Querida Hija: Ya son dieciocho “fin de año” sin brindar, sin pedir deseos, sin felicitarnos, sin buscar algo rojo, sin vestirnos de gala, sin disfrutar, y sin poder besarte y sin recibir esos besos tuyos que daban vida.
Este debería ser mi resumen decimoctavo, pero ya no puedo. Ya no me consuela escribir. Y tampoco sé si tiene sentido. Cada día es peor; cada año es más duro; cada vez es más difícil intentar transmitir normalidad y sentido de continuidad en este mundo. Ya no disimulo, para qué; ¿para no estropear la felicidad de los demás?
Y siempre habrá quien diga que hay que ser feliz por ti, que tú así lo querrías; que en recuerdo de lo que a ti te gustaban estas fechas. ¡Qué sabe nadie!
Nos faltas tú y nuestro mundo; la sociedad en la que vivimos, ya no tiene nada que ver con nosotros, está terminando. Y esa es nuestra sensación de futuro. Un futuro cada vez más incierto, más triste, más inhumano, menos solidario, más artificial, más irreal.
En resumen, cada año que pasamos sin ti, siguen muriendo familiares, famosos, cantantes, escritores, que nos duelen porque conocimos, disfrutamos con ellos, pero el día que te perdimos fue nuestro mayor dolor y ya nada nos producirá mayor dolor.
Querida hija, este año te mando esta canción; y, aunque yo nunca te llamé ángel, porque tú eres mi hada, me ha recordado a tus ángeles, esos que compraste en Roma y que nunca te dio tiempo de enmarcar, como querías. Se titula “Ángeles que nadie ve”, de Paco Damas y Diana Navarro, esa cantante que encontré cuando tú te marchaste y que puso lera y música a nuestro dolor.
Querida hija, te queremos, te añoramos, te necesitamos…no podemos vivir sin ti, porque estar vivos no es vivir.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, a la que mató un conductor borracho
MANIIFIESTO DE UNA MADRE POR EL DÍA MUNDIAL EN RECUERDO DE LAS VÍCTIMAS DE TRÁFICO 2022
Desde 2005, y por petición expresa de la OMS, el tercer domingo de noviembre se conmemora el DIA MUNDIAL EN RECUERDO DE LAS VÍCTIMAS DE TRÁFICO O TRANSITO. Las víctimas preferimos llamarlo, El Día Mundial Recuerdo de las Víctimas de Siniestros de Tráfico. Desterremos la palabra “Accidente”, porque en su gran mayoría se pudieron evitar. Y desde este año, y cada vez con más fuerza, El Día Mundial de la Violencia Vial.
Yo, que perdí a mi hija por un conductor borracho, ha escrito cada año un manifiesto, y ya van dieciocho. Pero hay peticiones que se siguen repitiendo y aún quedan muchas cosas por hacer y cambiar para evitar las muertes en el asfalto.
Y aunque soy solo una madre, ahora una madre sin hijos, solo con voto, y para los organismo oficiales, sin voz, vuelvo a escribir este manifiesto:
Pido a los gobiernos, actuales y venideros, a los ayuntamientos, a los jueces, a las instituciones, y a la sociedad en general, porque todos debemos estar implicados y comprometidos en disminuir esta pandemia, que no se piensa como tal, que tengan en cuenta estas peticiones.
Las víctimas estamos cansadas de pedir más y mejor justicia, para unas muertes de inocentes por culpa de conductores borrachos, drogados, violentos, e irresponsables que utilizan el coche como un arma de matar.
Algunos jueces no disponen cárcel preventiva superior a 24 horas, para aquellos delincuentes viales que producen muerte y cuando estamos dando sepultura a nuestros seres queridos, ellos, los que han producido la muerte, ya están en la calle.
Es por ello, que quiero apelar a una modificación del Estatuto de las Víctimas de Delitos, que en su propia definición dice así: Elaborar una ley constitutiva del estatuto jurídico de la víctima del delito es ofrecer desde los poderes públicos una respuesta lo más amplia posible, no sólo jurídica sino también social, a las víctimas, no sólo reparadora del daño en el marco de un proceso penal, sino también minimizadora de otros efectos traumáticos en lo moral que su condición puede generar, todo ello con independencia de su situación procesal.
