Los polvos mágicos en el día del cumple

Hoy es el cumpleaños de  Cintia, la buscadora de ángeles y hadas, y mañana es el cumple de su tito Edu.

Este año no hay cuento nuevo. Además, Cintia, ya es una jovencita mayor para cuentos. Pero sé que su abuela, Manuela, estará contenta y triste a la vez. He pensado que el cuento de las aventuras de «El guardián del ventanal», «Los polvos mágicos en el día del cumple» es un buen cuento para Manuela, en estos días.

No sé cuántas fotos podré poner pero este cuento sigue estando en el blog de Vanessa, la mamá de Diego, y quería traerlo hasta aquí.

Besitos, Cintia. Nunca serás más joven que en este día. Que seas muy feliz.

Querida Manuela, has tenido la suerte de que Cintia cumpla un día antes que Edu para poder seguir preparando una tarta con velas. Y este cuento para que te sientas un poquito mejor.

Un fuerte abrazo.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

(Pluma del ángel Edu. La que se encontró Cintia)

Los polvos mágicos en el día del cumple

Había una vez un osito, peludo, suave y esponjoso que se encargaba de vigilar que los niños no tuvieran ningún percance con el agua.

Desde su ventanal, observaba atento, se podría decir que era como un ángel, pero era más que eso. El podía actuar de ángel con muchas personas, no era un ángel único de los de  ir pegado a una espalda.

Un día, el hada Helena le encontró más triste de lo habitual.

Sucede algo, Diego.

-No…, bueno sí, bueno, no.

-En qué quedamos sí o no.

-Es que veo triste a mi mamá

-Claro ¡y cómo no! Ten en cuenta que tú sigues viéndola pero ella no puede verte. Ella no sabes si estás bien, si comes todos los días, si te lavas bien las manos antes de comer, si vas aseado y bien peinado, si te acuestas pronto y te lavas los dientes todos los días.

-Ya…a mí me gustaría verla y darle besitos, y cantar juntos.

-Pero el rey Melenao ya sabes que te dijo que no podías volver.

-Sí, pero yo quiero verla de cerca, darle un besito – el osito se iba entristeciendo cada vez más.

-Se me ocurre una cosa – dijo el hada. No puedes volver pero el rey  no dijo nada de volar sobre el tejado de tu casa. Yo te puedo llevar, volamos sobre  ella y soltaremos  un poco de “polvos mágicos”.

-¿Polvos mágicos?

 

-Sí. Es un polvo especial que utilizamos sólo las hadas. Un polvo dorado que cuando se deja caer se convierte en miles de pequeñas y diminutas estrellas que los humanos casi no pueden ver y que se les introduce por la nariz y les hace estornudar.

 

-¿Estornudar? ¿Y para qué?-dijo Diego.

 

-¡Estornudar es muy bueno! Despeja la cabeza, la sangre llega mejor al cerebro y se tienen  mejores ideas y buen humor. Además –añadió el hada- ese polvo mágico cuando roza la cara produce un suave toque como el beso de un niño.

-¡Ah! ¿Sí? ¿Mi mamá puede notar como si yo la besara? Por supuesto –contestó el hada.

-Bien, bien, eso me gusta, ¿cuándo lo hacemos?- dijo Diego no parando de saltar y dar palmas.

Más despacio amiguito. Eso solo se puede hacer una vez al año y en un día muy especial.

 

-¿Cuándo, cuándo?

-El día del aniversario de tu nacimiento. Es decir, en tu cumple.

-Vale. Miraré el calendario. –El osito se dirigió a un calendario que tenía sobre el ventanal y que aún estaba parado en el uno de enero. A ellos no les hacían falta calendarios porque todos los días eran iguales. No necesitaban fiestas, ni domingos, para ser felices. Pero Diego no controlaba muy bien las fechas. Preguntó al hada- ¿Qué día es hoy?

