(Y crecen por donde quiera que vamos. Bellas, firmes, erguidas, siempre hacia arriba. Las calas de Helena)
Para los que sobrevivimos, siempre hay un día después:
Todo lo que recuerdo
es que recuerdo demasiado poco
que demasiadas cosas
se quedaron en medio del camino
y ahora no puedo describir
por qué no continuaron hasta perder el aliento
cerca de la estación abandonada
por qué no reclamaron a las cumbres inmortales
su derecho absoluto a existir
su gobierno sobre los límites imposibles
sólo recuerdo que nada se conserva en la memoria
salvo la omnipotencia
de una ausencia que circula abandonada
buscando otras habitaciones distintas
cosa que nunca existieron
lámparas que el polvo no pudo quemar
porque nunca la luz
encontró la manera de volver a existir entre las sombreas
al fin sólo imagino, frente a este gesto
de frontera sin sentido
demasiados cuerpos que se hacen multitud
de rostros extraños invadiendo el aire tibio
a través de una música sobrehumana
Todo lo que ya no recuerdo está avanzando
como un ejército sin batalla hasta su propio nacimiento
en el que brotan nuevas voces tardías
nuevas imágenes que ya no quieren vivir
para no volver así hasta la muerte.
(Todo lo que recuerdo. Manuel Juliá. “Sobre el volcán la flor”)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.