«Culpables por sufrir» es el título de la carta de esta semana del EPS de El País.
Está escrita por José Manuel Díez Alonso.
Entiendo por qué ha sido elegida como carta de la semana y me adhiero a lo que en ella se dice.
No sé si esta sección de El País existe en digital, pero ante la imposibilidad de encontrarla, voy a reproducirla aquí, mecanografiándola.
«Jaime Rosales es un director de cine y sus respuestas son valientes, sensatas, lúcidas, radicales. Una de sus apreciaciones es que cada vez más el sufrimiento es doble, por oculto. Nos hemos acostumbrado a eliminar el sufrimiento de nuestras vidas- El dolor no cotiza, es incomodo. La consecuencia es que por miedo a ser rechazado lo ocultamos. Y cuando el sufrimiento no puede ocultarse, nos alejamos de los demás, porque sabemos del rechazo. Hay que aparentar siempre buen humor, suficiencia.
Quien sufre, quien no está de buen humor, molesta, acaba siendo un incordio, alguien despreciable que no valora lo que tiene…Por eso programas como Hablar por hablar (cadena SER) son un éxito. Se habla con desconocidos lo que no puede decirse a un amigo. Porque ahí, en las ondas, muchas `personas encuentran la oportunidad de hablar de lo que les importa y no es considerado de buen tono. «No me vomites encima», oí una vez a quien adoptaba estas palabras como una divisa en su blasón. Luego supe: lo que ella llamaba «vomitar» en los demás era una inmensa, una gigantesca y acuciante necesidad propia de desahogarse. De ahí ese doble dolor: sufrir y sentirse culpable por sufrir.»
Esta carta me ha hecho reconocerme en ese intento de ocultar el dolor ante los demás.
Es cierto que nadie quiere estar en un ambiente de dolor. Es mucho más agradable un ambiente de risas y distensión por parte de los que no sufren el dolor. Pero los propios que lo sufren hacen lo imposible, también, porque no se les note y por no sufrir ellos mismos.
Pero eso es imposible.
Es cierto que a las personas con gran dosis de tragedia se les huye. Por si acaso se pega. Hay quien lo justifica con un no saber que hacer, no saber que decir para no recordar, para no dañar.
¡Qué ilusos! Los que hemos tenido la desgracia de sufrir por la pérdida de un ser querido, no necesitamos nada para recordarle, porque está ahí siempre, a todas horas. Todo y nada nos lo va a recordar.
Y así, los falsos amigos desaparecen.
Y los que sufrimos, nos sentimos más culpables aún por no transmitir felicidad y alegría. Esa que muchos nos reclaman, a veces porque es lo que les gustaría para nosotros, pero también, porque les supone menos esfuerzo estar con nosotros de juerga que llorando.
Los hay que quieren que todo sea como antes, cuando ya nada puede ser igual, los que creen que demoramos demasiado nuestro dolor, que ya es hora de recuperarse y hasta los que les molesta el color de nuestra ropa.
Recuerdo que en una entrevista a Pilar Manjón, la periodista le preguntaba algo así como “cuando abandonaría el negro de su vestimenta”. Ella le dio una buena contestación.
Aquellos que tienen una vida maravillosa, llena de felicidad y alegría sí deberían preocuparse por no tener más momento de buen humor, que hay muchos que no lo tienen. A la vez, deberían asombrase y valorar mucho más que, quien no tiene motivos para esta felicidad, sea capaz de seguir viviendo y soportar la felicidad de los demás.
Lo de «ponerse en el lugar del otro» no cuenta en temas de dolor.
Ya duermen en su tumba las pasiones
El sueño de la nada;
¿es, pues, locura del doliente espíritu,
o gusano que llevo en mis entrañas?
Yo sólo sé que es un placer que duele,
Que es un dolor que atormentando halaga,
Llama que de la vida se alimenta,
Mas sin la cual la vida se apagara.
Ya duermen en su tumba las pasiones. Rosalía de Castro
Dedicado a mis amigas y amigos, que lloran y ríen conmigo, sin pedir nada a cambio.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
Publicado jueves, 13 de septiembre de 2007 14:38 por FZ_madredHelena