Era apacible el día
y templado el ambiente
y llovía, llovía,
callada y mansamente;
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría….
Y alguien me dijo ¿estás haciendo el Camino de Santiago?, y yo le contesté, no. estoy haciendo el camino de las madres, de las «madres sin hijos». Y como el peregrino que hace el camino en varias etapas, en varios viajes, a lo largo de los años, así haré yo, porque no es posible en una sola vez, ver a todas las madres que han perdido a sus hijos. Se necesita más tiempo.
Me quedaron muchas por ver. A algunas faltó poco. Pero suplieron la ausencia las pocas que pude ver: Nelly, María Teresa, María Jesús, Montse, y la más reciente en su dolor, Belén.
Pude repartir mi pequeña «menina», algo que no tiene más valor que el que están hechas por mí, y recibí bonitos regalos de ellas.
Y los abrazos, otra vez, se volvieron apretados hasta hacer daño, en un intento de fusionar nuestro dolor y nuestro agradecimiento.
Hoy me decía Montse que se llaman «almabrazos». Que definición tan bonita.
Ya me habían hablado de que las gallegas eran muy cariñosas, pero me han parecido más aún.
Gracias, a la tierra de Rosalía de Castro, por ese poema tan precioso que no puede manifestar mejor la pérdida de un hijo, a los paisajes recorridos en pocos días, para poder llegar a estas madres: Vigo, Boiro, Villagarcia de Arosa y Lalín. Y a las miles de calas que vi por esas carreteras.
Y gracias por dejarme traer una estrella, y no tanto por el constipado.
Os quiero, madres sin hijos, de Galicia.
Perdón, también tuve oportunidad de conocer a esos padres sin hijos que son el sustento físico y emocional de mis madres sin hijos. ¡Qué buenos compañeros de camino tenemos!
Flor, Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
Reconozco que mi incredulidad y falta de creencias me dejan indefensa y sin asidero para sobrevivir. Siempre he dicho que envidio a los que tienen el bálsamo de la fe. De ahí, mi tozudez ante las señales que otros sienten, ven, y buscan.
Mi amiga Meli me dice que soy la persona que más señales recibo, pero que yo me empeño en no reconocer.
Desde que me arrebataron a Helena, muchas de las celebraciones han desaparecido, entre ellas, la fecha de mi cumpleaños. Esa fecha es otro motivo de tristeza porque no tengo a mi hija para que me felicite.
Mi último cumpleaños fue hace once años. Entonces, aunque no podía tener a mi hija cerca de mí, recibí desde Holanda su regalo: una caja de mis caramelos preferidos y una postal. Años después, sigo mirando esa postal, en ese día, para hacerme a la idea de que ella me sigue enviando felicidades.
Pocas personas saben cual es ese día. Prefiero que no se sepa y así, pasar desapercibida. Pero hay una firma comercial que cada año me felicita y me envía una tarjeta para recoger un pequeño regalo. Nada de valor, es simplemente una forma de hacer que me acerca a sus instalaciones y haga algún gasto.
Y yo, pura contradicción y masoquismo, me acerco a recogerlo. Ni siquiera lo miro hasta pasado unos días.
Esta vez era una pulserita y un colgante. Como os decía, sin valor económico, ya os podéis figurar.
Hoy, día de la mujer, y mirando en las redes, he encontrado algo que publicaba una nueva madre sin hijos, una mujer que, precisamente en este día, conmemora el primer mes del fallecimiento de su hija. Era el escrito de, supongo, alguna amiga de su hija.
En él, hacía alusión al día de hoy «8 de marzo, Día de la mujer» y como ese número, coincidía con el día en el que Paula Sueiro había muerto, hoy un mes, y la relación de ese 8 acostado, con el símbolo del infinito:
«Este ocho acostado que forma el infinito dolor que llevo en el pecho desde que no estás. Cada ocho será siempre un infinito acostado, un infinito tan presente y lleno de amor..» Silvia Villanueva.
Pero siguiendo con mi cumpleaños, cada vez es más triste y doloroso. De nada me sirve la felicitación de los que me quieren, porque la felicidad quedó colgada un día de abril, cruel como un día de sol en primavera, que dice el poeta, a las 16:15 h., en una autovía.
Este año, este fue el regalo que me hizo esa firma comercial, que cada año se preguntará porqué recojo un regalo con tan poco entusiasmo, y deshecho otro que me ofrecen porque no tengo humor para ponerme guapa.
Querida Belén, quizás esta sea también una señal para ti, en este primer mes de dolor. Y yo, creo que voy a tener que empezar a creer en ellas.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
Acabo de reconocer la causa de mi escasa escritura en este blog, en los últimos tiempos.
