Cuando se acercan estas fechas, el dolor se hace más patente, se revela y dice ¿por qué hay que estar contento porque sea Navidad? ¿Por qué están contentos los demás y yo no puedo? ¿Qué hay que celebrar? Y surgen consejos para pasar de puntillas por este mes que, a muchos de nosotros, nos produce más inquietud.
El pasado sábado, se publicaba en El País un artículo escrito por Joan Carles Ambrojo: El síndrome de la silla vacía. Y, como en otras ocasiones, os recomiendo leerlo.
En él se aborda, una vez más, el duelo y la Navidad. Y hablan psicólogos, psiquiatras, y personas que han tenido pérdidas, sobre cómo pasan ellos esas fiestas. Y habla una tal «Flor» que dice: «No hay una receta única para los que han perdido a un ser querido porque cada pérdida es distinta y cada uno muestra, oculta o siente el dolor de diferente forma». Y a mí que esta Flor me suena.
Ni siquiera sabía que había salido el artículo. Ni pensaba que iba a salir mi nombre, creía que sería una opinión más pero a nivel general. Pero no sé si lo que contesté es que podía ser de utilidad para otras familias o que los periodistas me tomaron afecto.
Pero tengo que reconocer que cuando me ha escrito una madre para decírmelo, una amiga me ha llamado para contármelo (el sábado estábamos de funeral y no compramos el periódico) y lo he leído en Internet, me he alegrado porque puede que ayude a alguien por lo que dice, por la biografía que aporta, por la información que da sobre apoyo al dolor, y porque mi grito de denuncia de cada Navidad ha salido también plasmado: «¡Que prohíban el anuncio de vuelve a casa, vuelve por Navidad! Todos tenemos a alguien que no volverá en Navidad».
Gracias, Joan y Naiara, por haber tenido en cuenta mis reflexiones pero, sobre todo, por vuestras aportaciones.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.