El número diecisiete y dieciocho para mí siempre irán ligados. El diecisiete encontré el mensaje de la guardia civil en el contestador telefónico. El dieciocho comprobé que era mi hija la que estaba en una caja de madera.
Pero transcurridos tres años y seis meses, otro dieciocho, encontré la noticia de la muerte de otro joven, en la misma carretera, casi por el mismo lugar, solo que en dirección contraria. Era Juan. Y su madre es Esther.
Y ya han pasado tres años.
Y aquí seguimos, luchando, llorando, tratando de que a otros no les pase, haciendo de nuestro dolor algo útil, manejando nuestra rabia, siendo rebeldes con causa.
Creo que yo he conseguido que cada vez sean menos los conductores que beben ese alcohol que mata a otros, y Esther ha conseguido que la curva de Juan sea modificada.
Y ambas intentamos unir los pedazos rotos, aunque es imposible que sea como en este poema de Luis Cernuda, porque la realidad está muy alejada del deseo:
…Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,
aunque siempre nos falte alguno;
recoger la vida vacía
y caminar esperando que lentamente se llene,
si es posible, otra vez, como antes,
de sueños desconocidos y deseos invisibles.
“La Realidad y el Deseo” Luis Cernuda.
Querida Esther, un abrazo, en otro dieciocho.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por la acción de un conductor con alcohol.