No es el abandono, ni la falta de inspiración, ni la vergüenza a expresar mis sentimientos. Ni que ya no necesite le poder curativo de la escritura. Es algo peor.
El tiempo no cura. El tiempo no hace olvidar. El tiempo no cicatriza.
El tiempo se para en el preciso momento que se produce el infierno, pero el tiempo arrastra, fuerza, empuja a seguir andando con el viento del dolor, y nuestro cerebro manda órdenes para ir suavizando el dolor.
Y la escritura remueve, tiñendo las lágrimas.
Las flores y las piedras
la vida y la muerte,
solo la tierra nos separa.
Flor, madredHelena.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
He contado tantas veces que este blog surgió a «rebufo», y nunca mejor tratado este término, del de ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!,que creo que ya me repito demasiado, pero tengo que hacerlo, porque muchas de las persona que puede que lean este post, me conocen más por el grupo de «Madres sin hijos»en Facebook, que por el propio blog.
Este grupo ha ido creciendo, a la vez que lo hacía el blog, y ahora, ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!, tiene menos visitas que el de Madres sin hijos, ese blog dedicado a la mano que mece la cuna.
Y esa imagen de la potada de este blog, esas dos mujeres que llevan en su vientre un rayo y una espiral, es probable que muchos de los miembros del grupo en facebook, no sepan qué significa.Si pulsan ahí, encontrarán la explicación de la creadora de esa imagen.
En estos diez años que tiene el blog, y después de muchos cambios en su alojamiento, y como consecuencia, la pérdida de sus comentarios, solo una vez pudimos hacer una reunión de madres y padres bajo este lema de «Madres sin hijos. Dolor compartido«. Entonces nos reunimos poquitos, pero fue una reunión muy emotiva.
Ahora, gracias a este blog y su replica en Facebook, somos muchos, y en todo el mundo.
Me siento orgullosa de haber sido el enlace y el contacto entre muchas madres que compartían un mismo dolor.
No sé si algún día conseguiremos volver a hacer una nueva reunión de Madres sin hijos, pero estamos logrando hacer un mapa: «El mapa de Madres sin hijos en el mundo». Es un puntito en la inmensidad de este planeta, en relación con todas las madres sin hijos que deben existir, pero estoy convencida de que ayudará a algunos para compartir su dolor, porque ya sabéis lo que siempre digo: el dolor compartido no es menor, pero es más llevadero.
Y todo gracias a los que habéis llegado hasta este blog y habéis compartido conmigo, vuestro dolor, el nombre de vuestros hijos, las fechas en que nacieron y se marcharon, y me habéis ayudado a seguir en este camino. Porque como dice una canción, «cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da, nada es más simple , no hay otra norma, nada se pierde todo se transforma….»
Conozco a muchos padres y madres que han perdido algún hijo, algunos hasta dos, y me gustaría conoceros a todos, pero eso es imposible, salvo nuestro conocimiento digital, a través de una pantalla, testigo mudo de nuestras lágrimas, y nuestros ánimos trasmitidos en los peores momentos.
Siempre dicen que no hay una palabra que defina nuestra pérdida, que no tenemos definición como viudo o viuda, huérfano o huérfana, cuando perdemos un hijo. Hay por ahí una madre que ha escrito un libro y lo define como «Madres sin nombres». Para mí no es cierto porque nunca fui más madre que desde que firmo con el nombre de «Madre de Helena». Para mí la definición de «Madres sin hijos» es la mejor, porque, aunque se tengan más hijos, siempre seremos madres sin hijos, por los hijos perdidos por…
Por la acción de otros,
Por la omisión de tantos,
Por la culpa de todos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
Un final de año más, sin ti. Este es el undécimo. Nunca pensamos que te sobreviviéramos tanto tiempo, pero así es la vida: una engañifa. Primero quieres morirte, pero no te mueres. Y cuando crees que ya has perdido el miedo a la muerte, te preocupa ponerte enfermo. Aunque estamos más veces en este estado que en otro, porque los efectos colaterales que produce la pérdida de un hijo son así.
Y siguiendo con la tradición de resumir para ti, el año que ha pasado y no estás con nosotros, este año voy a comenzar por la familia, porque ha sido el suceso más importante.
La Familia:
Hemos perdido a Satur. Sí, su lucha contra ese monstruo que le atacó tantas veces y siempre salía adelante, esta vez le tenía acorralado y, aunque casi lo consigue también, al final le jugó una mala pasada. Y con él hemos perdido muchas cosas. Esas que eran “made Saturnino” y que a todos tanto nos gustaban. Tu prima, ahora, tiene que aprender a vivir con esa falta, y, aunque para ella parece imposible, por nuestra experiencia, lo conseguirá, y será menos traumática que la nuestra, porque lo antinatural es perder a un hijo.
