Carta protesta a la firma «El Almendro», y a los dueños: Delaviuda

Desde hace muchas navidades ando quejándome de la publicidad de la firma «El Almendro», y desde que tengo este blog, cada año escribo sobre el daño que produce ese anuncio, en lo que casi siempre es un «correo sin entregar». Pero este año, por fin, me he decidido a enviar mi carta a la firma «El Almendro». Y me he permitido firmarla en mi nombre y el nombre de todas las madres que forman el grupo «Madres sin hijos», que piensan y siente lo mismo. Aquí está mi carta:

madresinhijos 

“Madres sin hijos”

 

Diciembre 2013

 

“………………………………..Vuelve a casa  por Navidad”

  

Señores de “El Almendro”:

 

 

Nos acercamos a la Navidad, ese periodo de alegría y exuberancia ficticia que cada año, aunque muchos no queramos, la publicidad se encarga de meter en nuestras casas. Y un año más, ustedes, nos harán la vida imposible con su famosos “vuelve a casa vuelve”.

 

Una campaña que tiene ya más años que tendría mi hija, y que ustedes se empeñan cada año en volver a restregarnos por la cara a aquellos que tenemos familiares que no volverán por Navidad.

 

Es curioso que una  empresa con una historia desde 1883, que se fundó como firma en 1905, que ha pasado por diversas manos, insistan en la misma campaña desde el año 1980.

 

Parece mentira que, ustedes, que han ido cambiando sus instalaciones de ubicación,  por ejemplo de Xixona a Sonseca, que decidieron destruir su fábrica de 1921,  en el  2006,  que su dirección ha ido pasando por diversos dueños: Monerris Planelles, Suchard, De la Viuda ¿por qué son tan inmovilistas e  insisten en seguir martirizándonos con ese eslogan y esa cancioncilla?

 

Estamos en el 2013, este año muchos de los jóvenes que  han tenido que emigrar por la crisis y la falta de trabajo en nuestro país, puede que no vuelvan en Navidad, y sus padres les echarán de menos. Y ustedes ahí recodándoselo.

 

Pero este no sería el peor caso, lo peor será para todo aquellos hogares en los que falta alguno de sus miembros, y son muchos. Como es mi caso, o el de miles de madres que se quedaron sin hijos. Conozco a muchas de esas madres y cuando van llegando estas fechas, quisieran acostarse y no levantarse hasta el día 7 de enero.

 

Para tantos padres y madres que hemos perdido a nuestros hijos, su anuncio es un sufrimiento mayor. Un motivo más para aumentar nuestra pena.

 

Sé que no soy la primera madre que les escribe y no seré la última, pero ustedes hacen oídos sordos. Pues, sepan, que la mayoría de las personas que hemos tenido una pérdida no compramos ese turrón,  simplemente por ese anuncio. Y cada año hacemos más propaganda en contra de su producto.

 

Por favor, cambien de una vez ese maldito anuncio. Tengan piedad de nuestro dolor. Es inhumano que en post de unas ventas lastimen la sensibilidad y los sentimientos de muchísimas personas, porque ¿quién no tiene a alguien que no volverá en Navidad?

 

Modernícense, apuesten por una nueva campaña, y dejen de tocar la fibra sensible para hacer publicidad.

 

Si así lo hicieran, se lo agradeceremos. Y si no es así, que su conciencia se lo demande.

 

Firmado, Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol, y las cientos  de  madres que forman el grupo de “Madres sin hijos”.

  

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena

www.quieroconducirquierovivir.com

http://madressinhijos.quieroconducirquierovivir.com/

mamydehelena07@ yahoo.es

(Han sido enviado tres ejemplares de esta carta: A Presidencia y Relaciones Públicas de El Almendro, domicilio legal en Madrid, y a Delaviuda, departamento de Atención al Cliente y Relaciones Públicas, en Sonseca, Toledo) 

Ojalá esta carta tenga respuesta y este año no tengamos que soportar esa famosa frase, aquellos que tenemos a alguien que no volverá en navidad.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.

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La maltrecha salud

calas de virtu

La salud, esa de la que nos acordamos cuando nos abandona, se pierde también con la pérdida de los hijos.

