Tarde de añoranza. Lluvia, morriña, tristeza y nuevamente «Dirty Dancing», tú película.
Contigo la vi muchas veces y sin ti, también. Pero entonces era con alegría, ahora es con tristeza, echándote en falta. Antes, me resultaba pesado volverla a ver. Ahora, deseo verla, porque me trae tu recuerdo.
Y los recuerdos son el alimento del espíritu, ese espíritu dañado y maltrecho por el dolor que produce la ausencia.
Mi querida Helena, desde que tú no estás, repito una y otra vez, mi hijita. Como si fueras un bebé. Y tan pronto te veo como tal, como una muñequita, jugando con tus cubos, como hecha toda una mujer. Y con cualquiera de esas imágenes siento un dolor tremendo, a la vez que la alegría de haberte tenido.
Y cada día revivo el dolor de tu pérdida con la noticia de otros que se van y me digo: esa familia aún no saben lo que les espera.
Hey Baby, cómo te echo de menos. ¿Por qué te fuiste, porqué tuviste que ser tú? ¿Por qué no cayó el culpable? Ese…
Te quiero, mi amor.
Tu mamy. (No está mal escrito. Era nuestra forma)