El resto, siguen adelante.
Los amigos:
Tus amigos siguen haciéndose más adultos y aumentando sus familias. Por ejemplo, Sara, que el año pasado te contaba que la había vuelto a encontrar, es también madre. El mismo día que el año pasado yo te hacía el resumen, ella tenía un pequeño.
La pequeña Laura, va a tener su segundo hijo. Va a ser niña y seguro que será preciosa como su otro hermanito que ya está hecho un muchachito de 3 años.
Hay otra amiga que también va a ser mamá pero como ésta no sé si lo ha hecho oficial, prefiero no decir aquí quien es.
Y a través del chivato Facebook, creo que Paula está enamorada, y Sara de Burgos está preciosa. Y poco más te puedo contar.
Cantantes:
Como cada año sé menos de cantantes, he buscado en Internet y te pongo un enlace para que tú misma veas los éxitos de este año. Hay muchas canciones que me gustan, pero no hay forma de aprenderse los nombres: bang, bang, o Shake itt off, pero me siguen gustando más los del año pasado. Y, aunque, como letra te he puesto la canción de Palmeras en la Nieve, te pondré un vídeo de Manuel Carrasco, con un título muy sugerente: No dejes de soñar. Además, porque ha sido la banda sonora del vídeo del día de las víctimas.
Este año creo que no habrá la tradición del disco con mensaje, porque Diana Navarro no tiene disco hasta febrero. Pero este año te tengo que decir que Diana Navarro nos hizo el regalo de correr en la Carrera de “Ponle Freno”, en tu honor y memoria.
Política:
Este año hemos tenido elecciones con turrón. Y no sé si los reyes nos traerán gobierno, porque no tienen mayoría ningún partido y es difícil que se pongan de acuerdo. Hay una mayoría de izquierdas, pero, como siempre, en este país es difícil que la izquierda se una.
Este año han seguido saliendo nuevas corruptelas. El famoso dicho de “Dios me ponga donde haya…” se cumple por todos lados.
Y económicamente siguen insistiendo en que España se está recuperando, pero no creo que sea con la ayuda del de dinero que está en el extranjero, defraudando, en lugar de cotizar en España.
Los jubilados o pensionistas siguen haciendo juegos malabares para mantener a los hijos que están en el paro, y para el próximo año, la subida de las pensiones será de un 1%. ¡Una barbaridad!
.La seguridad vial:
Sigue siendo una asignatura pendiente. Sigue sin existir en los colegios, de forma oficial, ni en los programas de los partidos políticos. ¡Pero cómo van a poner como asignatura obligatoria la seguridad vial, si ya no hay ni filosofía! Si la ética, la estética y la moral no existe para ciertos políticos. Si los únicos valores de los que se entiende y hablan son de los financieros.
Esos sí, ya van a subir las indemnizaciones a las víctimas de tráfico, que era el país europeo con menor indemnización. Pero ya les digo yo que no compensan, porque la vida de un ser querido, no tiene precio.
Y este año, creo que ya vamos por las mil víctimas. Y cuando terminen las fiestas…
Y yo, sigo haciendo lo que puedo. Este año, en muchos lugares, los niños celebraron el día de las víctimas de tráfico, leyendo una carta que escribí para ellos. Ya sabes lo que pienso, que en los niños está la solución. Un niño educado en seguridad vial, es un futuro conductor concienciado.
(El lazo de las víctimas de tráfico)
.
Este año, unos días antes de la navidad, encontré un dibujo tuyo, con el que nos felicitabas el año nuevo. Como no tiene fecha, lo he utilizado para felicitar el nuevo año, ¡es tan bonito! No sé hasta cuando seguiré encontrando cosas tuyas. Cosas que nos alegren o entristezcan, según se mire, pero que nos sirvan para seguir aguantando, aunque es difícil.
Otras noticias:
Y de las noticias, lo más importante e impactante está relacionado. Las guerras y el terrorismo en extremo oriente, especialmente en Siria, ha hecho que sean muchas las personas que se juegan la vida y algunos la pierden, queriendo llegar a Europa. Son grandes oleadas de familias enteras, muchos niños, poniendo distancia a las guerras. Dicen que han llegado un millón de refugiados. Hasta la FUNDEU ha escogido este año, como palabra del año, “refugiado”. Pero el Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio. Hay muchos que no llegan. Muchos de los que llegan hasta las islas de Grecia, zozobran poco antes de tomar tierra, y muchos niños, y bebés, pierden la vida.
