Llevo varios días que no me encuentro bien, me duelen hasta las pestañas. Primero pensé que debía ser un ataque de reuma, pero después he caído en lo que es.
Hace treinta y cinco años también tenía dolores. Al principio eran como si fuera a empezar con la regla. -Sí, estás de parto, pero vas para largo – me dijo el doctor. -te recomiendo que pasees mucho. Y yo que siempre he sido muy obediente, me tiré toda la tarde paseando.
Hace treinta y cinco años, tuve los dolores más grandes que, pensé, se podían tener. ¡Qué ilusa! No sabía lo que me vendría después.
Treinta y cinco años, toda una mujer.
Querida hija, en tan solo varios días, he conocido que otras dos amigas tuyas ya son mamás, y otra que va a serlo… y tú que podrías serlo, también te lo arrebataron.
Nadie sabe los esfuerzos que hay que hacer par seguir en este mundo como si no hubiese pasado nada, como si todo ya estuviera superado, como si ya hubiéramos pasado página, con buena cara, con la sonrisa puesta, porque los demás no tienen culpa.
Y a mí me parece que sigo metida en una película, y que esto no nos ha pasado a nosotros.
Felicidades, cariño. Mañana tendrás tus calas, como cada año. Es lo único que podemos ofrecerte. ¡Qué triste!
Feliz cumple sin velas. Sí, esta es también una de esas frases que se me ha ocurrido en estos catorce años de ausencia. Como la de «madres sin hijos», o «dolor compartido», o «tu dolor es también el mío», porque desde que no estás, me paso la vida inventándomela.
Sí, estoy loca, sigo loca, pero es de dolor.
(No llegaste a tener la crisis de los 21, ni a volver a señalar tu cumple en ninguna agenda)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por un conductor borracho.
Hace 35 años aquel dolor tuvo una recompensa muy grande, que se transformó en amor mucho más allá de lo que pensabas.
Hoy no hay nada que compense tu dolor, pero déjame que te acompañe un poquito desde la distancia, virtualmente.
Un abrazo para ti y para José María, y miles de besos para el cielo.