Un año más, además de seguir insistiendo en peticiones anteriores y que aún no se han resuelto, quiere centrarme en una primera petición que las asociaciones de víctimas deberían hacer suya, puesto que para que se haga realidad, deben ser dichas asociaciones las que lo pidan. Yo, como madre, no puedo.
-La Ley de Víctimas de Delitos debe recoger que, las víctimas de siniestros de tráfico, como víctimas de delitos que también somos, tengamos el derecho a que el victimario no permanezca libre mientras que estamos dando sepultura a nuestros familiares, ni durante un tiempo crucial de nuestro duelo. Todo aquel delincuente vial culpable de producir muerte, deberá permanecer en la cárcel, desde el momento en que es detenido o producido el hecho, por un periodo negociable con las víctimas, no computable con la condena que le fuera impuesta una vez juzgado por el delito cometido, y que, por lo general, no se llevará a cabo hasta pasado unos tres años.
–Pido a la Fiscalía General de Seguridad Vial, y a los fiscales en general, que apoyen, redacten, modifiquen o dicte las normas necesarias para llevar a cabo esta modificación de la Ley de Víctimas de Delitos, petición que haría un poquito más llevadero nuestro duelo. Es de justicia y nos lo deben como víctimas que somos.
Ya que jurídicamente no hay forma de que se admita endurecer las penas o aplicarlas en su máximo grado, de momento, para los delitos contra la Seguridad Vial, esta sería una forma de ayuda moral a las víctimas indirectas de siniestros viales.
-Pido a los gobiernos y ayuntamientos que hagan lo posible por crear políticas viales en las que se tengan en cuenta el cambio climático, apostando por una movilidad sostenible y tomando medidas que reduzcan la contaminación de ciudades.
-Asimismo, que potencien el transporte público, y propicien y favorezcan, cada vez más, los “caminos seguros al cole”. Al igual que la enseñanza temprana de seguridad vial a los niños es fundamental, también hay que sembrar el objetivo de, ir andando al colegio. También deben favorecer el uso de bicicletas o patinetes, de una forma segura y exenta de compartir riesgo con los coches.
-Debemos apartar los coches de las puertas de los colegios, lo máximo posible, para evitar posibles atropellos de niños.
-Pido que de una vez por todas, dejemos de ser un país de borrachos, y para circular la tasa de alcohol permitida sea «cero, cero».
-Pido un protocolo extensible a todas las comunidades, policías locales, guardia civil, mossos, erztaintza… para que las pertenencias de una víctima de siniestro de tráfico, sean custodiadas por las mismas y no sean abandonadas en el arcén o dejadas en el coche, a mano de cualquier desaprensivo, ni se les encargue su custodia a los profesionales de grúas, que ya tienen bastante con su labor de desalojar del asfalto un montón de chatarra.
-Pido verdaderas ayudas económicas para las familias que se rompen con los siniestros viales. Directamente, como ayudas económicas para esas familias que se quedan sin el padre o madre, sustento de una casa, o niños huérfanos de ambos, desde el momento en que se produce el siniestro, sin tener que esperar tres o cuatro años a que se resuelva el juicio. Todo ello sin impedimento de las indemnizaciones que por ley les correspondan.
-Pido ayuda psicológica profesional, para las víctimas, fuera de la que puedan ejercer las asociaciones de víctimas. Por cada víctima que se produce en el asfalto, se generan otras muchas indirectas, debido al dolor de estas pérdidas y muchas veces no reciben la ayuda psicológica adecuada.
-Pido Fiscales bien formados y con ayuda de profesionales de criminología que les puedan asesorar en la investigación de los mal llamados accidentes de tráfico.
-Pido que la DGT, muestre una verdadera función de ayuda, vigilancia y coercitiva, aumentando el número de agentes y sus medios. Los drones no ejercen una función informativa y de enseñanza, solo recaudadora.
Todos estamos en las calles como peatones o conductores, todos podemos ser víctimas o victimarios, pero no todos somos delincuentes. La sociedad debe ser más severa con aquellos que producen muerte por sus acciones delictivas. Los siniestros de tráfico son un mal evitable, no nos acostumbremos a verlos como un accidente trágico e inevitable.
