Ayer, cuando me dirigía a mi clase de escritura, en mi cabeza comenzó a sonar esta canción
Unos que nacen otros moriran
Unos que rien otros lloran
Agua sin cauce rio sin mar
Penas y glorias, guerras y paz
Siempre hay porque vivir
Porque luchar
Siempre hay por quien sufrir
Y a quien amar
Al final las obras quedan
Las gentes se van
Otros que vienen las continuaran
La vida sigue igual
Nunca fui demasiado fan de Julio Iglesias. Al principio, porque me parecía soso, y después, porque me parecía que tenía demasiada pose. El recordatorio de esta letra fue porque la calle estaba tan llena de vida: madres con niños, personas paseando, gente con prisa, niños en los parques, perros haciendo sus necesidades en las aceras… en definitiva, había vida en la calle y yo iba llena de pena y muerte.
La vida sigue, la de los demás y la propia, porque no hay forma de pararla, aunque ese sea el deseo de muchos a los que les cambio, perdón, nos cambio, la vida, en un segundo.
Después, en clase, donde no se entendió mi relato (tengo que dejar de intentar ser escritora, no lo consigo, no se me entiende, sigo siendo muy aprendiza), hubo un relato de una compañera que me zarandeó internamente. Decía así, y tened en cuenta que está sacado totalmente de contexto, pero sirve como frase de reflexión:
«Tu vida ha expirado en el momento previsto, cuando así estaba dispuesto. Pero yo ¿cómo debo afrontar ahora tu partida? ¿Acaso debo inmolarme en inútil sacrificio para dar sentido a la sinrazón? Me rebelo».
Magnifico, compañera Nieves.
No era nuestro caso, el tema era una relación de amistad, pero me trajo el recuerdo de algunas madres que se culpan de que, pasado muchos años, quieran volver a la vida, que se compren, nuevamente, porque después de tantos años se echo a perder, pintura para pintarse los ojos, nueva ropa, que quieran impregnarse de vida. Y después de lo que llevamos pasado, se sienten culpables.
¿Qué culpa tuvimos nosotras? ¡Ninguna! ¿Dónde están los culpables? ¡Viviendo, mientras nuestros hijos están dos metros bajo tierra, o esparcidos por el aire!
Ayer, era uno de esos días de cal (lloro), hay otros de arena (risa), con lo que seguimos construyendo nuestro día a día. El que nos tocó vivir. Lo que nos adjudicaron. Un día de cal porque, cuanto más tiempo pasa, menos momentos encuentras para llorar o peor visto está. Ya pasó el tiempo de duelo.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.