Este título no es mío, es de un poeta que yo leo y utilizo mucho, especialmente en los aniversarios de vuestros hijos: Manuel Juliá.
Casi siempre los versos los sacos de un libro que pareciera lo tituló pensando en mí, «Sobre el volcán la flor», pero nada más lejos, aún no le conocía.
Pero hoy estaba leyendo otro de sus libros, «Cuarenta latidos», cuando me he encontrado con cosas subrayadas (subrayo aquello que me gusta o con lo que me identifico). Y pertenecía a un artículo titulado así: no hay navidad sin recuerdos.
Y quizás es por eso que cuando llega este tiempo, quisiéramos meternos en la cama y despertar después de reyes, porque los recuerdos, los bonitos, los agradables, nos producen mucho dolor. Qué extraño, ¿no? Si son buenos, si son agradables. Pues, por eso, porque no se repetirán. Ese es el dolor. Darte cuenta que son solo recuerdos, que no habrá momentos que propiciarán nuevos recuerdos.
Y cada año que va pasando una una nueva navidad me pregunto cómo lo pasarán aquellas familias, aquellas casas, donde hay otros niños. Donde no tienes la facilidad, como en mi caso, de cerrar puertas y ventanas y hacer como que es un día más, y un día menos. Ya lo aconsejaba en el artículo «El síndrome de la silla vacía»: Si hay más niños no les puedes privar de la magia de la Navidad. Y entiendo que ese sacrificio tiene que ser muy grande. Por eso, en estas fechas me considero afortunada, porque puedo romper con todo, pero es una desventaja en otros momentos.
Queridas madres con hijos, no privéis al resto de vuestros hijos de esa magia. Haced de tripas corazón y vivid para esos hijos que sí están vivos. Sé lo que estoy diciendo. Sé lo difícil que os lo pongo, pero no permitáis que el paso del tiempo os devuelva una queja de los hijos vivos: «Mamá la vida me privó de mi hermano y tú me privaste de la mía».
Y es ya el olor a navidad quien me rescata las huellas de lo que murió con el tiempo…
…Y como humano que soy, recuerdo y siento que casi todo lo que sucede es una maravillosa excusa para volver a sentir lo que ya nunca será. Salvo que quizás lo perdido habite donde el tiempo no exista, esperando. Quizá.
No hay navidad sin recuerdos. “Cuarenta Latidos”. Manuel Juliá.
Creedme que yo también lo intento.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.