Son o somos muchos los padres que después del shock producido por la pérdida tan traumática de nuestros hijos, comenzamos a tener nuevas enfermedades o se agravan las ya existentes.

Y así aparecen enfermedades autoinmunes y demasiados tipos de cáncer.

Es cierto que nuestra salud depende de muchísimos factores, y en indudable que nuestra salud mental afecta a la salud física. El dolor producido por la pérdida de un hijo nos lleva a un estado lamentable y nuestro organismo debe volverse loco.

Como decía en un antiguo post, las entrañas también lloran, y se retuercen, y poco a poco, ese primer deseo de querer morir que se adueña de nosotros, y que  ya casi lo hemos olvidado, se va materializando en partes de nuestro cuerpo.

Sí, olvidado, porque según va pasando el tiempo, la vida te va engañando y enganchando nuevamente, y una vez superada esa única idea de querer morirte, te asusta nuevamente la enfermedad, y casi la muerte.

Nadie se muere, aunque lo desee. Mi psicóloga siempre decía que incluso los que se quitan la vida no quieren morir. Y nosotros, las víctimas, y según las creencias, aunque deseemos volver a encontrarnos con nuestros hijos, algunos con total certeza, otros con la incertidumbre de si será real que volvemos a vernos, es normal que pasado un tiempo, y después de lo sufrido, sintamos miedo al dolor.

Eso no significa que ya no nos acordemos de nuestros hijos, que seamos egoístas y queramos seguir en esta vida,  no. Nadie puede vivir por mucho tiempo con el dolor y la locura de los primeros momentos, todos tenemos que hacer lo imposible para seguir en este mundo, cada uno encuentra su camino y aquello por lo que seguir vivo,  y una vez pasado este infierno que dura años y quizás el resto de nuestra vida, viviremos toda la vida, la vida de cada uno,  hasta que llegue la muerte.

Y a pesar de nuestro dolor tenemos que cuidarnos, porque no nos moriremos hasta el final de nuestra vida, y depende de la salud en cada uno será más o menos larga. O corta y maltrecha, porque la muerte de un hijo acorta la vida.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

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El Truco del Madrid Arena

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Si hay una época del año en la que no me gusta faltar a mi cita con este blog  esa es el 1 de noviembre, fiesta de los santos y difuntos,  y para mí, “Truco o trato”, pero este año todo se confabuló para que no pudiera escribir ese día.

 Desde hace 7 años, creo que todos he escrito sobre Halloween, los jóvenes o los difuntos. Y este año quería hacerlo sobre las víctimas del Madrid Arena, pero no fue posible.

 Por eso, con un poco de retraso, este es mi post de este año en la fiesta de los difuntos, porque desde el año pasado, esta fecha, además de recordarme a Helena, mi hija, y su “Truco o trato”, me recordará a Rocío, Katia, Cristina, Belén y  Teresa, las cinco jóvenes que perdieron la vida en Madrid Arenas, un lugar que debía haber sido de diversión y que terminó siendo una trampa mortal.

 Ha pasado un año y para los familiares de estas jóvenes se ha conseguido poco, salvo que sus vidas cambió por completo y la pena y la rabia apareció en sus hogares. Pero es que la justicia es lenta, muy lenta, y un año es muy poco para conseguirla. Algunos se tiran años y jamás la consiguen.

 Isabel, la madre de Cristina, lo intenta con todas sus fuerzas, y aunque para ella se avance poco,  siempre, por poco que sea, las víctimas van por delante de la justicia: ha impulsado una campaña para recoger firmas para un cambio en la  “Ley de espectáculos”.

 También hay una campaña para conseguir que el estadio Madrid Arenas cambie de nombre para recordar a las víctimas. Y en Madrid se ha dado el nombre de dos de las víctimas a una plaza.

 Son testimonios, eventos, homenajes y acciones que sirven para el recuerdo de las víctimas y para que sus familiares puedan sobrevivir, porque cuando se pierde a un hijo  por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos,  tienes que inventarte una nueva vida, tienes que buscar justicia o intentar que aquello que produjo la muerte de tu hijo no se lleve a otros. Al menos, a mí me sirvió. Pero ni calles, ni plazas, ni monumentos nos devuelven a nuestros hijos o nos restan dolor.