Y vuelvo a reiterar, que estoy loca, lo sé, pero es de dolor.
Por estas fechas, el blog «Madres sin hijos», cumple dieciséis años.
Son muchos años escribiendo sobre la pérdida de los hijos. Y ya no puedo saber qué día exactamente, aunque creo que fue hoy, lo inicié, porque hasta llegar a mi web, este blog pasó por otros sitios que no eran míos.
Hoy, revisando lo publicado, me he dado cuenta de cuánto he escrito sobre hijos que no eran míos y murieron. Habrá muchas madres que ni siquiera sepan que hice referencia a sus pérdidas.
Ahora, Facebook me arrebató la necesidad de tener que escribir en el blog y cada vez lo demoro más.
Si eres una madre que has perdido algún hijo, por la circunstancia que sea, entra en este blog, porque puede que haga mención a la muerte de él o ella. No le conocía, pero la noticia me afectaba y escribía sobre ello.
Ya no lo hago, o pocas veces, ya no tengo fuerza. Casi no puedo escribir sobre mi hija, pero yo creo que es digno de mención que este blog cumpla dieciséis años.
Escritos que dan para más que un libro, pero que se perderán cuando ya no pueda pagar el sitio web.
Aunque el término «Madres sin hijos», que salió de mi pena, se siga utilizando.
Gracias a todas las madres y padres que me habéis seguido todos estos años. Lo que he escrito me ha ayudado a sobrevivir. Y creo que también a otras madres.
«Dedicado a todas las Madres que han perdido a sus hijos, por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos«
Un abrazo. Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
Los que me seguís en este blog de “Madres sin hijos”, habréis observado que el pasado diecisiete no escribí, siendo el día que era. Y los que me seguís en Facebook, habréis observado que el pasado día 21 estuve viendo a Diana Navarro en el espectáculo “El Amor…Falla”.
Viendo y escuchando a Diana Navarro encontré la fuerza y el
motivo para por fin escribir.
En ese maravilloso espectáculo que fue “El amor…Falla”,
donde Diana Navarro estuvo más que esplendida, cantó una canción que a todos
nos conmovió, dado los momentos que vivimos.
Se trata de la canción “Oración de las madres que tienen a
sus niños en brazos”, canción de María
Lejárraga y música de Manuel de Falla, y que su letra dice así:
¡Dulce Jesús, que
estás dormido!
¡Por el santo pecho,
que te ha amamantado,
Te pido que este hijo
mío, no sea soldado!
¡Se lo llevarán, y era
carne mía!
Me lo matarán, ¡y era
mi alegría!
Cuando esté muriendo,
dirá: ¡Madre mía!,
Y no sabré, ni la hora
ni el día…
¡Dulce Jesús que estás
dormido!
¡Por el Santo pecho
que te ha amamantado,
Te pido que este hijo
mío, no sea soldado!
(No tengo seguridad que este poema esté
escrito con la puntuación original de María Lejárraga)
Si durante todo el espectáculo, Diana Navarro interpretó magníficamente
a Falla y mostró sus dotes de actriz, durante esta interpretación nos conmovió
a todos. Porque con su dicción, y este espectáculo con objetivo de llevar la
música a todo el público, pudimos entender perfectamente la letra de esta
canción, y a todos nos vino el mismo pensamiento: Las madres de los soldados de
esta última guerra.
La letra de esta canción, escrita por María Lejárraga, aunque en algunos lugares de Internet la he encontrado como escrita por su marido Gregorio Martínez Sierra (no todo lo que está en internet es correcto), pues como decía, cuando se escribió esta canción y Falla le puso música, allá por 1914, estaban muy cercanas otras guerras, en especial la primera guerra mundial.
Diana Navarro nos emocionó en toda su actuación, pareciera que Falla había escrito todas las canciones pensando en ella, y, a su vez, ella se acercaba al lirismo de la música de Falla, poniéndole, de vez en cuando, su original color y acento. Pero en especial a mi me conmovió esta canción que da título a esta entrada y una «nana» que había interpretado antes, ayudada del rebujo que hizo con su mantón, asemejándolo a un bebé en sus brazos.
