El tiempo es caprichoso y se clava en el corazón produciendo un dolor punzante que se hace eterno, cuando no podemos controlar nuestro alrededor, cuando quisiéramos salir del estado en que nos encontramos porque es demasiado el dolor. Pero ese mismo tiempo se escapa como el agua de las manos, cuando deseamos que el momento feliz no acabe nunca.
En mi vida hubo una forma nueva de contar el tiempo desde el día que perdí a mi hija. Entonces, éste se alargó como una sombra oscura. He pasado muchos años en los que los días se hacía eternos porque las horas se estiraban más allá de los 60 minutos.
Y tú te marchaste cuando comenzaba a controlar esos minutos. Quizás es por eso que esto dos años desde tu pérdida se me han pasado tan rápidos.
No tuviste la oportunidad de ser la pérdida más importante. Una madre siempre lo es, pero en tu caso, y a pesar del amor que siempre te he tenido, tu nieta se llevó ese privilegio. Y cuando iba a ser tu primer aniversario, papá te arrebató ese privilegio pasando a ser el protagonista.
Y así, y como siempre, tú estabas en un segundo plano, sin dar trabajo, ni preocupación, tú nunca eras un problema, tú eras la solución. Esa es la maravillosa función de una madre.
Pero, mi querida madre, aunque a mí nadie me recordará, mi memoria no quedará en un hijo, no me echará de menos por las cosas que he dejado, hechas con mis manos, por los hilos con los que cosí los desgarros de la vida, por los besos y los abrazos que da una madre como tú, en tu caso, en lo que me quede de vida, nada ni nadie podrá borrar tu recuerdo y todo lo que me diste, a pesar de estar en ese segundo plano.
Quisiera tener la certeza de saber que estáis todos juntos, pero esa siempre será mi duda.
Y una vez más mi vida está llena de «años sin».
Querida madre, mamá, mami, te echo de menos… ¡tanto! Te quiero.
Lo tuve todo, ahora nada tengo
sólo un montón de años previos
a ese momento en el que algo
me cogerá del pescuezo
y agitará mi sombra hasta que se vaya diluyendo
en un muro ciego que contiene
demasiada tierra. Al final todo se viste de tierra
y la tierra concede su permiso a la vida
para hacerse pasajera
y crear orillas donde sólo había agua
una infatigable desesperación cerca de la inmensidad
en donde se avanza para llegar al principio.
«Años previos» Manuel Juliá. Sobre el volcán la flor.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, hija de María.
Besos GORDOS, Flor
Lo siento, es dificil muy dificil no pasar el duelo.
Es mejor ver y saber y darle un beso de despedida,
y no esperar k llegue y nunca llegue ese día.