 En este suceso hay más implicados de los que aparentemente hay. Son muchos los culpables por omisión, pero en este país la palabra dimitir no existe, tampoco la de reconocer  la culpa. Nadie se considera culpable, y muchos utilizarán la palabra accidente para algo que pudo haberse evitado, uniéndolo a la palabra fatal, desgraciado, triste, etc.

Será difícil cambiar el nombre del lugar en el que el egoísmo de unos y la negligencia de otros hicieron perder la vida a cinco jóvenes que apenas habían comenzado a vivir. No sería justo que pusieran el nombre de sólo una de ellas, y el de las cinco juntas tampoco es posible. 

Por mí, que desaparezca, que no vuelva a abrir su puertas. Y seguir llevando el nombre de Arena es, también, la marca, el estigma que portará para siempre. Algo como sucedió con «Alcala 20», otra tragedia y otra ergüenza. 

Pero si me piden un nombre yo le pondría “Truco”. Sí, “Truco”. Esa noche no hubo trato y sí mucho truco: de entradas, de seguridad, de responsabilidad. La vida hizo truco y los culpables tienen la facilidad de hacer un trato, algo que nunca podrán hacer las víctimas. Porque, para empezar, los culpables no están en la cárcel, y el dinero y el poder lo pueden todo.

 Un fuerte abrazo a todos los familiares de las víctimas. Sé por lo que estáis pasando. Mi solidaridad y mi afecto.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

www.quieroconducirquierovivir.com

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Cartografía del dolor. Rosalía Banet

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El otro día asistí a la exposición «Cartografía del dolor» de la artista Rosalía Banet, en la Twin Studio & Gallery.

Fue una visita inesperada porque no tenía ni idea de que íbamos a ir, como también fue inesperado el título de la muestra y el tema que trataba.

Cartografía del dolor es una muestra sobre el dolor que produce el sistema en el que vivimos. Una visión muy crítica y una idea artística muy original.

Una serie de mapas de países, desgajados, unos llenos de tripas, los más ricos, y otros, como si fueran piel humana, los más pobres.

El método utilizado, acrílico y lápiz sobre papel.

La artista también ha pintado las fronteras de sangre: USA/México y Europa/África. Así como mapas de España, realizados desde los datos estadísticos, sobre distintos aspectos. Pero por si me quedaba alguna duda sobre por qué lo llamo «Cartografía del dolor», también existía un mapa de suicidios de España. Un mapa lleno de puntitos, y curiosamente, aquellos lugares que pueden tener un mayor nivel económico, se llenan de puntistos llegando a ser una mancha uniforme. Por supuesto esta obra no estaba vendida, quién querría llevarse a casa un mapa así.

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Para mí, esos mapas, llenos de tripas en lo que se refería a los países más ricos, y pura piel en los países más pobres, tenían, además, otro significado: Las tripas se transformaban en cuerpos. Un amasijos de cuerpos retorcidos, adaptados al espacio, hacinados, llenándolo todo. Países con gente.

En cambio, los países pobres, solo piel, sin cuerpos, completamente invisibles.

Me gustó esta visión del mundo y el sistema, de un artista muy joven. Y me llamó la atención cómo, aún saliéndome del tema, me encuentro el dolor por donde voy.

Gracias a Rosalía Banet por su amable explicación sobre su arte, te deseo muchos éxitos. Y a mis queridas amigas: Elena y Nieves, siempre ahí, queriéndome.

«…Rosalía Banet realiza una maniobra de disección que nos invita a observarnos por dentro y tomar conciencia del mundo que hemos generado, frustrando la mirada de placer y control que lleva aparejado el mapa. Toda una llamada a la sensibilidad. Mapas humanizados para hablar de deshumanización…» Marta Mantecón, historiadora del Arte.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

P.D. me acaban de aclarar que la obra «Cartografia del dolor (Suicidios)», sí se ha vendido. Hay gustos para todo.

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Cinco años sin Alejandro

alejandro

(Alejandro)

La pérdida de un niño de corta edad nos produce gran dolor e infinita ternura, quizás porque su vida fue demasiado corta y porque apenas pudimos disfrutar de él.