Mi comentario en Facebook: Parece un muñeco de trapo, del que cuelgan unas tiernas piernecitas, terminadas en unos zapatos grandes. Grandes comparados con esas pequeñas piernas. Grandes para los que observamos. Porque nunca estaremos dentro de esos zapatos, caminando con unos padres que ya no tienen más que perder
Esta fue una imagen que impactó, y Europa se conmovió, pero fue solo al principio. Esas cifras que muchos países se impusieron para admitir de refugiados, después se han ido olvidando y disminuyendo.
Y si la mayoría de estos refugiados huyen de Siria y de los efectos de los ataques yihadistas , del terrorismo yihadista, aunque ellos se denominan “estado islámico”, algunos europeos, se radicalizan y se unen a esas tropas y, además, están sembrando el miedo con sus atentados en Europa. Así, en el país de tu amiga Elodie, en Francia, han cometido los mayores atentados e este año.
Igual que un año antes de tu marcha, cuando los atentados de Atocha, nuevamente han vuelto a golpear, muriendo otra vez, muchos jóvenes. No tantos como aquí en España.
Y yo me pregunto cómo hijos de emigrantes, nacidos, criados y educados en Europa, pueden comulgar con ideas tan fanáticas y hacer cosas así.
En otro orden de cosas, este año, también se han marchado actores y famosos. Por ejemplo, se marchó Lina Morgan, la que movía las piernas como tu abuela María y que tanto te hacía reír.
También murió Omar Sharif, el actor de Doctor Zhivago, que tantas veces vimos. Y Marujita Díaz, esa que movía los ojos que tanta gracia te hacía. Y la voz de la bruja avería. Y Amparo Baro, la de Siete Vidas, dando collejas.
Y se han marchado muchas más pero tú no los conocías.
Mi querida hija, cada día el primer y último pensamiento es para ti. Los años no ablandan la dureza de tu pérdida, ni nos hace olvidarte, aunque el otro día me di cuenta que no recuerdo tu última navidad. Lo he olvidado por completo. No recuerdo absolutamente nada. Pero recuerdo nuestros viajes para pasar fin de año. Cómo nos gustaba arreglarnos para la cena de gala. Cómo bailábamos.
Ahora, aunque salgamos, ya no disfrutamos. No ponemos el alma en ello. Lo hacemos como simples espectadores que aplauden pero no se suman a la obra.
Cada día mis sentimientos son más íntimos, menos públicos. Cada día tengo más dificultad en expresarlos. El dolor, con el paso del tiempo, se vuelve más silencioso. Quizás porque con el tiempo sientes vergüenza de seguir expresando tanto dolor. Ya no lo entenderán. Pensarán que es tiempo de pasar página. No saben que nuestro libro de vida, ahora, está lleno de páginas en blanco. Da igual que pases de una página a otra. Todas ellas están escritas con tinta invisible. Como nosotros, invisibles para la historia.
Mi querida niña, ¡cómo te queremos y te añoramos!
Este año, mi poema sigue siendo el mismo que el año pasado.
“…Siento todavía
lo solo que estoy
lo solos que estamos, aparentando
que hemos encontrado al fin la copa definitiva
que nos dará la eterna felicidad…”
Nochevieja. Manuel Juliá Dorado. “Sobre el volcán la flor”
Y mi canción es, Palmeras en la Nieve, de Pablo Alborán.”…Qué blanco es el ayer, que triste el porvenir…Navega en el dolor, un barco sin timón, llevando los recuerdos de la vida que dejó…”
Trozos de papel, se pierden en la mar,
viento que les lleva, rumbo al azar…
Qué blanco es el ayer, que triste el porvenir,
lleno de preguntas, que no llegan a su fin.
Quién dirige el aire, quién rompe las hojas
De aquellas palmeras que lloran…
Quién maneja el tiempo, que pierden a solas…
Quién teje las redes que les ahogan.
Navega en el dolor, un barco sin timón
llevando los recuerdos de la vida que dejó.
El cielo verde y gris, la nieve de marfil,
cae sobre el sueño, que una vez pudo vivir.
Pero quién dirige el aire, quién rompe las hojas
De aquellas palmeras que lloran…
Quién maneja el tiempo, que pierden a solas…
Quién teje las redes que les ahogaaaaaaaaaan.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
un cole donde, cada día, todos los pequeños animalitos del país del rey Melenao iban a estudiar. En el cole, Ramona, la maestra, una gallina pizpireta con sus anteojos redondos caídos sobre el pico, controlaba desde su mesa a todos los pequeñines que iban llegando.
Las mamás acompañaban a su pequeños y una vez los dejaban en el aula se dirigían a sus labores habituales, unas a la oficina, otras volvían a casa a cuidar a otros hermanos más pequeños, algunas a los hospitales donde trabajaban como médicos o enfermeras.
También había algunos papas que llevaba a los niños, pero estos eran menos.
