recuerdo a esta mujer que nos ha dejado, de figura frágil, pero fuerte en el trabajo para ayudar a sus hijos, que un día, sabiendo de mi pérdida, y queriéndome consolar, me contó que ella también perdió a un hermano y lo que su madre sufrió por ello hasta el final de sus días.
Tenía setenta y seis años, los cumplió en el propio hospital, pero no era una anciana, como últimamente nos quieren hacer pensar o sentir. En estos tiempos de pandemia se están marchando muchas personas que con esta edad les quedaba mucho por vivir.
Estamos acostumbrados y tenemos asumido, que los padres tienen que morir, y durante esta pandemia parece que todas las muertes de estas personas están justificadas, pero una vez más, en su gran mayoría, se cumple la dedicatoria de este blog: …Por la acción de otros, Por la omisión de tantos, Por la culpa de todos.
Echaremos de menos tus ricos guisos, y tus aperitivos, pero te veremos siempre que entremos en tu restaurante. Descansa en paz.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.