En algunas culturas dicen que un niño que muere no nos tiene que producir tristeza porque eso significa que murió porque su vida no iba a ser fácil ni buena. Tampoco es consuelo.

Algunos piensan que cuando un niño muere pequeño los padres encontrarán más pronto consuelo porque los recuerdos de él son menores que los de un joven con más años. Otro error.

Yo trato de consolar a algunas madres, inútil intento, diciéndoles que tienen otros hijos pequeños o que tendrán otros, pues cuando se producen estas muerte de niños pequeños, normalmente, significa que las madres son jóvenes.

Sé que aquellas madres que tienen más hijos me echarán en cara que ningún hijo suple a otro, ya lo sé, pero es cierto que ayudan a vivir.

Tan solo hay algo que no envidio de estas madres: tener que contar a su otros hijitos cómo murió su hermanito.

Quizás fue esta idea lo que me hizo comenzar a escribir los «Cuentos del hada Helena», la mayoría de ellos dedicados a víctimas o familiares de víctimas.  También cuentos para concienciar sobre la Seguridad Vial. Pero sobre todo, comenzó mi saga de «el hada Helena y el rey Melenao» con el cuento «El guardián del ventanal», dedicado a Diego, un niño muerto en la piscina de su colegio. Y ahí comenzó a crecer la fauna que forma la corte del «rey Melenao, en el país Infinito».

El país del rey Melenao no es el tradicional cielo. Es un lugar especial desde donde los niños, convertidos en ángeles o animalitos, siguen vivos jugando y viendo a su seres queridos, y encargándose de cuidar de su semejantes. Y de cuando en cuando, un nuevo integrante viene a unirse a los ya existentes, siempre de la mano del hada Helena. Hada buena que les recata de ese estado intermedio.

Alejandro cumple hoy su quinto aniversario desde que un fatal accidente se lo llevara. Y ya es un miembro más del país Infinito.

Aunque Eva, su mamá, hace tiempo que tiene su cuento sobre cómo llegó Alejandro al país del Rey Melenao, como homenaje a Alejandro en un día como hoy, os invito a leer «Alejandro y su viaje al país del rey Melenao».

No sé si podré poner el cuento con todas su fotos e imágenes, lo intentaré.

Querida Eva, ya sabes que Alejandro tiene alas, y puede volar a donde quiera. Un fuerte abrazo.

Flor Zapata Ruiz, madre del hada Helena.

 

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Mensaje en una caja de zapatos

Cuando pierdes un hijo, todo lo relacionado con él, con ella, adquiere un valor dimensionado. Los objetos comienzan a dejar de ser inanimados, se vuelven importantes, hablan, cuentan, y nos convertimos en casi fetichistas. Podemos abrazarlos, besarlos, guardarlos con todo el amor del mundo porque es el recuerdo vivo de lo que ya está muerto.

Si al principio no hay nada más doloroso que recoger o conservar sus cosas, con el paso del tiempo, encontrar un nuevo objeto, olvidado en un rincón, en un armario, en un trastero, se convierte en el mayor tesoro. Y comenzamos a hablar de señales.

¿Señales de qué? ¿De que están ahí, de que no se han ido, de que están a nuestro lado dándonos fuerza?

Para los creyentes, de cualquier religión o filosofía de vida esto no hace nada más que confirmarles en su creencia, pero qué pasa con los agnósticos, ateos o simplemente creyentes del ciclo de la vida.

Según se van acumulando años, y apechugando con la falta de ellos, nuestros hijos, en algunos momentos comenzamos a ir soltando amarras. A veces, presionados por los demás, por la falta de espacio, o pensando (aquellos que no tenemos más hijos), que debemos facilitarles la vida a los que vendrán por detrás, cuando nos marchemos, y se verán en la necesidad de terminar con todo lo que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida.

Y también, a veces, intentando recoger las cosas que dejaron nuestros padres, de las que somos encargados.

Hace algún tiempo, recogí zapatos de Helena, de baile, ya sabéis lo aficionada que fue a este tema o tal vez su madre, para repartirlo entre otras niñas que tuvieran la misma afición. Retire tres pares. Dos de ellos de edades muy tempranas, de tallas muy pequeñas.

