Baño Nocturno

Baño Nocturno

(Post escrito el 23 de Septiembre de 2009 por FZ madre de Helena)

«Madres sin hijos» cumple tres años.

El blog que surgió a rebufo de «¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!» y con la intención de que las madres y las mujeres en general pudieran llegar a las recomendaciones y reflexiones de un blog que se publicaba en el apartado de motor, a lo largo de estos tres años ha adquirido personalidad y temas propios.

Este blog, que no salía en la portada de Autopista.es y que apenas tenía visitas, poco  a poco se ha llenado de visitas de otras madres sin hijos.

Y después de estos tres años y para daros las gracias por vuestras visitas, quiero compartir con vosotras un cuento que fue publicado allá por el mes de Abril, en el número 3 de la revista “5Magazine” y del que os anunciaba en mi post “los sueños”.

Se trata de un cuento sobre un sueño. En este caso, un sueño muy real. Y, aunque sigo siendo una aprendiza de escritora, en esta ocasión tuve la suerte de ser elegida dentro del grupo de alumnos de la escuela literaria E+F, junto con otros 4 alumnos, para que esta preciosa revista lo publicara, en ese número que estaba dedicado exclusivamente al tema de “Los sueños”.

Pero el mayor privilegio fue compartir espacio, además de con los otro cuatro escritores,  con el cuento publicado en la página anterior al mío, un cuento de Espido Freire, mi maestra en estas artes, titulado “La doncella del escudo”.

Y tengo un lujo más para este aniversario: un nuevo dibujo de la artista Celsa Sánchez, sobre las mujeres. En esta ocasión ella describe así a sus nuevas mujeres: las mujeres árbol y sol.

Nacen crecen se multiplican… dan vida. Muestran orgullosas sus frutos…los miman… Presumen de su figura, sus ramas, sus hojas… Se agarran con fuerza a la vida…sus raíces…
Así ayer, repasando trabajitos encontré la primera mujer árbol que hice… y pensando en ti, con todo mi cariño, la convertí en una madre sin hijos…  También encontré una mujer «duchándose en sol» y también la convertí en tu compañera, el sol da fuerza… calor.
 

 mujeres arbol

 (Autora imagen Celsa Sánchez)

Os dejo con mi cuento “Baño Nocturno”, espero que os guste y gracias por estar acompañándome un año más. Ya son tres.

No quisiera haber tenido que conoceros, pero ya no puedo vivir sin vosotras, queridas madres sin hijos.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

 

 

Baño nocturno

 Sabía que estaba tomando un baño porque escuchó música a través de la puerta y el ritual siempre era el mismo: música, velitas, aceites y el agua a punto de desbordarse. Sabía que, de un momento a otro, sonaría un… “Mamyyyyyyyyyy”…

 Abrió la puerta del baño y la carita morena que aparecía por entre la espuma, mostró una amplia sonrisa. Con un movimiento de cabeza le señaló el albornoz blanco que estaba colgado en la percha. La madre no se movió. Hacía como que no entendía. La joven del baño volvió a señalárselo, esta vez con una sonrisa más pícara aún y llena de complicidad. La madre, con gesto de aburrimiento, le dijo – por Dios, hija, ¡que tienes 20 años!- y, con resignación, se fue hasta el albornoz. No era la primera vez que se lo pedía. Estuviera donde estuviera, sonaba el “mamyyyyyyyy” y allá que había que ir para envolverla con el albornoz y darle achuchones, besos y arrumacos. Esta costumbre duraba ya 20 años. El tiempo había pasado y ese bebe, envuelto en una pequeña toalla con capucha, había ido creciendo y ahora era más grande que su propia madre, que se desesperaba. Mientras, su hija sonreía feliz. Por fin su baño era completo, como el de un bebé.

 Esta vez, según la arropaba con el albornoz, ocurrió algo extraño y estremecedor. La madre comprobó que su hija había empequeñecido. Esta vez, podía cubrirla y estrecharla con sus brazos, abarcándola perfectamente. Casi podría haberla tomado en brazos. La separó de su cuerpo y observó que la cara de su hijita era como la de una viejita y su cuerpo se iba empequeñeciendo poco a poco. ¿Qué estaba pasando? Pero si hacía pocos días que, cuando se abrazaban, su hija le sacaba medio metro. Esto no era normal. Tenía que ir con ella al médico. “¡ Rápido! ¡Cuánto antes!– Se repetía la madre llena de espanto. Había que intentar curarla. Salvarla.

 Despertó sobresaltada, con el corazón que se le salía por la boca. Un sudor frío corría por todo su cuerpo. Su respiración era agitada y la angustia que le invadía, casi le hacía estar a punto de vomitar. Se incorporó en la cama de un salto. Intentaba comprender. ¿Dónde estaba? ¿Qué había sido eso? ¿Qué pasaba? Comenzó a recordar. Poco a poco  la respiración se fue normalizando. Sí, estaba durmiendo. Había tenido una pesadilla.

 Cada noche, iba a la habitación de su hija. Buscaba su cama, taparse con su ropa, impregnarse del olor de su perfume. Antes de introducirse en la cama, repasaba las fotos que llenaban el corcho en la pared. Intentaba realizar el mismo experimento que cuando era niña, realizaba en el colegio. Se lo enseñaron otras niñas. Fijaban la mirada durante un tiempo en una estampita y después posaban los ojos en la pared, entonces, ¡allí estaba la virgencita!

 Cerrar los ojos y verla. Soñar con ella para poder volver a verla. “Por favor, ven. Por favor, déjate ver”. Pero, ¿quién puede  manejar los sueños? Éstos venían, si aparecía el sueño, si conseguía dormir. Y  no siempre lo conseguía. Cuando llegaba, después de horas de espera, ¿cómo imponer sobre qué soñar?

Esa noche, por fin había soñado con su hija. Por fin la había visto. Se habían abrazado. Un sueño esperado durante un año. Lo recordaba perfectamente. Real, como siempre parecen los sueños. “Llevarla al médico. ¡Rápido! ¡Cuánto antes!”. Pero los sueños, son sueños, y ya no era necesario llevarla al médico. A ninguno.

 Se dirigió al baño para refrescar ese sudor que aún tenía y terminar de tranquilizarse. Y no pudo reprimir las lágrimas al acercarse a ese lugar, donde se habían dado muchos momentos de  placer y amor, para ambas. Gestos que ya eran irrealizables. Besos; abrazos; arrullos llenos de amor, que ya no eran posibles.

  La bañera estaba llena de agua. El ambiente estaba impregnado de humedad y un olor especial. El olor a aceites de baño y a la cera de una vela recién apagada. Un albornoz blanco con la inicial “H” bordada, estaba caído en el suelo. Lo recogió. Amorosamente se lo llevo hasta sus labios y cuando éstos rozaron el suave rizo del mismo, comprobó que aún estaba húmedo.

 –          Mi hijita. Mi querida hija. Mi pequeña…

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

 Nota de la autora: La plabra «mamy», está escrita como familiarmente acostumbrabamos a escribir.

bañonocturno

  

(Esta fue la bonita imagen que acompañó al cuento en la revista, creada por Mario Coello de Portugal)

Publicado miércoles, 23 de septiembre de 2009 20:34 por FZ_madredHelena
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Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
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