Y fue gracias a estas dos canciones, que he podido volver a escribir en este blog. Y es que este blog y Diana Navarro, siempre estarán unidos.
Porque en estos días en los que se producía el aniversario
de la muerte de mi hija, mejor dicho, se cumplían diecisiete años desde que un
conductor borracho la mató, pues este año, me decía que era imposible que
hablara de esta madre sin hijos, cuando en Ucrania y en Rusia se estaban
produciendo la muerte de tantos soldados.
Soldados que tienen madre y que se convierten en “Madres sin
hijos”, como el título de este blog. Madres que, muchas de ellas, ni siquiera
tienen, de momento, el consuelo de tener el cuerpo de sus hijos. Madres a las
que les niegan que sus hijos hayan muerto, o no le dan la noticia. Simplemente
no tienen noticias de ellos.
Y no son buenas las ucranianas y malas las rusas, porque
ambas son madres, simplemente les ha tocado vivir en uno de los dos lados, y
perder a sus hijos.
“¡Se lo llevarán, y
era carne mía!
Me lo matarán, ¡y era
mi alegría!…”
No puedo hablar de Diana Navarro como un experto en música o interpretación porque no lo soy. Tampoco soy objetiva, lo confieso, porque me puede más el cariño que la tengo, pero toda su actuación fue muy especial, para mí, para mi estado de ánimo que tan solo hacía cuatro días estaba por los suelos. Para poder expresar los sentimientos de las madres que perdemos a los hijos, por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos (Dedicatoria del blog).
Seguro que podréis encontrar críticas más profesionales sobre «El Amor…Falla», en estos enlaces:
Hay personas a las que no podemos denominar como amigos,
pero a las que tratamos, vemos, con las que hablamos y compartimos, más que con
los propios amigos.
Así sucede con la panadera, el frutero de la esquina, la farmacéutica, la óptica de toda la vida a la que acudimos cada vez que tenemos un problema con las gafas, los camareros de la cafetería debajo de casa, o los dueños del restaurante en el que tantas veces comemos.
Como en estos tiempos de pandemia he dejado de tener vida
social, hay personas a las que ya no veo con tanta frecuencia.
Ayer me encontré con la hija de una de estas personas, y me
enteré que había fallecido, en estos días de pandemia, por complicaciones
después de una intervención quirúrgica, y debido al estado en el que se
encuentran los hospitales hoy en día.
Ella decía que estaba convencida que existía un protocolo
para las personas de más de setenta años, y su madre había tenido y cumplido
todas las fases. Ella decía que no son dioses, pero es muy triste perder a nuestros
padres porque son mayores y los más vulnerables.
Y yo digo que ya les hemos evitado a los sanitarios tener
que escoger a quién salvar la vida. Ya lo han hecho los que siguen negando esta
pandemia y lo justifican como una gripe más; los que no quieren vacunarse,
poniendo en peligro la vida de los demás; los paranoicos que creen que todo esto es para tenernos controlados;
los que dicen que la vida tiene que seguir con bicho o sin bicho, que es lo mismo
que los que tenemos que vivir, después de perder a nuestros hijos, porque está
claro que la vida sigue, no espera. Pero los que más culpa tienen y los que más
han facilitado esta situación son los gobernantes y gestores que han decidido
no aumentar el personal sanitario.
Recuerdo a esta mujer que nos ha dejado, de figura frágil,
pero fuerte en el trabajo para ayudar a sus hijos, que un día, sabiendo de mi
pérdida, y queriéndome consolar, me contó que ella también perdió a un hermano
y lo que su madre sufrió por ello hasta el final de sus días.
Tenía setenta y seis años, los cumplió en el propio
hospital, pero no era una anciana, como últimamente nos quieren hacer pensar o
sentir. En estos tiempos de pandemia se están marchando muchas personas que con
esta edad les quedaba mucho por vivir.
Estamos acostumbrados y tenemos asumido, que los padres
tienen que morir, y durante esta pandemia parece que todas las muertes de estas
personas están justificadas, pero una vez más, en su gran mayoría, se cumple la
dedicatoria de este blog: …Por la acción de otros, Por la omisión de tantos, Por la
culpa de todos.