No recuerdo bien si los agrupé en cajas o los puse en una bolsa para que ocuparan menos, estaban en casa de mis padres y me los quería llevar a mi casa.

El fin de semana pasado volví al lugar con la intención de seguir con la limpieza. Ya quedaban pocas cajas, alguna contenía unas zapatillas de estar en casa (con ositos), otra unos zapatos estilo años 20 para cuando se disfrazaba de Charleston y una caja más. Estaba vacía. La tiré al suelo. Debía ser una de las cajas de los zapatos que me había llevado antes. ¿Por qué la habría dejado? Pensé en lo que me cuesta tirar algo. Todo para mí está lleno de valor, de recuerdos, y no soy capaz de desprenderme de ellos.

Foto0704

La tarea que estaba realizando no era fácil: estaba eliminando el trabajo acumulado de toda una vida, la de mis padres, en especial la de mi madre, una verdadera hormiguita que todo lo guardaba, lavado, planchado, ordenado, y mantenía limpio por años, por si había otras nietas o biznietas que lo pudieran utilizar. ¡Cómo me parezco a ella!

Al caer,  la caja se abrió. Entonces observé que había algo escrito, con letra muy infantil, irregular, y alguna muy destacada, en rojo. El texto decía así: mama /papa HELENA MOg HF, algo que al principio pensé era “sof” pero que después he traducido por “jy f” y por último y en rojo, HELENA.

Esta es la imagen:

caja

Os podéis imaginar mi reacción. La recogí, lloré, la miré, remiré, estudié, y guardé.

Esa tenía que ser una de esas señales de las que me hablan otras madres. ¿Helena me estaba diciendo que ella estaba conmigo en un momento tan doloroso para darme fuerza? No lo sé. Sólo sé que desde la pérdida de un hijo te aferras a sus cosas, las estudias con el deseo de que te digan algo, porque ya es lo único vivo que te queda de ellos durante el resto de tu vida.

Creo que he descifrado todo el texto que aparece en esa caja, solo me queda una palabra “MOg”.

Este fin de semana he vuelto a recoger los pedazos rotos de mi vida para seguir viviendo, como dice el poeta. Y me he vuelto a traer a casa muchas más cosas que he tirado, porque es imposible desprenderse de todo aquello que nos recuerda a nuestros hijos.

…Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,

Aunque siempre nos falte alguno;

Recoger la vida vacía

Y caminar esperando que lentamente se llene,

Si es posible, otra vez, como antes,

De sueños desconocidos y deseos invisibles.

 “La Realidad y el Deseo” Luis Cernuda.

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por la acción de un conductor borracho

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Nostalgia

Estamos en época de tormentas, los días se van acortando, y el verano toca a su fin. Y con todo ello, nuestro espíritu va entrando en época depresiva y nostálgica.

La nueva estación que seguirá al jubiloso verano también lo propiciará, y la depresión post vacacional se unirá a la depresión otoñal, a la disminución de luz, al tiempo de concentración y  la nostalgia de todo aquello que nos falta.

Después de ocho años, creo que he pasado por todas las etapas del duelo, por todos los estados anímicos, y relacionados con las estaciones del año, unas me hacen más daño que otras, porque hay meses que te abofetean como un insulto. Esas son las épocas en las que todo el mundo es feliz, mientras tú sigues rumiando tu pena y tu dolor.

arena2

Así pasa especialmente con el verano y con las fechas de Navidades.Ya he pasado por la negación, la rabia, la reivindicación, la lucha, la pena, y ahora, más que nunca, estoy en una etapa nostálgica. Y supongo que esta etapa durará mucho, toda la vida, porque siempre voy a tener nostalgia de ti, por tu falta, por tu ausencia.

Querida hija, que difícil es vivir sin ti. Que duro cambiar de día, semana, mes, estación. Porque cada día que pasa te necesito más. Te añoro, te quiero, te pienso, te creo y recreo en mi mente y en unas pobres palabras en la pantalla de un ordenador.

Nostalgias
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego su respiración…

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

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Sus Pertenencias

Cuando hemos perdido a un ser querido, las cosas, los objetos, sus pertenencias, se convierten en fotogramas de su recuerdo.

