Recuerdo que el otoño me sentaba mal, me ponía enferma. El cansancio y la melancolía se apoderaban de mí. Ahora, eso me puede pasar en cualquier momento, no es necesario que sea otoño, pero, aún así, el inicio del otoño, ahora, es el momento del recuento.
Sí, el recuento de cuántas cosas hemos hecho este verano sin ellos.
Sí, porque no dejamos de seguir haciendo cosas, sin su presencia. Vacaciones, viajes, excursiones, reuniones de amigos…Tantas cosas tan extraordinarias, que en otros momentos habrían sido un disfrute divino, cuando nos faltan, nunca llegan a producir un placer total.
Sí, ese atardecer, que podría ser en África, en Serengeti, aunque es un atardecer español, podría ser el éxtasis, y casi lo llegas a sentir así, pero de repente, cuando reflexionas, sientes que ese momento de felicidad no es real, es de una vida que no es la tuya. Es una nueva vida que intentas llenar con viajes, amigos, y apurando el soplo de vida que nunca sabemos hasta cuando durará, cuando ya has padecido el revés de un segundo.
Intento mirar, observar, disfrutar con los ojos de ella, pensando en ella, ver por ella, pero jamás sabré si ella lo ve.
Que difícil es llenarse, porque el hueco que han dejado los hijos que nos faltan es imposible de volver a rellenar, a pesar del cariño y la compañía de los amigos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.