Se cumplen tres años de la muerte de Rocío y Francisco Javier. Como bien dice su madre en un comentario del post anterior, salió de su casa para clase y nunca más volvió. Porque así son eso que llamamos accidentes de tráfico. En un segundo. De hoy para mañana, la habitación se queda con todas las cosas pendientes de volver: las pinturas, los pantalones después de haberse cambiado, la cama sin hacer, quizás una nota…
(La última nota de Helena)
Y no me estoy refiriendo en concreto a Rocío, pero es casi igual en todos los casos, porque nadie piensa que no va a volver. Mi hija, a pesar de haber hablado por teléfono con nosotros y habernos dicho dónde se iba, nos dejó la nota.
Rocío se quedó en el asfalto junto a su chico, y ambos apenas habían comenzado a vivir. ¡Eran tan jóvenes!El conductor, muy joven, muy joven también, resultó ileso. La noticia decía como probable causa del siniestro, la velocidad.
La madre de Rocio tampoco se quedó paralizada por el dolor, sacó fuerzas del mismo para dedicarse a ayudar en una asociación también de víctimas de tráfico.
¿Sabrán los que se van lo que sufrimos?
He aquí el silencio, y no sabemos
si el sueño o la muerte
lo que está moviéndose allá en lo hondo
donde sólo existen pensamientos y bruma
he aquí el silencio
sabe como mirada que quiere ocultar
todas las oscuras ramificaciones
de un espacio lleno de vidas apagadas
para mirar limpiamente la aurora
pero al mismo tiempo
del rostro ahogado que tienen todas las piedras
no cesa de nacer universo
que no va hacia otro objetivo que el de vivir
en una calma misteriosa.
“El universo en las piedras”, Manuel Juliá. Sobre el volcán la flor.
Querida Ana, sabes que estoy contigo. Rocío ha puesto en mis manos este poema y me he fijado en una frase «…que no va hacia otro objetivo que el de vivir…» Vivir por ella.
Un abrazo.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
(Imágen de Rocío Y Francisco Javier)