Hay quien se aferran a ellas como parte viva del ser que se marchó; hay quien no es capaz de verlas, de tocarlas; otros se desprenden de las mismas a toda prisa, regalándolas, donándolas o quemándolas, creen que para no sentir más dolor, pero siempre habrá alguien que tenga que realizar la tarea de recoger sus pertenencias, porque, de este mundo, nos vamos como vinimos, sin nada.

Y reacciones como reacciones, es una tarea de las más dolorosas, pero creo que no hay mayor que la de recoger las cosas de un hijo.

En estos  días, viendo las imágenes de los familiares de las víctimas, con  esas maletas, algunas machacadas, ensuciadas, deterioradas, después del trágico suceso del siniestro del tren de Santiago, renovaba mi dolor con el recuerdo de la recogida de las cosas de Helena, mi hija.

En esas imágenes, una parte de las víctimas iban encerradas en esas maletas, y sus familiares arrastraban de ellas como si el peso se hubiera multiplicado. Así era, así es.

En mi caso, a Helena le faltaban solo tres días para volver a Holanda, donde estaba estudiando, cuando la mato un conductor borracho. Su maleta se quedo medio hacer, y su nota recordatoria de las cosas que se debía llevar, colgada detrás de la puerta de su habitación. Allí continúa, después de 8 años.

Cuando no había pasado ni un mes de su pérdida, tuvimos que viajar a Holanda para recoger su habitación. No pudimos traernos todo, era mucho lo que había acumulado en 8 meses de estancia en ese país. Solo sus cosas más personales, sus libros, sus apuntes, ocuparon muchas maletas.

habitacion

(Habitación de Helena en la Haya)

Nunca podré agradecer lo suficiente, que la universidad pusiera a nuestra disposición a un joven holandés que nos ayudó con todos los trámites, y a las compañeras de estudios de Helena, que estuvieron en todo momento acompañándonos.

 

 

Y entre las muchas cosas que dejamos, la bicicleta que Helena compró, en la que iba de paquete, porque ella nunca aprendió a montar en bici, porque el tiempo nos impedía realizar los oportunos trámites para traerla hasta España. Solo el timbre de esa bici viajó conmigo, y con él aviso cuando voy en su bici, la que un día le trajeron los Reyes Magos, y después de su primera caída no volvió a montar.

¡Cuántas historias habrá detrás de esas maletas! Historias como la de Helena. Como la de esta madre que escribe desde entonces, enloquecida de dolor.

Habrá madres que durante mucho tiempo no serán capaces de abrir esas maletas, conozco alguna que le ha pasado. No os preocupéis. Ya llegará el momento. Pero sea cuando fuere, es un dolor que habréis de pasar.

Sus pertenencias son ahora nuestras pertenencias, porque el ritmo normal de la vida se trastocó. Ahora somos nosotros los que tenemos que recoger sus cosas. Nunca podrán hacer ellos lo mismo con nosotros. Afortunados los que tenéis otros hijos que podrán seguir custodiando sus cosas y vuestras cosas, porque, en mi caso, sigo acumulado fotogramas de recuerdos que, algún día, un alma caritativa tirará a la basura.

Para hacer este post, con el que trato de poner palabras a sentimientos que ahora mismo están produciendo mucho dolor en muchas personas, yo también he sufrido. He tenido que reconstruir todos los enlaces que en él aparecen, y cada uno de ellos muestra una pequeña parte del dolor por la pérdida de mi hija. Este blog tiene tantos años, ha pasado por tantos servidores, direcciones, etc., que antes era fácil enlazar los post porque iban en orden cronológico, ahora no. Disculpad si en algún momento no funciona algún enlace.

Ya veis, una vez más, vuestro dolor es también el mío.

…Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
Te espera aún con amoroso afán,
Y vendrá o iré yo, bien de mi vida,
Allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
Que no morirá jamás,…
Rosalía de Castro.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, autora de este blog. Dedicado a todas las Madres que han perdido a sus hijos, por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos.

 

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Las indemnizaciones

Y después del golpe mortal y de reconocer a nuestros muertos, viene “La indemnización”.