Mamá pato iba seguida de una fila de pequeños patitos de los que ella se mostraba muy orgullosa. Pero esta no era la única mamá que alardeaba de sus pequeños. Mamá gata siempre estaba contando cómo sus gatitos eran los más listos de clase. Y es que para todas las mamás sus hijos son los más listos y guapos.
Muchos papas llevaban a sus hijos al cole en coche, aunque lo mejor y lo más habitual era hacer el camino andando. Así lo hacían muchas de las mamás y los pequeños aprovechaban para ir juntándose con sus amiguitos. Los padres que llegaban con coche, dejaban a sus hijos y salían con muchas prisas. En cambio, los pequeños que llegaban andando podían ir hablando y jugando con sus amiguitos por el camino.
Era el último día de cole, comenzaba la Navidad. Mamá gata comenzó a inflarse como una bola contando las buenas notas que había llevado su pequeño Félix.
-¡Un nueve en piano!
Pero mamá pato no se quedo atrás y le cortó diciendo:
-Pues mi Josefina ha sacado un 10 en natación, Román un 9, y Adelfo es un experto en correr.
Entonces, mamá perro, que pasaba por allí, con sus tetitas llenas de leche a punto de reventar, mirándolas por encima del hombro pensó, se van a enterar estas cuando llegue mi nueva camada.
(Dibujo realizado por Helena)
Una a una las mamás y papas dejaban a sus pequeños e iban saliendo del cole.
Papá hipopótamo también llevaba a sus pequeños cada día, pero ese día iba muy retrasado, así que salió de la laguna, cogió su furgoneta y a toda velocidad se dirigió al cole. Como era invierno, los cristales estaban con mucho hielo y apenas podía ver.
La cebra, como cada mañana a la misma hora, comenzaba su trabajo. Posada sobre el frío asfalto, con sus rallas, indicaba por donde tenían que cruzar los pequeños.
Pero papá hipopótamo, con su prisa, y la poca visibilidad que tenía, no vio que la cebra se había extendió para que en ese momento pasaran mamá pato y sus patitos.
De repente, ya casi pisando las rayas de la cebra, una mariposa enorme aleteó en el cristal de la furgoneta quitando el hielo, haciendo que el hipopótamo diera un gran frenazo.
(Dibujo realizado por Helena)
Mamá pato que había abierto sus alas para tapar a todos los patitos comenzó a gritar: ¡estás loco, estás loco!
Los pequeños hipopótamos comenzaron a afear la conducta a su papá -¡Qué haces, papá! ¿No ves el paso de cebra?
-Lo siento, lo siento -decía el hipopótamo- tenía los cristales empañados. No volverá a pasar.
Caín y Melva, que así se llamaban los pequeños hipopótamos, aprovecharon el frenazo para bajar de la furgoneta y cruzaron por el paso de cebra, diciendo adiós a su papá.
Éste, arranco, pero a los pocos metros tuvo que volver a parar. Aquella mariposa que con sus alas había limpiado los cristales, estaba, ahora, impidiéndole la visión.
Puso el limpia parabrisas con intención de espantarla, pero la mariposa esquivaba la escobilla saltando.
-¿Qué haces ahí? -dijo el hipopótamo.
La mariposa se convirtió en una joven con alas que le dijo:
-Recordarte que en invierno, nunca se debe comenzar a conducir con los cristales empañados. ¿No lo sabías? Podías haber causado daño a algún pequeño.
-Lo siento, tengo mucha prisa, llego tarde al trabajo.
-Pues haberte levantado antes –dijo el hada. -Te imaginas si les pasa a tus pequeños.
-No volverá a suceder. Gracias a tus alas he podido ver y frenar a tiempo. ¿Y tú de dónde has salido?
-Soy el hada Helena, tengo la misión de velar por los pequeños.
-Muchas gracias. ¿Qué puedo hacer yo por ti?
-Por mí nada, por tus hijos, mucho. Piensa que ellos te quieren. Tú eres su ejemplo. Ellos observarán que no te pasas los semáforos, ni los pasos de cebra, que no corres a más velocidad de la permitida, que respetas todas las señales y que no bebas si conduces.
El hipopótamo bajo la mirada avergonzado, sabía que lo había hecho mal. Y cuando levantó la cabeza, no había rastro del hada. Miró a un lado y a otro y no la encontró. Entonces, sorprendido, reinició nuevamente la marcha, pero todo el día estuvo pensando en lo ocurrido.
Doña Ramona que había observado todo lo que había pasado, decidió que aquel día, víspera de vacaciones, debían celebrarlo porque, por muy poquito, sus alumnos podrían haber sido menos.
