El pasado día 31 de mayo, tuve la suerte de dar una pequeña charla sobre los accidentes de tráfico en el colegio de adultos Valle Inclán de Alcorcón.
Esta es mi segunda charla en este colegio, y si en la primera, a la salida, una mujer me esperaba para decirme que ella misma cuando era una joven esposa, perdió a su marido y ella y su hijita sufrieron heridas de las que sufren secuelas desde entonces, por uno de esos accidentes de tráfico, en esta ocasión me encontré con una nueva víctima.
Cuando ya había terminado mi parte y el policía de Seguridad Vial comenzaba con su exposición, un joven rompió a llorar.
Y aunque sé que muchos de los jóvenes que asisten a estas charlas van de duros y no quieren, algunos, casi prestar atención, para que su dureza no se resquebraje, aunque por debajo late un tierno corazón, no podía creer que uno de esos jóvenes se hubiera emocionado de tal forma.
Enseguida supe que ese chico debía ser un chico muy especial.
Acompañamos al chico fuera de la sala para consolarle o calmarle y cuál fue nuestra sorpresa cuando el joven nos contó que hacía poco que él mismo había perdido a su padre, taxista, por uno de esos accidentes que tú no provocas y con el que, el destino, la casualidad, el momento, te alcanza de pleno.
El taxista se llamaba Martín, mejor dicho, Martiniano, rectificó su hijo, y lloraba por esas muchas cosas que ya no podría hacer con su padre.
Me conmovió este joven que tiene una madre que sigue adelante por él y su hermana. Me sentía culpable de haberle traído, nuevamente, el dolor a su memoria.
Roberto fue uno de los primeros chicos que entró en la sala. Se sentó en la primera fila, esa era buena señal, y bromeaba con el resto de sus compañeros antes de comenzar nuestra exposición. Nada apuntaba a que esa alegría se transformaría.
Pero nuevamente llegó la calma a él y me encantó el abrazo con el que nos despedimos.
Madre de Roberto, no sé si algún día llegará este escrito hasta tus manos pero quiero decirte que tienes un hijo muy, muy especial. Que tienes dos tesoros. Que mi marido o yo misma habríamos dado la vida a cambio de que la de nuestra hija siguiera en este mundo. Que te quedaste sin compañero, sin marido, pero él siempre estará ahí a través de tus hijos.
Este blog está lleno de madres sin hijos, pero también da abrigo a personas que han perdido a otros seres queridos. Si algún día quieres visitarnos, serás bien recibida. Un abrazo fuerte, y cuida de Roberto.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.