Hace dieciocho años, cuando perdí a mi hija, comencé a denominarme como «Madre sin hijos». Para mí no es cierto que no exista un nombre para definir a los padres que pierden un hijo, como dicen muchas personas, cuando se quejan que hay un nombre para viudo, viuda, huérfano, pero no para cuando pierdes un hijo. Para mí, somos padres y madres y siempre lo seremos, aunque con su pérdida, ahora, somos «Madres y Padres sin hijos».
Entiendo que aquellos que pierden un hijo, pero tienen más, no se encuentren bien ubicados con este término, pero a ellos siempre les faltará un hijo, luego también son sin hijos, porque no están completos.
Conozco a algunas madres que después de la pérdida de un hijo, han tenido más. Y a otras que han hecho lo imposible y han sido nuevamente madres. Casi todas estaban en edad fértil. El problema es cuando esa posibilidad ya no existe.
La pérdida de un hijo, por mucho que se explique, es algo que sólo aquellos que tienen hijos, pueden imaginarse. Pero por mucha imaginación y empatía que se muestre, la realidad es insuperable e inimaginable.
Cuando la pérdida de ese hijo es un hijo único, la sensación de vacío, desesperanza, fin de tu vida, abandono, es inconmensurable, indefinible, inimaginable.
Y si cada uno responde de forma diferente a esa situación, si cada uno siente el dolor de forma distinta, si cada duelo será distinto, si cada uno sobrevivirá de formas diversas, os puedo asegurar que, en su gran mayoría, esas personas querrían volver a tener un hijo.
Y no es porque un hijo vaya a quitar el dolor de la pérdida de otro. No, eso es imposible. Es por el cúmulo de sentimientos que produce esa pérdida, y porque somos humanos.
No he conocido a padres que se hayan negado a tener un nuevo hijo por miedo al dolor que les volvería a producir su pérdida. Tampoco he conocido a muchos que adoptaran, aunque sí hay alguna madre que ha adoptado. Pero no conozco, del grupo de «Madres sin hijos», madres que se hayan acercado a la maternidad subrogada.
¿Por qué? No lo sé. Quizás las dificultades económicas sean la mayor pega.
Quizás el echo de saber lo que duele un hijo y su pérdida, hacen también que la mayoría nos planteemos no privar a otra madre de él.
Pero llegó Ana Obregón y lo puso todo bocarriba.
Si pienso en la cara que les ponía a aquellos que me aconsejaban que adoptara, que invitara a un niño más desfavorecido a pasar las vacaciones, o que comprara un perro, no tengo que preguntarme que pensaría de comprar un niño.
Por eso, estos días, he escrito sobre el tema en Facebook. He opinado, me he contradicho, me he planteado, he admitido todas las opiniones, y me he cuestionado:
29.03.23 https://www.facebook.com/flor.zapataruizmadredhelena
Como madre sin hijos, tengo una consideración hacia Ana Obregon, y también como vecina de la parte menos rica. Comprendí su dolor y sentí la envidia de que su perdida no hubiera sido por el mismo motivo que la pérdida de nuestros hijos, porque habríamos tenido una aliada. Hoy me entero que es madre de una niña, por una maternidad subrrogada. Qué decir. Entiendo su postura porque el sentimiento de soledad, abandono, fin de la vida, desesperación, cuando pierdes a tu único hijo, es tan grande, que es difícil de llenar. Yo misma, si hubiera podido, habría tenido más hijos, míos, pero eso ya no era posible. Hubo quien me sugirió adoptar, traerme los veranos un niño, o comprarme un perrito, pero todas esas cosas me parecían una forma de suplir a mi hija, y eso nunca saldría bien. Nada podía sustituir a mi hija.Entiendo que cada uno combate su dolor como puede.Pero hay cosas que yo no haría.Suerte Ana. Y a la madre biológica, que nunca la eches de menos. Flor, madredHelena.
30.03.2023 https://www.facebook.com/flor.zapataruizmadredhelena
Ya pasó el terremoto. Se vendió la exclusiva. Hasta en el telediario salió la noticia. Nos revolvió e hizo pensar a todos. Hasta los políticos lo hicieron suyo. Los a favor, se preguntan porqué sí al aborto y no a esto. Los en contra, hablan de compra y venta de personas, como en época de esclavos, o de otra clase de prostitución o esclavitud de mujeres. ¡Qué sabe nadie! Hace tiempo que, casi, no sé cómo criticar a nadie, solo sé lo que yo no he hecho, porque es hasta difícil decir no lo haría. El problema es, para bien y para mal, ser un personaje público. Y para provocar, infundir, presionar, hacer cambiar, lo mejor es ser famoso. Qué lástima que no haya alguien así para otras causas, como la de los Siniestros de Tráfico, para que los que legislan y administran justicia se plantearán el dolor y las tragedias que producen los que conducen con alcohol u otras drogas, o con total indiferencia a la vida de los demás, pero no, eso, para ellos, es sólo un accidente. Te envidio Ana. Por todo. Porque a tu hijo no lo mataron, que eso produce todavia más dolor. Porque la lucha por el cáncer tiene un nuevo elemento para su defensa. Y, ahora, porque has hecho lo que has querido para paliar tu dolor. A algunos no nos queda nada más que esperar. Que pasen los días. Flor, madredHelena.
Algunos comentarios apuntaban a que esta mujer podría haber utilizado el esperma de su hijo. No tengo ni idea si esto podría ser cierto, pero eso me ha llevado a cuestionarme ¿y si fuera verdad?
¿No es lícito hacer todo lo posible para seguir teniendo algo de tu hijo?
Ahora ya no sé lo que yo hubiera hecho.
Y también afirmo, que los que critican o están en contra, o no tienen hijos o no han perdido un hijo.
Igual que una vez escribí una carta a Ana Obregón, que nunca le llegó, creo que nunca podré tener una entrevista con ella para que me hiciera cambiar de opinión.
Lo que sí tengo claro es que no me gusta nada que por medio estén las exclusivas, el negocio, y el famoseo.
Ya no se trata de edad, ni de ética o moral, se trata de que perder un hijo es algo muy, muy serio, y comprar un hijo es todavía más.
Lo que también tengo claro es que «Las madres sin hijos» estamos locas. Locas de dolor. Y cada una lleva su dolor y locura, como puede.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.