-Hoy es 8 de febrero. Tu cumple será el 10

-¡Bien! En tan solo dos días. Bieeeeeeeeeeennnn

Llegó el día y muy de mañana, Diego, el guardián del ventanal, pidió a una cigüeña que estaba por allí, que le hiciera el favor de vigilar el ventanal durante el tiempo que él estuviera fuera. La cigüeña que por entonces no tenía ninguna otra tarea, aceptó gustosa.

El hada Helena tomó a Diego por su lomo y emprendió el vuelo. Enseguida cruzaron el río y llegaron a la casa del osito en el bosque.

 

 

Las ventanas de la casa estaban abiertas y la mamá de Diego estaba cocinando. Entonces, Helena, que como todos ya sabéis era una mariposa gigante, sacudió con fuerza sus alas y un fino polvo bajó hasta la tierra y pasó por las ventanas hacia el interior de la casa.

 

Enseguida, el papá de Diego comenzó a estornudar, luego siguió su hermano David, y el rastro del polvo llegó hasta la cocina. Primero rozó suavemente la mejilla de la mamá de Diego, después una parte se introdujo por su nariz y otra parte fue a caer dentro de la cacerola que la mamá de Diego estaba cocinando.

-¡Adiós, mamá! Estornuda, estornuda, ya verás que bien estás, -gritaba Diego como si ella le pudiera oír.

– Y la mamá de Diego comenzó a estornudar. Después de varios estornudos, su mano se acercó a la mejilla intentando comprender que era esa suavidad que había notado. Se dirigió al baño y observó que ésta tenía un color rosado más acentuado que la otra parte de la cara. Y sin saber por qué, se encaminó  a la habitación que ahora sólo ocupaba David. En la cama seguía el osito con el que jugaba Diego. Éste abrió y cerró un ojo, en un intento de guiño.

 

-¿Qué? Ya veo visiones –dijo la mamá de Diego mientras se frotaba los ojos. Volvió a mirar al osito y esta vez tenía un brazo levantado como si saludara.

-No, no puede ser –se decía la mamá de Diego- me estoy volviendo loca.

Pero el osito estaba allí con un ojo cerrado y un brazo levantado. Se acercó hasta él, le bajo el brazo y le abrió el ojo. ¡Hay qué David! Otra vez jugando con el osito.

Comenzó a sentirse bien. Su estado era diferente al de otras veces cuando miraba ese mismo osito. Esta vez estaba tranquila, serena, triste pero no lloraba como en otras ocasiones.  En esta ocasión, la visión de ese osito le hizo sonreír.

Se dirigió  al salón y al ir a extender el mantel un rastro de pequeñas y diminutas estrellas doradas adornaban la mesa, pero ella no las vio.

Estornudó nuevamente. Y cuando se recuperó dijo: “chicos, vamos a comer, creo que hace un poco fresco con las ventanas abiertas, cerradlas o se nos colará un ángel, y un constipado”.

 

(Diego, un duende muy especial)

Mientras, Diego, ya estaba nuevamente en su ventanal y observaba la escena, sonriendo.

-Diego, yo solo hablé de soltar un poco de “polvos mágicos”-dijo la mariposa.

-Ya, ya lo sé, pero yo no pude reprimir el deseo de entrar en mi habitación. Perdóname. Nadie se dio cuenta.

 

Bueno pero que no se vuelva a repetir – dijo Helena con un cierto tono de enfado.

Diego sonrió y guiño un ojo mirando a la cigüeña.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Y si tú estás en este mundo, tendrás tarta con velas en un día como éste. Pero si te has ido como Diego, tendrás “polvos mágicos” para los tuyos.

Dibujo de Pilar, para “el guardián del ventanal”)

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

Este cuento está dedicado a Vanessa, mamá de Diego, un duende muy especial y “el guardián del ventana”, en el día de su sexto cumpleaños.

 

“De la madera de tus recuerdos armamos nuestras esperanzas”

Alcobendas, 8 de Febrero de 2011

 

Publicado jueves, 29 de septiembre de 2011 6:49 por FZ madredHelena.

 

 

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Acerca de Flor Zapata

Desde Abril de 2005, soy Flor Zapata, madre de Helena. Ese es mi pie de firma desde que escribo para concienciar sobre los peligros de una conducción no responsable.
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