Dice la canción que, «veinte años no es nada… » pero a mí, se me está haciendo interminable.
¡Veinte años! Ya han pasado veinte años. Los mismos que viviste, hasta que ese maldito conductor borracho acabo con tu vida, tus sueños, tus proyectos, tu futuro, y el nuestro.

Tenía algunos proyectos para conmemorar este veinte aniversario de dolor, pero a uno se opuso tu padre, que es el que pone cabeza a mis desaguisados, y el otro, a la persona que le pedí ayuda, ni me contesto.
Pero no importa, al fin y al cabo son solo cosas que siguen apoyando mi lucha, y en algún momento tengo que parar. El círculo se va cerrando y cada vez me queda menos vida y menos por hacer.
Quise publicar una esquela por estos veinte años sin ti. Una esquela como aquella impactante en tu primer aniversario, que también coincidía con la vuelta de una semana santa, con 106 fallecidos en carretera.

Y quise transformar el CD que tenemos con todo lo que sacó en televisión Iñaqui Gabilondo sobre tu caso, en un vídeo asequible a los nuevos tiempos, pero no recibí la ayuda esperada. Tal vez sea mejor, porque el otro día alguien me decía “que orgullosa estaría tu hija”, y yo le contesté: quién sabe, a lo mejor está enfadada conmigo por darla a conocer.
Pero coincidencias, alguien sí me ha hecho un regalo que casi ha coincidido con tu aniversario, aunque es algo para compartir con muchos, demasiados, todos los que se han ido quedando en el asfalto, antes y después que tú, porque los muertos no son menos como se empeñan en hacernos creer las autoridades, los muertos siempre suman.

El ayuntamiento de tu ciudad, la que te vio nacer y vivir durante veinte años; en la que estudiaste, la que te prestó sus instalaciones para hacer natación, tenis, baile, gimnasia; en la que conociste el amor y la amistad, Alcobendas, ha inaugurado un monumento en recuerdo de las víctimas de tráfico, siete días antes de tu triste aniversario. Y aunque en mi pensamiento está que lo compartes con Carlos, Sandra, Roberto, Javi, Iván, y otros tantos que ni siquiera sé sus nombres, es algo por lo que he luchado durante años.
Está en un lugar precioso llamado “el corazón de los árboles”. Un parque de los que a ti te gustaban, tan bonito como tu morada, rodeada de verde.

¡Qué pena, hija! Sólo los que lo hemos vivido, sabemos lo que producen los malditos “accidentes de tráfico”, que lo llaman así para restarle importancia, y para que los que lo producen no se sientan culpables.
Y sólo podemos llenar de flores tu morada. Tus preciosas calas. Este año son de Amparo, que las tiene preciosas, y han nacido de tus calas que yo le di.

Y en el monumento, son de Juani, la vecina. La dueña de ese maravilloso perro que tu decía que era tan bueno que no nos enterábamos que tenían perro.

Y así seguimos veinte años después de ese maldito día, un 17 de abril, en el que casi no fuimos conscientes de que te habíamos perdido, hasta el dieciocho en el que nos dejaron verte.
Y después llegó, como en el poema de Rosalía de Castro, los terrones removidos para después el verde césped:
Tierra sobre el cadáver insepulto
antes que empiece a corromperse…, ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
bien pronto en los terrones removidos
verde y pujante crecerá la hierba.
Querida hija, te queremos y te querremos mientras nos quede un hilo de vida. Mientras nuestra cabeza te recuerde, aunque no sé por cuánto tiempo será porque es imposible que la mente sea capaz de aguantar tanto dolor sin perderla.
Tierra, tierra, tierra,
demasiado pronto para tenerla por morada,
demasiada pena para soportarla.
Tierra, tierra, tierra,
déjame llorar para regarte,
y que broten calas.
Flor Zapata Ruiz, madredHelena. “Tierra”.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, víctima, de un conductor borracho.