Cuando pierdes un hijo, todo lo relacionado con él, con ella, adquiere un valor dimensionado. Los objetos comienzan a dejar de ser inanimados, se vuelven importantes, hablan, cuentan, y nos convertimos en casi fetichistas. Podemos abrazarlos, besarlos, guardarlos con todo el amor del mundo porque es el recuerdo vivo de lo que ya está muerto.
Si al principio no hay nada más doloroso que recoger o conservar sus cosas, con el paso del tiempo, encontrar un nuevo objeto, olvidado en un rincón, en un armario, en un trastero, se convierte en el mayor tesoro. Y comenzamos a hablar de señales.
¿Señales de qué? ¿De que están ahí, de que no se han ido, de que están a nuestro lado dándonos fuerza?
Para los creyentes, de cualquier religión o filosofía de vida esto no hace nada más que confirmarles en su creencia, pero qué pasa con los agnósticos, ateos o simplemente creyentes del ciclo de la vida.
Según se van acumulando años, y apechugando con la falta de ellos, nuestros hijos, en algunos momentos comenzamos a ir soltando amarras. A veces, presionados por los demás, por la falta de espacio, o pensando (aquellos que no tenemos más hijos), que debemos facilitarles la vida a los que vendrán por detrás, cuando nos marchemos, y se verán en la necesidad de terminar con todo lo que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida.
Y también, a veces, intentando recoger las cosas que dejaron nuestros padres, de las que somos encargados.
Hace algún tiempo, recogí zapatos de Helena, de baile, ya sabéis lo aficionada que fue a este tema o tal vez su madre, para repartirlo entre otras niñas que tuvieran la misma afición. Retire tres pares. Dos de ellos de edades muy tempranas, de tallas muy pequeñas.
No recuerdo bien si los agrupé en cajas o los puse en una bolsa para que ocuparan menos, estaban en casa de mis padres y me los quería llevar a mi casa.
El fin de semana pasado volví al lugar con la intención de seguir con la limpieza. Ya quedaban pocas cajas, alguna contenía unas zapatillas de estar en casa (con ositos), otra unos zapatos estilo años 20 para cuando se disfrazaba de Charleston y una caja más. Estaba vacía. La tiré al suelo. Debía ser una de las cajas de los zapatos que me había llevado antes. ¿Por qué la habría dejado? Pensé en lo que me cuesta tirar algo. Todo para mí está lleno de valor, de recuerdos, y no soy capaz de desprenderme de ellos.
La tarea que estaba realizando no era fácil: estaba eliminando el trabajo acumulado de toda una vida, la de mis padres, en especial la de mi madre, una verdadera hormiguita que todo lo guardaba, lavado, planchado, ordenado, y mantenía limpio por años, por si había otras nietas o biznietas que lo pudieran utilizar. ¡Cómo me parezco a ella!
Al caer, la caja se abrió. Entonces observé que había algo escrito, con letra muy infantil, irregular, y alguna muy destacada, en rojo. El texto decía así: mama /papa HELENA MOg HF, algo que al principio pensé era “sof” pero que después he traducido por “jy f” y por último y en rojo, HELENA.
Esta es la imagen:
Os podéis imaginar mi reacción. La recogí, lloré, la miré, remiré, estudié, y guardé.
Esa tenía que ser una de esas señales de las que me hablan otras madres. ¿Helena me estaba diciendo que ella estaba conmigo en un momento tan doloroso para darme fuerza? No lo sé. Sólo sé que desde la pérdida de un hijo te aferras a sus cosas, las estudias con el deseo de que te digan algo, porque ya es lo único vivo que te queda de ellos durante el resto de tu vida.
Creo que he descifrado todo el texto que aparece en esa caja, solo me queda una palabra “MOg”.
Este fin de semana he vuelto a recoger los pedazos rotos de mi vida para seguir viviendo, como dice el poeta. Y me he vuelto a traer a casa muchas más cosas que he tirado, porque es imposible desprenderse de todo aquello que nos recuerda a nuestros hijos.
…Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,
Aunque siempre nos falte alguno;
Recoger la vida vacía
Y caminar esperando que lentamente se llene,
Si es posible, otra vez, como antes,
De sueños desconocidos y deseos invisibles.
“La Realidad y el Deseo” Luis Cernuda.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por la acción de un conductor borracho
Querida Flor, es precioso, me has hecho llorar una vez más. ¿No sería AMOR la palabra que no has descifrado? ¡Qué duro, mi querida amiga! Un besito muy grande con más cariño que nunca <3 <3 <3
Querida mamá de Helena, tus palabras las hago mías. También he atesorado pequeñas grandes cosas de mi hijo. Las que un día tocó, tocamos juntos. Ropa, libros, pero un día encontré una tarjeta para mí cumpleaños, donde me decía, que ya me había dicho todo, tan solo decirte que te quiero.
Esas palabras están permanentemente en mi corazón, escucho su voz al emitirlas y veo sus gestos.
Es lo más difícil del mundo, vivir con la muerte de un hijo, hace casi nueve años, y aún hoy lloro desesperadamente. Luego me yergo y sigo.
Envidio profundamente a los que tienen la fe de otra vida.
Acompaño tu dolor en la misma sintonía.
Gracias por tu escrito.-
Vaya querida Flor….cuànta razón en todo lo que dices….yo esta tarde tambièn estuve colocando su ropa….oliendo…sintiendo,rebusco en sus bolsillos…., me alegro mucho que encontraras esa bella caja aunque duela en el alma. Nadie sabe sin son señales o qué pero el otro día cuando volví a casa del pueblo me encontrè con la rosa roja que compartí con vosotras….era cómo sí me saludara y dijera eso que tanto me gustaría oír»Hola mami,cómo te ha ido el día»…….besos enormes
Hola Flor…..he estado leyendo tu blog y me ha parecido muy interesante…yo tengo un hermano menor que junto a su esposa esperaron un bebé, pero no alcanzó a nacer por una negligencia médica, he estado tratando de «ayudar» con frases de aliento, mensajitos por facebook o celular para alentarlos a ellos, aunque no he sufrido una pérdida así, la siento muy cercana, porque yo cuidé de mi hermano desde que él tenía 3 años y me duele mucho su dolor, no sé que más puedo hacer, me podrías aconsejar algo?
No hay frases que consuelen, pero si el acompañamiento, los abrazos cerrados, estar pendiente, aunque sin decir nada, porque no hay nada que decir. No les impida que hablen de tema cuando quieran. No intentes no hablar de ello, lo que les duele es que no recuerden su pérdida. Aunque tú no hables porque crees que así no se lo recuerdas ellos la tienen constantemente en su pensamiento. En los primeros momentos hay que estar pendientes de que coman y se cuiden, esa es una labor para la familia y los amigos y anímales, si son jóvenes, a que tengan más hijos, así esos hermanitos podrán recordarlo. El tiempo no cura nada, pero suaviza el dolor, se aprende a vivir con él. Gracias por preocuparte por ellos. Un abrazo. Flor Zapata, madre de Helena.