Echaremos de menos tus ricos guisos, y tus aperitivos, pero
te veremos siempre que entremos en tu restaurante. Descansa en paz.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de
un conductor con alcohol.
Hace mucho que no escribo en
el blog. Hace mucho que cada vez escribo menos. No es que no tenga nada que
decir, es que escribir me produce dolor, y ya no soy capaz de soportarlo.
¡Quién dijo que el tiempo locura todo? El tiempo, a veces, hace todo más insoportable.
Ya no ha habido cuento de navidad. Hace ya unos años que ni siquiera escribo a los reyes magos. Hace mucho que ya no hay reyes magos. Los primeros años quería seguir con la tradición de Helena, ella era siempre la escribía la carta, pero hasta esas ganas también se me pasaron.
Un año escribí un cuento para
el padre de Helena, en una noche de reyes. No quería que a la mañana siguiente
no encontrara nada en los zapatos. Fue el cinco de enero de 2009. Incluso pinté
un dibujo. Este año he recuperado ese cuento, que cuando lo escribí llevaba
oculto un mensaje. Un mensaje triste y desolador. Un deseo, una idea, que rondó
mi cabeza mucho tiempo.
La Joven y el Viejo Pescador
Érase
una vez un viejo pescador, que vivía en una pequeña aldea de pescadores, que
con el paso del tiempo fue quedándose sola.
El pescador había tenido esposa e hija, pero ambas murieron.
Los otros pescadores, también mayores, terminaron por marcharse con sus hijos.
Cada día, el pescador salía a la mar con su pequeña barca.
Extendía su red y volvía al día siguiente. La red tenía agujeros grandes para
que los peces “pequeñines” no se quedaran atrapados en ella.
Un día, cuando se dirigía a recogerla, observó una joven en la red. Esta, muy angustiada, le pidió -¡Por favor! ¿Podría liberarme?
Cuando se acercó, vio que la joven estaba atrapada por la
cola. El pescador no se extraño.
-Jovencita, liberaré tu cola si me haces una promesa.
-Lo que querais, pero por Dios, soltadme ya.
El pescador le dijo, -cada día tendréis que estar aquí
cuando venga a recoger la red y hablaréis conmigo. Estoy demasiado solo.
La joven, con su cola ya liberada, dio un salto, y antes de desaparecer bajo el agua dijo, – Sí, de acuerdo.
El viejo pescador, desde ese día, tuvo momentos de charla
con la joven sirena. Así supo que ella era hija de un rey del mar que se
enamoró de una joven a la que raptó y se la llevó al fondo del mar.
Y la joven supo de la vida del viejo pescador y de su
soledad. También de sus experiencias con el mar, cuando era un joven con
fuerza.
Desde entonces, el viejo pescador ya no volvió a estar
triste, ni solo, porque la bella sirena siguió cumpliendo su palabra.
Las buenas acciones siempre se ven compensadas.
Las promesas hay que cumplirlas.
Las situaciones más extrañas no tienen que asustar.
Querida hija, si los cielos se hundieran, si la tierra se abriera a mis pies, si los mares se secaran, y los ríos de desbordaran, no me sentiría peor de lo que ya me siento. Seguir leyendo
Dicen que el dolor ensucia, pero también une, a veces, más que lazos de sangre.
He contado muchas veces, que este blog surgió para que, la mano que mece la cuna (ahora este comentario está desfasado, porque ya muchos hombres mecen la cuna), pudieran leer las reflexiones que hacía en otra sección del medio de comunicación dónde me publicaban el blog ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!, que era una sección dedicada al mundo del motor, y por añadidura, más para los hombres. Y yo quería llegar a concienciar más allá de a los hombres.
Después, «Madres sin hijos» se convirtió en un refugio para todas aquellas madres que había perdido algún hijo, fuera por el motivo que fuera.
Y durante estos quince años, este blog ha servido para unir a muchas madres que se han conocido a través de él y de su homologo grupo en Facebook. Y yo he procurado, en la medida de lo posible, ir conociendo en persona a aquellas madres de las que he hablado en algún momento, aquí, de su pérdida, de su caso, o de su injusticia.
