Guille pertenece a la larga lista de jóvenes que mueren con su moto. Que les matan, mejor dicho, yendo con sus pequeñas motos. Y hoy se cumplen dos años.
Cuando estaba pensando en escribir este post, me he dado cuenta que la lista de madres, compañeras de dolor con las que estoy en contacto, es casi más larga en lo que se refiere a siniestros con motos: Guille, Néstor, Enrique, Carlos, David, Marc, Sandra Lourdes y alguno que me dejo, sin contar la lista de ciclistas. Es tan fácil ignorarles, no verles, adelantarles, esquivarles.
También pensaba que cuánto esfuerzo hay que hacer para que, después de haber perdido a un hijo, se haga justicia. Tarea que no es fácil por el estado en que te quedas, pero lo que otras madres luchan mientras tienes a sus hijos postrados en una cama de hospital, nosotras tenemos que hacerlo después, cuando la pena nos ha invadido. Y, entonces, no será fácil demostrar cómo murió nuestro hijo, qué causó su pérdida, porque los culpables nunca se consideran culpables, ni casi en el primer momento que es cuando son más sinceros, y después se retractan.
Tampoco es fácil si el causante es la carretera porque, a veces, se dan mucha prisa en quitar una señal, en mover una farola, etc. O siempre pensarán que ellos fueron los que provocaron la situación porque son jóvenes, alocados, inexpertos.
Mely es una de esas madres que tiene que hacerlo, y que en unos años no se quitará de encima la lucha por la justicia. Aunque, hasta ahora, creo que lo único que le han dejado para creer es en la justicia divina.
Querida Mely, no sé cómo pero recibirás esa ayuda.
Sólo tu recuerdo mueve mi corazón cansado, mientras mi vida se agrieta a pasos agigantados,
en la frágil existencia que me ha tocado vivir desde aquel día en el que Dios decidió apretar
más de la cuenta.
Es tu falta la que hiere y tus besos los que faltan.
Es la soledad la que oprime y tu memoria la que aguanta.
Y vago a remolque de esa vida truncada,
al acecho del día en que te pueda entregar todo el amor
que guardé para ti y no te pude dar,
porque a ti te llegó la eterna libertad
y a mí la amarga celda de la espera.
Javier Torres Reymundo
padre de Carolina
Un fuerte abrazo, en este día.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.