 Sí, esa que algunos pensarán que puede compensar una vida perdida, esa que más de uno dirá que te ayudará a conseguir, esa que es de justicia recibir, esa que siempre será insuficiente, porque en muchos casos, y aunque suene a materialista,  nunca supondrá una entrada de dinero que sí existía a través de la persona fallecida, o de la persona herida, que no queda para poder seguir trabajando, y esa indemnización que pocos saben para qué sirve.

Hoy las noticias mencionaban como distintos abogados, despacho o asociaciones expertos en conseguir indemnizaciones en accidentes, estaban alrededor de las víctimas del tren de Santiago intentando ayudar, según ellos, a las víctimas de este hecho.

Las víctimas, de cualquier índole,  tienen derecho a que la sociedad les compense por su pérdida, cuando esta se produce por la actuación delictiva, terrorista, asesina o imprudente de persona, personas, o instituciones responsables subsidiariamente. Y el estado tiene garantizado, adjudicado, establecido, qué vale un pie, un brazo, un hijo, un esposo, etc. Y así es, con toda la frialdad del mundo.

 Pero a las víctimas no queremos que nos hablen de ese dinero, un dinero que nos quema y que la mayoría de las víctimas utiliza para los fines más variados, pero nunca con fin lucrativo. Se destina a  obras benéficas, crear una fundación, o se mete en  cuentas bancarias, sin tocar, destinado a otros hijos o nietos, etc., porque la vida de nuestros seres queridos no tiene precio, aunque el estado lo tenga tasado.

 Pero lo que muchos no saben es que de esa indemnización, los abogados se llevarán el 10, 15 y hasta el 20%. Y en esos momentos, lo daríamos todo con tal de que el causante de nuestra desgracia pague su culpa con sus huesos en la cárcel.

 Son muchos los familiares que no pelean por esos euros. Me refiero a que no van a por una indemnización mayor de la estipulada. Que reciben la indemnización, con ella pagan los gastos de juicio, y si han conseguido su objetivo, les da lo mismo que les pidan hasta un 20%.

 Hay padres que se gastan más aún, porque, y sobre todo ahora, si no consiguen que la justicia les de la razón, además de pagar  procurador, abogado, peritos, etc. tendrán que pagar tasas judiciales, y, algunos,  sin conseguir la indemnización debida.

 Nosotros no peleamos esa indemnización. Tomamos lo que por ley nos dio la aseguradora y con ella pagamos al abogado que hizo posible que el causante de la muerte de nuestra hija fuera a la cárcel, hicimos miles de pegatinas por la seguridad vial,  pagamos varias esquelas a nivel nacional, esquelas para concienciar, y algunas cosas más dedicadas a la seguridad vial.

 Es un derecho legítimo pelear por una indemnización. Pero otra cosa es que en esos momentos tan dolorosos alguien se ofrezca no a ayudar, sino a sacar partido de la desgracia de otros.

 Es cierto que la mayoría de los normales mortales, los que no tenemos la costumbre de tener un abogado o un asesor fiscal, como el que tiene un médico de consulta, no sepamos de los pasos a seguir, de los entresijos de las aseguradoras y las leyes que nos amparan, pero el que tenga interés, ya se lo buscará a su debido tiempo.

 Cuando se produce una pérdida y conectan conmigo, los primeros consejos que les doy son: busca un buen psicólogo especializado en muertes traumáticas y un médico. Porque en los primeros momentos creo que casi todos necesitamos medicación y ayuda psicológica. Después les digo, si quieres, si tienes posibilidad, si te apetece, busca un buen abogado que te aconseje qué hacer. No un abogado que diga aquí hay caso, esto está chupado, esto lo conseguimos, y después, que te lleve a la ruina. Y conozco casos de padres que han perdido a sus hijos, y también, su dinero.

 No me gusta esa noticia que ha salido, si de verdad se ha producido así. Pero tampoco tengáis apuro de exigir lo vuestro. No ahora, después, más tarde. Ahora el dolor lo ocupa todo. Ahora no es momento de buscar dinero. Ahora es momento de buscar sosiego, de intentar conseguir cordura y un poquito de consuelo.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.

www.quieroconducirquierovivir.com

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Reconocer a nuestros muertos

(Las calas de Helena y siempreviva, para las víctimas del tren de Santiago)

No soy psicóloga, no soy experta en nada, solo tengo la experiencia vivida y desde ella, en estos días, pienso en el dolor de los familiares de las víctimas de tren de Santiago.