-A ver, pequeños, hoy vamos a celebrar que es el último día de cole cantando unos villancicos. Félix, tú ponte al piano. Caín tu coge la pandereta. Y el resto a cantar.
“…Pero mira como beben los peces en el río, pero mira como beben por ver a Dios nacido, beben y beben y vuelven a beber, los peces en el río por ver a Dios nacer…”
Y así, felices, pasaron su último día de cole.
Queridos niños, cuando vayáis al cole, cruzad, solo por el paso de peatones. Siempre de la mano de mamá o papa. Primero mirar a un lado y a otro, y después cruzar con mucho cuidado. Y siempre, siguiendo las instrucciones del agente, si lo hubiera. Y en el coche, siempre con el cinturón puesto. Y recordad a mamá y papá que lo más importante es llegar.
Y colorín colorado, este cuento de navidad, se ha acabado.
Flor Zapata Ruiz, madre del hada Helena.
Notas de la autora:
*Melenao es un león de larga melena, que reina “el País Melenao”, rodeados de pequeños animales y con la ayuda de un hada, mariposa, a veces, joven con alas y larga melena, otras, que se llama Helena, y que llegó a este país después de perder la vida en un siniestro de tráfico, producido por un conductor borracho.
*El hada Helena se encarga de recoger y llevar al País del Rey Melenao a aquellos niños que pierden la vida demasiado pronto, por diversos motivos, especialmente por siniestros de tráfico.
*Algunas imágenes que acompañan a este cuento, son de autores desconocidos. Si su autor no está de acuerdo que me lo haga saber para eliminarlo inmediatamente. El resto de imágenes son de mi propiedad o imágenes que han hecho otros niños para mí. Si tú quieres hacer un dibujo sobre este cuento, puedes hacerlo y mandarlo a mi correo personal. Estaré encantada de recibirlo y utilizarlo en posteriores cuentos: mamydehelena07@yahoo.es
*Los Cuentos del hada Helena son cuentos sobre seguridad vial o víctimas, especialmente de siniestros de tráfico.
*Este cuento está escrito sin ánimo de lucro, y con mucho ánimo de concienciar. Haced buen uso de él.
*Todos los derechos son de su autora, Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
*Puedes encontrar más cuentos del hada Helena, en:
Llevo diez años, haciendo y deshaciendo una labor, realizada con los restos de un poncho que le hice a Helena.
Lo llevaba el día que la mataron. Lo recuperé del coche. No creo que lo llevara puesto, porque la ropa que llevaba puesta, me la devolvieron, junto con su reloj roto y parado en las 16:15, su alianza, sus pendientes y la gomita del pelo. El poncho lo recuperé del coche, junto con sus zapatillas ”Merceditas” que acababa de estrenar, y su bolso que me lo entregó el de la grúa. Que digo yo que, cómo los efectos personales no los custodia la guardia civil, en lugar de dejarlo en depósito al señor de la grúa.
El poncho estaba todo agujereado. Lo deshice, y no consigo hacer nada con él que, cuando lo termino, me guste.
Hoy, he encontrado el cuaderno donde tenía apuntado cómo hice esa labor, la cantidad de lana, los puntos echados, y hasta lo que me costó la lana. Es una antigua agenda de Helena que me pasó a mí.
Alguien me dijo que no se debe hacer una prenda de lana a alguien que se quiere, porque trae mala suerte. No sé si este dicho estará fundamentado, pero la verdad es que no he vuelto a hacer nada de lana para nadie, sólo para mí.
El poncho, lo disfrutó muy poco Helena, sólo un par de meses, y sigo deshaciéndolo.
Esa dichosa manía mía de apuntarlo todo, y no tirar nada.
(Helena con su poncho)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
Habían pasado siete meses desde que, un 17 de abril, “cruel como un día de sol en primavera,” cubríamos el cuerpo de mi amada hija, con un verde manto de hierba.Y ese tercer domingo de Noviembre de 2005, una fría mañana, me unía, en El Retiro de Madrid, a otros familiares que también habían perdido a sus hijos en los mal llamados accidentes de tráfico.
En octubre de ese mismo año, La Asamblea General de las Naciones Unidas había acordado la celebración del “Día en Memoria de las Víctimas de Accidentes de Tráfico”, cada tercer domingo de noviembre, e instaba a todos los países a reducir el número de víctimas. En ese año, en España, murieron más de 4000 personas.
Era el primer año en que algunas víctimas nos reuníamos en El Retiro, después vendríanotros días de las víctimascon más repercusión. Pero, ese año, que era también un día que se celebraba la trashumancia por las Cañadas Reales, por la calle Alcalá, parte de una cañada, pasaban unos rebaños de ovejas. Esas ovejitas tuvieron más espectadores y acompañantes que nosotras las víctimas. Pero no importó. Un puñado de familiares, con un chaleco reflectante, algunas fotos de nuestros hijos, y la fuerza que nos daba ésta pérdida, estábamos dispuestos a gritar nuestra rabia a aquellos que quisieran escucharnos.