Pero, por desgracia, incluso la vida me tenía preparado que a alguna madre la conocería mucho antes de comenzar mi tragedia, y este blog.
Así sucede con Violeta, la madre de Sandra, una madre que conocí en una de esas actividades extraescolares que las madres hacemos con los hijos.
Creo que mi hija hizo casi todas las que se pueden hacer: piscina, tenis, piano, baile… Y violeta era una de las madres de piscina. Después, los niños crecieron, cambio de piso, etc., y se pierden los contactos . Hasta un día como hoy, dos años después de que mataran a Helena, cuando ya no dormía, me sobresaltan las sirenas, y pensaba, otros se han quedado en la carretera, en el que me entero que, esta vez, habían sido tres jóvenes, y poco después, que entre ellos, está Sandra, aquella niña que casi siendo un bebé, conocí en la etapa de la piscina.
Sandra salió a celebrar su cumple. Le faltaban dos días para celebrarlo, pero se adelantaba porque era fin de semana. Probablemente fue un exceso de juventud, o el destino para quien cree en él.
Pero otras madres las he ido conociendo en mi afán de paliar el dolor que yo he sentido, sentí, siento, y que en su momento no encontré tan fácilmente consuelo, porque las madres que perdíamos a nuestros hijos en la carretera, o por una enfermedad, no éramos famosas, no salíamos en los periódicos, no podías contactar con ellas.
Dice mi amiga Oliva que fui una atrevida. Quedé con ella en una estación. No nos conocíamos de nada, pero escribí sobre el siniestro en el que murió su hija, Lola, de la que hoy también es su aniversario. Ella contactó con el blog, y allá que me fui yo a conocerla. Y desde entonces, ha habido otros encuentros y muchas llamadas de teléfono. Oliva es la madre que cada año corre en la carrera Ponle Freno, con una foto de nuestros niños en su espalda.
Hace unos días recibí un audio de una madre del grupo, dándome las gracias por este blog, por el grupo, y alabando mi labor. Me pedía que que lo transcribiera en el grupo, pero no lo hice porque, a veces, siento vergüenza de que puedan pensar que me doy importancia. Y porque considero que ellas me han ayudado mucho más a mí que yo a ellas.
Este blog, en el que cada día me cuesta más escribir, porque llorar con las palabras cada vez es más insoportable, nos ha unido a muchas madres. Algunas tienen más hijos, no son realmente «madres sin hijos» como yo, pero este término irá siempre acuñado a la pérdida de un hijo, y a lo que nos une a las que lo hemos vivido.
Queridas Violeta y Oliva, hoy, más que nunca, estoy con vosotras. Un fuerte abrazo, ahora que no nos podemos abrazar.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
El fin de año en televisión, siempre, nos depara parejas famosas, a veces imposibles, con vestidos deslumbrantes, o casi sin ellos, con caras radiantes de alegría, y gritándonos felicidad con copas de champán, a no se sabe quién, desde una pantalla.
Después, varios días serán noticias, por lo que dijeron bien, o mal, por los vestidos, o por la falta de tela de los mismos.
Este año, televisión española nos ofreció algo distinto, la pareja eran dos mujeres. Dos madres, una de ellas sin hijos, que quiso mostrar su dolor y reivindicación. Y esto también ha sido polémica para algunos.
Ana
Obregón, una madre sin hijos como tantas miles que teníamos solo un hijo, o hija,
y los hemos perdido, aprovechó el momento para mandar un beso a su hijo, que se
ha marchado este año, por culpa del maldito cáncer.
Y solo hizo
lo que otras madres famosas, conocidas, del
mundo del espectáculo, los medios de comunicación, o mujeres de famosos
deportistas, etc., hacen para visibilizar las enfermedades, muertes, o
situaciones especiales de sus hijos.
Desde mi
opinión, Ana utilizó su tiempo muy bien. Pidió responsabilidad a todos en la
pandemia, recordó a su hijo que ya no está, y pidió más inversión en
investigación, en este caso, contra el cáncer.
Hizo lo que
otras madres hacemos, pero por suerte o por desgracia, no somos conocidas y no
estamos tan expuestas: intentar sobrevivir a su pérdida.