 

Y pienso en el momento por el que han pasado o están pasando, para identificar a sus muertos o a los restos de ellos. Un momento cruel, desolador y muy fuerte, dentro de toda la etapa de duelo por la que tendrán que pasar.

 

Cuando la muerte se produce en los mal llamados accidentes, cuando no viene de forma natural, ni en la cama de un hospital o en el lecho del hogar, el enfrentamiento con el cuerpo del ser querido siempre nos asusta y nos inquieta.

 

Siempre hay algún familiar caritativo que quiere evitarnos ese mal momento y se muestra voluntario para hacer la identificación. Es de agradecer, pero solo nos aparta por un momento de algo a lo que nos tenemos que enfrentar.

 

Cuando mataron a mi hija, ni siquiera pudimos estar con ella esa noche. Estaba en la sala de autopsia y no podíamos verla ni estar con ella hasta el día siguiente, después de que la forense hiciera su trabajo.

 

Ella misma me aconsejó de que no la viera, que me quedara con el recuerdo de su cara sonriendo. Menos mal que no le hice caso.

 

Conozco a alguna madre que no ha sido capaz de ver a su hijo o hija. Cada uno respondemos de una forma y todas son respetables, pero, por mi experiencia, lo mejor es ver a nuestros muertos, reconocerlos, despedirnos de ellos.

 

Esa noche que no pude estar con mi hija, que no la pude ver, hasta dormí. Sí, me quedé dormida. Estaba tan segura de que no era ella, que no podía ser ella, que quizás eso me hizo dormir. Me decía una y otra vez que cuando la viese podría decir: ésta no es mi hija, se han confundido. Es la fase de negación.

 

Cuando terminó la forense, y antes de cubrir el amado cuerpo de mi hija, bajo un verde manto de hierba, pude verla, comprobar que era ella, y depositar un beso en su rostro frío como el mármol. Entonces fui consciente de que mi hija estaba muerta.

 

Algunos psicólogos aconsejan que este momento se produzca para ayudar en el proceso de duelo. Y yo estoy de acuerdo. Jamás me hubiera perdonado no haberlo hecho, me habría pesado el resto de mi vida. Ese último beso, y ese “te queremos”, siempre en plural, siempre en nuestro papel común de padres, reunía todos los besos y todos los «te quiero» pasados y futuros.

 

Entiendo que no es lo mismo enfrentarse a una cara limpia, con un pequeño golpe que a un cuerpo mutilado, pero creo que habría sido capaz de besar cualquier parte de mi hija.

 

Es espantoso enfrentarse a ese rostro frío, triste, la muerte nunca tiene cara alegre, y mi hija estaba siempre sonriendo, pero mereció la pena.

 

Si cuesta hacerse a la idea, si durante tiempo se sigue esperando que entren por la puerta, si de vez en cuando oyes su risa, si te parece verles por la calle, cuando no ha existido esta despedida ¿qué será?

 

Queridos familiares de Carla, Blanca, Tomás, David, Eva, Yolanda, David y Laura, Rodrigo, Celtia, Laura, Carolina, Luismi, y tantos que los medios de comunicación no han dado a conocer sus nombres ni sus historias, vuestro dolor es el mío. Ahora os queda hacer vuestro duelo, a cada uno le llevara su tiempo y pasará todavía mucho hasta que se pueda cumplir lo que dice el poeta…

Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,

Aunque siempre nos falte alguno;

Recoger la vida vacía

Y caminar esperando que lentamente se llene,

Si es posible, otra vez, como antes,

De sueños desconocidos y deseos invisibles.

 

“La Realidad y el Deseo” Luis Cernuda.

 

 

Y después de reconocer a nuestros muertos…

Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece a corromperse… ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la yerba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
Torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!…
Jamás el que descansa en el sepulcro
Ha de tornar a amaros ni a ofenderos
¡Jamás! ¿Es verdad que todo
Para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad….

Rosalía de Castro.

No, ellos serán siempre eternos. Como nuestro amor por ellos.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

www.quieroconducirquirovivir.com

 

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