Nuestros hijos no habían perdido la vida en un accidente de tráfico, la habían perdido por el alcohol que otro tomó, por el exceso de velocidad de otro, o por la falta de seguridad en un rally.
Este año será el undécimo Día de la Victimas de Siniestros Viales para mí. Pero desde hace ya algunos años, por diferentes motivos, los conmemoro desde mi blog, con un silencio lleno de letras reivindicativas. Solo unas pocas víctimas se siguen reuniendo para homenajear a nuestros muertos. Solo víctimas. Porque ya está casi perdida la esperanza, para aquellos que comenzamos esta lucha, de que nuestros políticos se impliquen en este tema y acaben con estas muertes.
Porque la justicia, cada vez más, nos muestra, con sus sentencias, que no tienen ningún interés por castigar, de verdad, los delitos de tráfico. Y, porque este día, para la gran mayoría de la sociedad, apenas es conocido.
Han sido diez años de manifestación, de reivindicaciones y lucha. Y las fuerzan flaquean. Pero aún se siguen produciendo muchas muertes en el asfalto. Y las víctimas seguimos gritando casi lo mismo.
Por todo ello, desde mi intimidad, un año más, Yo, Manifiesto:
Que mi vida cambió cuando mi hija murió por la acción de un conductor borracho.
Que las víctimas seguimos pidiendo una mayor acción política encaminada a acabar con estos siniestros.
Que la justicia tiene que ser más efectiva, eficiente y eficaz, en los delitos contra la seguridad vial, y sus sentencias deben ser acordes con otros delitos que producen también muerte.
Que nuestros políticos siguen sin ver que la educación es parte de la solución, y, a pesar de nuestra insistencia, aún no existe una asignatura de Seguridad Vial, obligatoria, durante toda la edad escolar.
Que esta sociedad sigue viendo normal las muertes de tráfico como un hecho fortuito, una lotería que nos puede tocar, pero que nadie cree que le pueda pasar. Eso solo pasa a otros. Y, quizás porque todos conducimos, no creemos que podamos ser victimarios.
Que los gobiernos recortan en la seguridad de nuestras carreteras, sin pensar que los resultados son tremendamente más caros y penosos.
Que un coche puede ser un arma letal si no se utiliza con responsabilidad.
Que la velocidad mata. Que el alcohol no mezcla bien con la gasolina. Que las drogas te ponen, pero te sacan de la carretera. Que el teléfono, en el coche, te desconecta del mundo. Y que las distracciones se pagan muy caras.
Que en su gran mayoría no son accidentes de tráfico, porque se pudieron evitar, y si se pudo evitar no es un accidente. Luego, no lo llames accidente de tráfico, llámalo Siniestro Vial o Siniestro de Tráfico.
Que todos debemos estar comprometidos e implicados en la disminución de los siniestros Viales.
En definitiva, manifiesto que mi dolor es el mismo que el de tantas miles de víctimas, pero como a cada uno le duele su pérdida, seguramente solo aquellos que han sufrido ésta, entenderán y apoyaran este manifiesto.
Por todo ello, mañana tú puedes ser víctima o victimario. No lo olvides. No lo olvidemos.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
…la diferencia entre estar vivo o muerto es un parpadeo, un instante, no se ve venir, es un segundo que rompe tu vida…
“En lo que dura un parpadeo “(Carolina Coto de Salas)
No hace mucho vi una película que ya estaba empezada, mejor dicho, casi terminando, pero una frase me impactó: Todo lo que hagas en esta vida será insignificante, pero es importante que lo hagas porque nadie lo hará por ti.
Recuerdo que la escribí en Facebook. Y ayer, pude ver la película completa y pude entender mucho más su significado, así como el de toda la película.
La película es «Recuérdame» dirigida por Allen Coulter y escrita por, Will Fetters y Jenny Lumet e interpretada por Robert Pattison y otros.
Parece ser que esa famosa frase que me tocó se le atribuye a Gandhi, y no os voy a contar mucho sobre la película ni su impactante final, por si algún día os apetece verla, pero si os diré que trata sobre la tragedia que supone perder un miembro de la familia y como ese hecho nos marca para el resto de nuestras vidas.
Como en la película, la pérdida de un ser querido nos trastorna, nos marca, y en muchos casos, hace que la familia se rompa. Pero también, como en la película, hay que tratar de volver a hacer cosas y recuperar una vida, que ya no tendrá nada que ver con la anterior, será completamente distinta, pero que tiene que seguir porque aunque queramos morirnos, no nos morimos.
