El cumple de Diego

Hoy es el cumple de Diego, un duende muy especial.

Como ya no está entre nosotros quería hacerle un regalo. Quiero contarle un cuento.

«El guardián del ventanal» Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

Diego era un osito pequeño, suave, peludo, al que le encantaba ir al colegio.

Cada día, su mamá le aseaba y peinaba cuidadosamente, y partía desde su casita en el bosque hasta el colegio que se encontraba más allá del rio. Y todas las mañana su mamá le advertía sobre los peligros de cruzar el río. Él sabía que sólo se podía cruzar por un punto en concreto del mismo, aquel en el que se encontraba “la guardiana del río”.

Ésta se encargaba de cuidar este paso y subir las piedras del fondo del río para que los pequeños animalitos que se dirigían al colegio cruzaran sin ningún contratiempo.

Una mañana, Diego llegó al punto de cruce y, tal como todos los días, posó su patita sobre la primera piedra que se encontraba en la orilla. Después, por arte de magia, surgían el resto de las piedras y contento y saltarín cruzaba el río. Pero esa mañana algo falló.

Sus patitas se sumergieron en el agua y debajo no había nada que las soportara. La corriente del río era fuerte y sin apenas darse cuenta, el agua comenzó a alejarle de la orilla.

A veces se sumergía para después volver a salir. Trataba de agarrarse a algo para detener su loca carrera pero qué iba a encontrar. Trató de acercarse a la orilla, allí le sería más fácil encontrar una rama donde sujetarse, pero la corriente le estaba llevando a la otra orilla y él sabía que nunca debía pasar a la otra orilla si no era por el punto de “la guardiana del río”.

Intentaba volver hacia la otra orilla pero sus esfuerzos eran imposibles. Una de esas veces que se sumergió tragó agua y cuando se encontraba bastante agobiado, de repente, sintió como un pellizco en su lomo y se encontró volando por el aire.

Una mariposa gigante, con unas alas de bellos colores, le llevaba colgado y se dirigía a la otra orilla. Una vez en ella, le deposito con mucho cuidado. Diego, sacudiendo el agua acumulada en su pelo con un fuerte movimiento, miró a la mariposa que se había posado sobre una roca y le preguntó:

-Hola. Gracias. ¿Quién eres?

-Soy tu hada.

-¡Ah!

-Lo siento pero no he podido hacer gran cosa, ya estabas casi en la otra orilla. ¿Sabías que sólo se puede cruzar por donde está la guardiana del rio?

-Sí, claro. Mamá siempre me lo dijo, pero no vi a la guardiana y las piedras no salieron del agua.

-Ya. Pero ahora ya no puedes regresar.

-¿Qué? Yo quiero ir con mi mamá- El osito estaba a punto de echarse a llorar.

-Tranquilo, tranquilo. Te llevaré ante el rey Melenao, seguro que él tendrá alguna solución.

-Diego, el osito y Helena, el hada, se dirigieron hacia una escalera muy larga cuyo final se escondía entre las nubes. Después de ascender por sus interminables escalones, llegaron hasta el rey Melenao, que era un león.

-El hada hizo las presentaciones y explicó lo sucedido. El rey león, escuchó muy atento, mesando su larga cabellera. Después de un rato en silencio, por fin hablo.

-Sabéis que una vez cruzado a la otra orilla no hay posibilidad de volver pero en este caso reconozco que la intención de Diego no fue saltarse las normas. Sé que es un osito pequeño que necesita aún los cuidados de su mamá pero no podemos hacer excepciones. Pero creo que podemos buscar una solución- dijo, intentando consolar al pequeño osito.

-Tú, hada Helena, serás desde hoy la encargada de cuidar a Diego y de que no le falte nada. Y a ti, Diego, tendremos que seguir formándote, para que el día de mañana seas un oso de provecho.

Dado que tú no has tenido culpa ninguna, te pondremos en un lugar privilegiado y te iremos enseñando para que llegue a ser un” buen guardián”, no como la guardiana del rio.

Con un gesto el rey  invitó a Diego a seguirle y tras pasar una pequeña nube se encontraron frente a un inmenso ventanal desde donde se distinguía, a sus pies, el bosque y la casita de Diego.

Melenao puso su garra sobre el cristal del ventanal y de repente lo que se divisaba comenzó a acercarse hasta verse todo con mayor nitidez. Ahora la casita se veía cada vez más grande, después se abrían las puertas y Diego comenzó a ver a su mami haciendo la comida.

-Mami, mami- comenzó a gritar.

-No te puede oír. Aún no, dijo el rey.

El rey volvió a posar su pata en el cristal y entonces como si fuera una película, la imagen cambió y entró en el colegio donde estaba su hermano sentado en un pupitre.

-David, David- gritaba Diego.

-Aún no puede oírte, Diego.

Nuevamente la pata del león se posó en el cristal y la imagen de un hombre comenzó a acercarse.

-Papá, papá, gritaba Diego

-No te esfuerces, no puede escucharte- repitió el león.

-Aún no pueden escucharte ninguno de ellos pero, con el tiempo, ellos te hablarán, tú les escucharás y podrás hablar con ellos, pero aún tiene que pasar un tiempo. Pero tengo un regalo para ti por haber sido un osito bueno. Algo que nunca habrías podido hacer desde la otra orilla.

Volviéndose hacia Diego, puso su pata sobre la tierna cabecita del osito y con amor le dijo:

-Desde hoy, podrás verlos cada día y tendrás una gran oportunidad- Diego frunció el ceño no entendiendo. Sí, les verás a ellos y los peligros que puedan correr, y tú podrás actuar como “ángel guardián”. Tú evitarás que corran ningún riesgo ¿Te parece?

¿Yo?- Diego no entendía nada.

-Ahora eres pequeño y no puedes entenderlo pero pronto lo comprenderás.

Melenao se volvió ahora hacia la mariposa y con voz segura, de jefe, le indico- ya puedes encargarte de Diego. Sécale, dale de comer, péinale ese pelo y cada día tráele hasta el ventanal para que aprenda y ejerza su función.

-Muy bien, magestad, le pondré gomina y le peinaré como lo hacía su madre.

Y diciendo esto, suavemente, el hada Helena empujaba tiernamente con sus alas al osito Diego.

Diego no faltó ni un solo día a su cita con el ventanal y aprendió muy bien su oficio de guardián. Buen oficio, muy interesante y, sobre todo, sin posibilidad de no tener trabajo. Al revés.

Y cada día, él se encargaba de que ningún otro osito cruzara la orilla.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

10.02.2010

Un beso, Diego. Un abrazo, Vanessa.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena

Publicado miércoles, 10 de febrero de 2010 9:45 por

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Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
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