La gira de Diana Navarro Sinfónica llegó a Madrid, y con ella, una nueva oportunidad de escucharla, admirarla, disfrutarla y poder abrazarla. Y todo con “la” porque ese la es “ella”.
Mi historia con Diana Navarro comenzó hace nueve años, con los primeros reyes sin Helena, y he seguido su camino porque la música de Diana Navarro me emociona, me hace reír y llorar, es un motivo más para recordar a Helena, y me une a la realidad, esa que queremos abandonar con la muerte de un hijo.
He escrito tantos post sobre Diana, a lo largo de estos nueves años, que siento que algunos enlaces no funcionen bien, para aquellos que aún no conocen a Diana Navarro, porque os animo a que lo hagáis.
Y ayer, en el Teatro de la Zarzuela, Diana Navarro dio un paso más. Algo que yo misma llevaba diciendo durante mucho tiempo.
Diana y la orquesta filarmónica de Aljarafe, porque Diana siempre va haciendo patria , una orquesta llena de jóvenes músicos y con un director también muy joven, nos deleitaron con las canciones de Diana en clave filarmónica, y una tarde fabulosa.
Piezas de la Zarzuela más tradicional, copla, canciones de sus primeros discos, fueron deslizándose por la boca de Diana. Deslizándose porque Diana no se esfuerza en cantar, le sale solo, igual que el agua mana en una fuente con caño abierto, sin grifo que la cierre. Y suena como esa agua, limpia, clara, cristalina.
Pero ayer dio un paso más. Perdonar mi incultura musical, porque por culpa de ella, no puedo recordar el título de algo que nos regalo como una propina: un aria de ópera.
Sí, desde hacía mucho tiempo, yo decía que Diana terminaría cantando ópera, porque le gusta y porque puede cantar todo lo que se proponga o quiera. Y no me extrañaría que ese nuevo disco que está preparando para publicar con un giro de 180º, según ella, sea una nueva primicia de esta clase.
Diana, con un vestido blanco impresionante, que yo definiría como de hada, novia, danza española, y un vestido negro, moderno, original, transparente, nos envolvió durante una velada vibrante y con algunas lágrimas. Unas poquitas de ella, emocionada, y otras de los que la escuchábamos.
Gracias, Diana, por tus besos y abrazos, por seguir recordándome, por tus canciones, tu sonrisa y tu bella voz.
Y gracias a Belén, una joven escritora, periodista, compañera de aprendizaje en escritura, absoluta fan de Diana, y sobre todo, una joven que cada año, al menos una vez, me obliga a salir y contactar con el mundo real llevándome a estos conciertos. Me siento como si saliera con mi hija.
Gracias a las dos. Os quiero.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.