Son muchos los padres que no pueden volver a hacer ciertas cosas: pasar por donde ocurrió el drama, ir a los lugares donde iban antes, volver a ver las fotos, celebrar fiestas, etc. Pero tarde o temprano hay cosas que, sin remedio, hay que volver a hacer.
Siempre digo que por una parte el no tener más hijos, desgraciadamente, nos permite llevar una vida distinta: sin futuro, pero sin ciertos compromisos o fechas que duelen enormemente. Pero aquellos padres que tienen más hijo, tienen que vivir una vida con el resto de sus hijos.
Hoy me contaban de una madre que perdió a un hijo hace cuatro años y sigue tan sumida en el dolor que no quiere saber nada del resto de la familia. Recuerdo la frase de alguien que me escribió que decía a su madre: Mamá, tú has perdido a un hijo, pero yo he perdido una madre.
Pero cómo hacer entender al corazón de la sin razón de seguir viviendo.
Siempre dije que los padres que habían perdido un hijo se les notaba siempre algo, quedaban tocados. Lo que yo llamo «estar locos de dolor». Y sé que hay muchos padres que hacen verdaderos esfuerzos porque no se les note nada, porque no quieren dar pena, o porque no quieren ser el blanco de las miradas, pero cómo conseguirlo. Yo digo que es normal que demos pena, y no me importa que lo sepa todo el mundo. Es terrible lo que nos ha pasado.
Pero volviendo a la película, los protagonistas también viven y la vida les vuelve a golpear, y algunos consiguen volver a hacer cosas que durante mucho tiempo no pudieron hacer. Porque de eso se trata, de volver a empezar una nueva vida. Pero no os preocupéis si por ahora no podéis. Cada uno es un mundo, y cada uno necesita su tiempo. «El tiempo cuenta y sigue contando».
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.
El otro día estuve en una eucaristía de acción de gracias por la vida de María de los Ángeles Grande Vega, una compañera de trabajo, una luchadora, enfrentada durante años a esa cruel enfermedad llamada cáncer, una persona optimista y alegre, y, para mí, portadora de un mensaje de Helena.
Ángeles perdió la batalla hace poco más de un mes, y aunque no puedo decir que fuera amiga personal de ella, ni hubiese seguido toda su enfermedad, si que la había visto alguna vez después de que hubiéramos dejado de ser compañeras, y había asistido a una de sus exposiciones. Porque Ángeles, entre convalecencia y mejora, además de cuidarse, hacer deporte y vivir la vida, pintaba.
Y en una de sus exposiciones, compramos un cuadro. Lo vi y me enamoré de él.
Había en ese cuadro algo especial que me resultaba familiar, y no sabía que era.
Lo colocamos en un lugar cerca de la habitación de Helena y era como una señal que indicaba que allí comenzaba el territorio de Helena.
Un día encontré la explicación de qué era lo que me resultaba familiar en ese cuadro.
Cuando fuimos a Holanda a recoger las pertenencias de Helena, tarea tan dolorosa como enterrarla, entre sus cosas había una camiseta que yo no conocía. Pensé que sería algo que había intercambiado con alguna compañera, pero sus amigas me comentaron que sí era de ella, lo había comprado en Holanda, por eso no la había visto.
Esa camiseta fue una prenda más, de las muchas de ella, que comencé a utilizar yo, pero no había reparado en la similitud del estampado de la camiseta y el dibujo del cuadro de Ángeles.
No creo que sean imaginaciones mías. Podéis verlo vosotros. Aunque a través de las fotos no se distinga demasiado bien.
Y se lo comentamos a María Ángeles, incluso le dijimos que tenía que venir un día a casa para ver el parecido (María Ángeles nunca estuvo en casa). Pero ya nunca lo podrá comprobar.
El otro día me acordaba de esta historia.
Quizás a sus padres o a sus hermanas les gustaría conocerla, pero ellos tampoco nunca lo sabrán, porque ni siquiera me pude acercar a ellos para darles mi pesar.
Querida Ángeles, Merche, como yo te llamaba porque así se llamaba una compañera de colegio que tuve en mi adolescencia, con tu mismo apellido, y yo siempre te confundía, gracias, por tu pintura. No sé si fue una señal o pura coincidencia, pero con ella, siempre estarás presente en nuestra casa y en nuestro corazón.
Descansa en paz, ya has luchado suficiente.
«…Hoy, Señor, te daré las gracias por mi vivir, por la tierra y mis amigos, porque siempre fui feliz. Por el tronco en que nací y la savia que encontré…». Texto elegido por los familiares de María Ángeles para este acto.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.