Mis visitas al cementerio

Mis visitas al cementerio

Mis primeras visitas a un cementerio, consciente de lo que ello significaba, comenzaron a producirse cuando tenía 18 años.
Mi primo Jesús, un joven de 16 años, con un carcinoma igual que uno de los hijos de Kennedy y por la misma época, no lo superó. España, en aquellos tiempos, distaba mucho de tener una medicina parecida a la de Estados Unidos.
Mi primo, que más que primo fue como un hermano, llegando a convivir con nosotros durante algún tiempo, fue el primer golpe que recibí de esta dura vida.
No podía visitar con frecuencia el cementerio donde se encuentra, porque me queda un poco lejos, en Tarragona, pero en aquel tiempo, era un cementerio precioso. Cumplía todos los requisitos de la canción de Serrat: «En la ladera de un monte, más alto que el horizonte quiero tener buena vista…cerca del mar…
Sí, así era el primer cementerio que visitaba por alguien muy querido y muerto en la flor de la vida.
Pero salvo a este, no me gustaba ir a los cementerios, es más, casi nunca cumplía con la misión social de ir al cementerio cuando se moría alguien conocido. No podía, sentía vergüenza, el muerto parecía más mío que de nadie.
Ahora, tengo la necesidad de ir con mucha frecuencia.
El cementerio donde reposa mi hija es también muy especial. Un manto verde, salpicado por miles de flores y algunos árboles es ahora su techo. Un cementerio al estilo americano, donde no existen grandes tumbas ni mausoleos. Rodeado de naturaleza y ligeramente elevado, desde allí casi divisa nuestra casa.
Sólo le falta el mar para que también fuera como en la canción de Serrat.
Al principio, sólo visitaba a mi hija, no tenía a nadie más allí, pero poco a poco, este cementerio se va llenando de jóvenes, que nunca conocí, pero que por desgracia, han seguido el mismo camino que mi hija.
Ahora, cada vez que voy, tengo que hacer un recorrido y a veces, comparto las flores que llevo a Helena con estos otros jóvenes.
Me preocupa que mi recorrido, cada vez, es más largo.
«Tierra sobre el cadáver insepulto
antes que empiece a corromperse…, ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
bien pronto en los terrones removidos
verde y pujante crecerá la hierba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!
Jamás el que descansa en el sepulcro
ha de tornar a amaros ni a ofenderos.

¡Jamás! ¿Es verdad que todo
para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.
Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
te espera aún con amorosa afán,
y vendrás o iré yo, bien de mi vida,
allí donde nos hemos de encontrar.
Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
………….que no morirá jamás,
y que Dios, por que es justo y porque es bueno,
………….a desunir ya nunca volverá.
En el cielo, en la tierra, en lo insondable
………….yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.»

Era apacible el día. En las orillas del Sar. Rosalia de Castro.
Publicado miércoles, 05 de septiembre de 2007 20:28 por FZ_madredHelena
Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
Esta entrada ha sido publicada en Duelo, Reflexiones, Sentimientos y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *