Blog que salvan vidas

(Post escrito el 7 de enero de 2009, por FZ madresHelena)

El País semanal del pasado 4 de Enero, publicaba en su sección de correo una de mis cartas, titulada «Blogs» que salvan vidas. Era una carta dirigida al escritor y académico Javier Marías, como réplica a su artículo «Una región ocultamente furibunda», publicada, también, en El País Semanal de 14 de Diciembre.

Fueron muchas las personas que llegaron a este blog a través de la publicación de esta carta, lo cual agradezco enormemente. Y, como siempre, demostraron una vez más, que en Internet también hay buenas personas y respetuosas opiniones. Gracias a todos, por vuestras palabras de aliento y apoyo. Vuestros comentarios, fueron para mí, el mejor regalo que me trajeron los Reyes Magos.

Hoy, traigo hasta aquí la columna de Javier Marías y mi carta, con todo el respeto hacia el académico y escritor:

Una región ocultamente furibunda

Antes de nada, debo dar las más sorprendidas gracias a cuantos lectores de esta página han tenido la amabilidad, por vía directa o indirecta -a través de la sagaz procuradora cuyo nombre mencioné hace tres semanas, y a la que no sé si hice una faena con ello-, de ofrecerme sus máquinas de escribir o indicarme cómo podría hacerme con una del modelo que he empleado durante años y que ha dejado de fabricarse. No puedo aceptar los generosos ofrecimientos de los primeros, pues nunca estaría dispuesto a privar a nadie de algo de su propiedad, y en cuanto a las oportunidades que aparecen en Internet y sobre las que se me ha informado, se trata de Olympias de segunda mano, de cuyo funcionamiento no me puedo fiar enteramente, o bien habría que hacerlas venir desde Hong-Kong o Chile, y esto me parecería una extravagancia exagerada. Así que he optado por lo más sensato: comprar otro modelo, de otra marca, con el que aún no estoy escribiendo este artículo porque de momento hay una tecla que no me obedece y de la que dependen los márgenes y el interlineado. Ya veremos si logro doblegarla (a la tecla fundamental y rebelde), pero en todo caso un millón de gracias.

Eso sí, no me pregunten con qué diablos estoy escribiendo. Lo que sí puedo confesarles es que la semana pasada, al estar fuera de Madrid y en un sitio en el que era imposible comprar máquina alguna, no me quedó otro remedio que tomar prestado un ordenador de la casa en la que me alojaba y teclear con él, tanto el artículo de rigor como algunas líneas de una posible novela nueva (que si es no será larga, descuiden). El ordenador ha vuelto a no gustarme, lo siento; pero ya que lo tenía en mis manos durante unos días, aproveché para navegar un poco por Internet, por primera vez en mi vida o casi. Así, logré visitar por fin, al cabo de unos diez años desde su creación, la web que lleva mi nombre y que montó por propia iniciativa una lectora de Gijón, Montse Vega, a la que, visto lo visto, debo mucho más de lo que jamás podré devolverle. También me quedé admirado de que en la Red existan datos sobre todo lo habido y por haber, aunque demasiados no sean de fiar o estén equivocados. Es decir, aquello parece una enciclopedia de vastedad incomparable, pero de calidad muy dudosa y variable. Comprendo ahora de dónde salen muchas «documentaciones» de periodistas y -lo que es más grave- novelistas, y por qué tantos de éstos se atreven hoy a hacer novelas históricas sin saber nada sobre el periodo elegido antes de empezar a redactarlas.

Pero de todo esto estarán la mayoría de ustedes al cabo de la calle, y disculpen que les diga nada sobre mediterráneos que habrán descubierto hace siglos. Lo que más me ha desagradado, sin embargo, son los llamados blogs y foros, por algunos de los cuales me he dado un paseo. No entiendo que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo, porque me parece equivalente a esto: uno va a un bar, se sienta a una mesa y habla de lo que sea, y a continuación está expuesto a que cualquiera coja una silla y le suelte a su vez su rollo o -con demasiada frecuencia- sus imprecaciones. O bien a esto otro: uno inicia una conversación telefónica particular, y cualquier individuo puede colarse en ella y opinar lo que le plazca o ponerle verde a uno. No sé, para mí sería una pesadilla tener que escuchar pacientemente a personas que no he elegido, y con las que en algunos casos no quisiera ni cruzar media palabra. ¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío? ¿Llevar una vida «interactiva» (y perdonen el adjetivo)? Debe de haber mucha gente solitaria, o que aguanta la soledad -ese gran bien- pésimamente. Pero lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados. No tantos en los blogs o foros en inglés. En esa lengua la gente es más propensa a emitir sus opiniones, a discutir civilizadamente, a pedir una información o aportar otra interesante y útil. En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda, o que dedican horas y horas a estudiar la obra de un autor, por ejemplo, con el solo ánimo de ponerla a caldo, en vez de abstenerse -como quizá sería lo lógico- de seguirla leyendo. También se lleva uno sorpresas en este mundo, y ve intervenir, con su nombre, a personas de las que se distanció hace años, sólo para comprobar que la edad no las ha hecho más sabias ni gratas sino todo lo contrario, que el gusto por despotricar sin razones les ha ido en aumento y que ni siquiera han variado sus obsesiones durante tan larga ausencia. No sé, pero asomarse a esa inmensa taberna que son los blogs y foros de Internet, en España, le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 14 de diciembre de 2008

«Blogs» que salvan vidas 

Estimado Sr. Marías:

A través de  la lectura de  sus artículos, ya conocía de su poco gusto por el uso del ordenador. Hoy, leyendo «Una región ocultamente furibunda» he observado que tiene una idea equivocada de algunos de los usos y repercusiones del ordenador.

Es probable que lo que le voy a contar le cueste entenderlo, porque le sería muy difícil ponerse en mi piel, a pesar de que, cómo buen escritor, debe estar habituado a inventar situaciones, pero, a veces la realidad supera la ficción. Como suelo decir, soy una madre, ahora, una madre sin hijos, y desde hace más de dos años escribo en dos blogs: Madres sin hijos y ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir! Comencé a escribir como consecuencia de la pérdida de mi hija, la única que tenía, en un mal llamado accidente de coche.

Nunca antes había escrito y no me considero escritora, pero el dolor, la rabia, la impotencia y el deseo de que a otras madres no les pasara lo mismo  me llevaron a familiarizarme con Internet y con algo de lo que no tenía ni idea: «Los blogs».

El dolor por la pérdida de un hijo es algo tan desgarrador, tan terrible, tan mortal, que produce una inmensa locura difícil de contener y de curar. Puedo decir que la escritura en estos blogs me ha salvado, si no de la locura, sí de una muerte segura. Una muerte de pena y dolor.

Pero además quiero pensar que han servido también para salvar otras vidas. Las de aquellos jóvenes que han llegado hasta sus páginas y han podido comprobar cómo conducir de una forma irresponsable no lleva nada más que a la muerte y que los accidentes no son algo que les ocurre a los demás, a los otros, sino que nos pueden suceder a cualquiera. A todos. En un segundo.

He sacrificado la intimidad de mi dolor y el rostro de mi hija, a propósito, para compartirlo con los demás en ese intento por salvar vidas. He recibido muchas visitas y los comentarios siempre han sido muy respetuosos.

No todo en Internet es malo. No todo es superfluo, banal o equivocado. No todas las opiniones son furibundas e irrespetuosas. No todos los blogs son una taberna. Algunos, salvan vidas.  Al menos, la mía.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por el alcohol que otro tomó.

Publicado miércoles, 07 de enero de 2009 8:28 por FZ_madredHelena
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Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
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