Somos “Madres
sin hijos” porque solo teníamos uno, pero seguiremos siendo madres el resto de
nuestras vidas. Lo que nos quede por vivir. Y necesitamos nombrar a nuestros
hijos tantas veces como deseemos, o podamos. Y tocaremos la fibra sensible o
hablaremos de nuestra desgracia si con ello ayudamos a salvar la vida de los
hijos de otras madres. Le pese a quien le pese, nos critiquen, nos llamen locas
o nos digan que esa no es forma de llevar luto. ¡Qué sabe nadie!
Y, por
desgracias, ojalá tuviéramos una madre
famosa que luchara por los “Siniestros de Tráfico”, como lo hacen tantas otras
por el cáncer o enfermedades raras. Pero, aunque las haya o hubiera, no se
prestan a ello, porque para esta sociedad los consideran simples accidentes.
Querida
Ana, mi solidaridad y mí abrazo. De otra madre sin hijos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
La pandemia del año 2020 ha traído mucho malo, también se ha llevado mucho bueno, y está claro que ha cambiado y cambiará el mundo.
La gran mayoría de la población, que no es rica (hace años que casi se creía que lo era), después de unos años de crisis y, ahora con esto, ha comenzado a plantearse que su vida debe cambiar.
Los huertos urbanos son una moda, pero lo que nos da de comer es el campo, y se comenzó a abandonar en nuestra generación, cuando nuestros padres se iban a la gran ciudad, buscando una mejor vida para nosotros, los hijos, en aquél momento. Y siguen abandonados.
Con la pandemia, algunas familias se han trasladado a los pueblos, para buscar una vida más sana, pero no lo van a tener fácil, porque eso ya lo tuvieron nuestros padres, los abuelos de los que ahora se trasladan, y era muy duro, había que trabajar mucho.
Ayer, veía por la tele a una joven que después de una intervención en la misma, contando los apuro que estaba pasando con la pandemia, había recibido tanta ayuda, de cosas que no necesitaba, que, a su vez, había formado un grupo de ayuda e intercambio.
No soy abuela, sino una madre sin hijos, pero por edad podría serlo, y desde que tengo recuerdos, en casa se heredaba todo. De las primas, de las madres, de las tías, de amigas… Y nuestros hijos, ya otros tiempos, con más miedos económicos, heredaban la ropa de hijos de amigas, o del hermano mayor, quien lo tenía. Y nos íbamos pasando ropa, cochecitos, cunas, juguetes…
No lo subíamos a Internet y lo vendíamos, lo compartíamos.
Ya iba siendo hora de acabar con este mundo de despilfarro y contaminación. Todo tiene una segunda oportunidad. La comida no se tira. Las cosas se reciclan. Siempre hay alguien peor que tú. Hay que guardar para tiempos peores. Si tienes uno, gástate medio. Son frases que nos inculcaron desde pequeñas, y aprendimos bien.
No me alegra que en estos momentos de pandemia haya tantas personas que lo estén pasando mal. Al revés, me entristece mucho. Nadie debería venir a ese mundo a pasarlo mal, en ningún sentido, pero va siendo hora de que alguien cuente que la vida nunca fue fácil, especialmente ahora que se están marchando los que verdaderamente lo pasaron tan mal. Ellos tuvieron una guerra, hambre, penurias, miedos.
Nosotros solo una pandemia, pero ni eso nos aparta de pensar solo en el día a día y en la diversión.
Por desgracia, se marcharon los de la guerra y el año del hambre. Pronto nos marcharemos los que estudiamos, progresamos y, ahora, en muchos casos, estamos sosteniendo a los hijos que no tienen un trabajo. Y después, no habrá los que sostenga a más hijos y nietos.
El dinero que reparte el gobierno no es de él. Ni el de la derecha ni el de la izquierda. No se genera con una maquinita o con una tarjeta. Es el dinero que pagamos todos con nuestros impuestos y toda una vida de trabajo. Y el día que no haya, no habrá ayudas. Y ahí se va a producir otra pandemia.
Perdonad que haya querido ejercer de «madre con hijos». Las que los tenéis, enseñadles algo más que les sea útil para el resto de sus vidas: «En una vida hay muchas vidas».
Feliz año nuevo, y bueno.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.