El 28 de Septiembre, El País Semanal publicaba en su portada la imagen de Farruquito con un título «la penitencia del príncipe flamenco». Y en su interior un amplio artículo sobre su reaparición artística y referencias a lo que le llevó a la cárcel hace 18 meses.
Cuando leí este artículo, inmediatamente me puse a escribir una carta que no llegue a enviar a este periódico y que sólo el comentario de una amiga de Helena «…me ha extrañado que no hayas hecho referencia a la publicación del artículo sobre Farruquito en El País semanal…» me ha hecho traer hasta aquí.
Esta carta, escrita con la indignación que produce darte cuenta cómo hay personas que les parece que lo suyo es lo más penoso, lo más triste, lo peor, cuando sabes que lo peor que hay en esta vida es perderla y especialmente la pérdida de un ser querido, quedó guardada en un cajón, porque, a veces, piensas que para qué tanto dolor, para qué tanta lucha si la vida de nuestros seres queridos no nos la van a devolver.
«Es igual…que escriban otros. Esperaré a ver si hay otras cartas que hacen referencia a esta historia». Me dije.
El domingo pasado, se publicaban 2 cartas en este mismo medio que hacían referencia a este artículo, pero ninguna de ellas recogía en lo que yo me había fijado de este artículo: «Aprendes de los palos que te da la vida. Cometí un grave error, pedí perdón, dije que me arrepentía y era sincero. Hablar de ello me recuerda cosas muy malas».
Esta frase de Farruquito desencadenó mi carta.
Farruquito, tú no sabes lo que son los palos de la vida. Tú sólo sufres las consecuencias de una mala actuación, una mala acción. El palo se lo llevó la persona que perdió su vida y en especial su viuda. Eso sí es un palo.
Esta fue mi carta, que como tantas veces, se convirtió en un correo sin entregar:
«El día que perdí a mi hija no acertaba a decir otra cosa que no, no, mi hija no. Hubieron de pasar varios días para ser verdaderamente consciente de que mi hija no había tenido un accidente. No se había matado. La habían matado.
He intentado que mi sentimiento hacia el culpable no fuera de odio, canalizando mi rabia y dolor en una campaña de concienciación, para que a otras madres no les pase lo mismo.
El culpable de la muerte de mi hija no pidió perdón, sólo acertó a de decir que él nunca había hecho daño a nadie y que tenía una hija y si le hicieran algo así él odiaría mucho al causante.
Farruquito ha pedido perdón, pero cuando los actos que se cometen producen la muerte de personas, es difícil por no decir imposible, poder perdonar.
Él tampoco sabe de los palos de la vida. Porque los actos irresponsables que uno comete tienen siempre unas consecuencias, pero eso no es un palo.
Los palos, normalmente y por desgracia, los pagan las víctimas inocentes.
María Ángeles, la mujer de la persona a quien mató, los padres de Mariluz (con un tema distinto pero con la misma consecuencia), las familias afectadas por la violencia vial y yo misma, sabemos mucho de los palos que da la vida.
Unos palos que, en muchos casos, impiden recuperar tu vida e ingresas en una cárcel de dolor, de la que nunca llegas a salir.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por el alcohol que otro tomó”
Publicado martes, 14 de octubre de 2008 8:45 por FZ_madredHelena